
- ¡Hace tres días con hooy, que yo vengo parrandeaandoo...!
- ¡Puto Bocazas, loro degenerado! ¿Se puede saber qué horas son estas de llegar?
- ¿Qué dices, Troglo? Si sólo son las 12 de la noche.
- ¿Se te ha ido la mano con el güisqui de garrafa? ¡Son las 12 de la mañana!
- No, porque hoy era lo del cambio de hora.
- ¿Y eso que tiene que ver? El cambio de hora era que a las 2 de la mañana pasaban a ser las 3.
- Pero vamos a ver, Troglo, ¿eso no se hace para ahorrar energía?
- Eso dicen. ¿Y qué?
- Pues yo, como soy un buen ciudadano, en lugar de adelantar el reloj una hora, lo he adelantado 13, y así ahorraré mucho más, ¡je, je, je!
- ¡Burrada salvaje!
- Además, eso del cambio de hora se hace de forma totalmente arbitraria. Pues para seguir el criterio arbitrario de otro, sigo el mío.
- ¡Menuda jeta tienes, Puto Bocazas!
- Es que los humanos os lo montáis mal, Troglo. Sois esclavos del reloj, que os dice lo que teneis que hacer en cada momento. Los loros hacemos al revés: yo, si me lo estoy pasando en grande, atraso el reloj unas horitas para poder seguir de juerga. Sin embargo, si un pelmazo como tú me está dando la paliza, lo adelanto un par de horas y digo, uy, qué tarde, me tengo que ir, je, je.
- ¿Así que los loros cambiáis la hora según vuestras necesidades? Ahora que lo pienso, no está mal el sistema. Es mucho más racional.
- Pues claro. Imagina, cuando llegas al curro, adelantas el reloj 10 horitas y ya es la hora de salir.
- Mejor aún, cuando suene el despertador por la mañana, lo adelanto 16 horitas y así no hace falta ni que me levante de la cama, porque vuelven a ser las 12 de la noche. ¡No veas la de energía que voy a ahorrar, je, je!
- Pues yo tengo hambre, así que voy a poner el reloj en las nueve de la noche, ceno algo, y me voy de juerga otra vez.
- Pues yo voy a adelantar el reloj 25 días, con lo cual ya estoy de vacaciones de Semana Santa. ¡Hazte unas torrijas, Puto Bocazas!