martes, 30 de septiembre de 2008

I remember Clifford, too

Una aclaración: como veo que hay bastantes despistados en el mundo, debo advertir que los músicos que salen en esta sección acompañados de música son reales. Con Clifford no hay problema, pero hay alguno que se cree que Stan Seltzer o Elmo Hope eran de mentira. Eran de verdad, y su música es real, pero aderezo su biografía con gran cantidad de disparates. Es como un juego, tenéis que descubrir qué es verdad y qué es mentira.

Y dicho esto, a ver si es que sólo Benny Golson se va a poder acordar de Clifford Brown. Pues yo también me acuerdo. Fijaros si me acuerdo bien que me acuerdo que Clifforoctus Epidauro Andromestas Brown, más conocido como Clifford Brown (más que nada porque no se llamaba Clifforoctus, ni Epidauro ni Andromestas, sino Clifford Brown a secas) nació a muy temprana edad en 1930, hijo de Lechugina Brown, de profesión sus labores, y del mayor Oropendulus Brown, de profesión las suyas.

Diose la curiosa circunstancia de que el niño Clifford nació con una trompeta puesta. Esto debió resultar molesto para la madre, ya que dar a luz un niño, bueno va, pero un niño con trompeta, ya es otra cosa. Y también este hecho provocó el mosqueo de su padre, ya que cuando a uno le nace un hijo con trompeta, por mucha buena voluntad que se tenga, pues te mosqueas. Sería peor que te naciera un niño con bombona de butano, y más molesto para el parto, pero...En fin, que los padres se dijeron, bueno, pelillos a la mar, y se dieron por satisfechos con su trompetudo hijo.

Pronto descubrieron los felices progenitores que tener un niño con trompeta incorporada era, en buena parte, una ventaja. Fijaros que el niño Clifford no lloraba, sino que tocaba la trompeta cuando quería algo. De este modo, era muy fácil entenderse con él, porque cuando tenía sueño, tocaba “Sleepy time gal”, si estaba malo, “St. James Infirmary”, y si tenía hambre, tocaba “Paquito el chocolatero” de corrido. Un lujo de niño.

Pasó el tiempo, y se daba el caso de que, según crecía el joven Clifford, también se hacía más grande la trompeta. Hasta que persona y trompeta alcanzaron el tamaño normal, aproximadamente, que suelen alcanzar personas y trompetas. ¿Y qué pasó después? Pues lo normal. Clifford hizo de faraón Amenofis IV en una función del colegio, y más adelante se echó una novia con gafas y aparato en los piños. Y así llegó el día en que el joven Clifford debía decidir su futuro. Su madre, vistas las facultades de su hijo, dudaba entre si debería elegir el oficio de pelafustán o el de músico. Como no sabía lo que era un pelafustán, le aconsejó que se decidiera por la música.

Pero su padre, el mayor Oropendulus Brown, no se opuso. ¿Pensabais que se iba a oponer? Pues no, porque ya tenía 80 años y pasaba de todo. Puede que os resulte raro descubrir que el padre de Clifford tenía ya 80 años si cuando nació el susodicho Clifford su padre sólo tenía 28. Esto es debido a que el mayor Oropendulus Brown era una persona muy cumplidora, así que cumplía años a una velocidad muy superior a la normal. Vosotros y yo, como somos unos perros, tardamos justos los 365 días en cumplir un año. Hala, siempre las cosas en el último minuto, lo vamos dejando, dejando, y hasta el día 365 no cumplimos el año, y gracias. El mayor Oropendulus Brown, sin embargo, al ser un tío tan cumplidor, en dos meses tenía hecho el año. ¡Era la hostia! Si pensáis que se me ha ido la olla y esto no tiene nada que ver con la historia, estáis en lo cierto.

Pues nada, ahora en serio, que el muchachito Clifford se lanzó al tema del jazz, dejando con la boca abierta de asombro a personal como Dizzy Gillespie o Charlie Parker. Ah, pero se dice que su principal influencia fue otro niño prodigio al que le debemos un post, el fenomenal Fats Navarro. Ya le tocará, ya.

Las cosas le fueron bien a Clifford. Tocaba en el quinteto del señor Max Roach, y provocaba el asombro del respetable. ¡Cómo tocaba el cabrón! Además, le daba lo mismo lento, rápido, o mediopensionista. En todo destacaba.

Pues resulta que, en 1956, Clifford participó en una “jam sessión” (que es una especie de juerga flamenca, pero en jazz) que se celebró en Music City, una tienda de instrumentos musicales de Philadelphia, que estaba pluriempleada para juergas. Milagrosamente, esta sesión fue grabada, ya que un entrometido loro conocido como Puto Bocazas, convenientemente disfrazado de bandurria, se coló en la juerga a la que no había sido invitado (porque tenía tendencia a beberse todo el whisky sin dejar nada a los demás) y puso en marcha el zapatófono, captando al amigo Clifford y al resto de parentela para la posteridad. Aquí le tenéis soplando un tema de Charlie Parker, “Donna Lee”, y debo decir que hay que oírlo para creerlo. Le acompañan Ziggy Vines y Billy Root, saxos tenores, Sam Dockery al piano, Ace Tisone, bajo, y Ellis Tollin a la batería.

Lo que pasó justo después de aquella “jam session” no lo voy a contar, porque es demasiado triste. Los aficionados al jazz ya lo sabéis, y los demás, podéis buscarlo, que sé que sois curiosos. Cuentan que cuando Max Roach se enteró, se encerró en su habitación de hotel con dos botellas de coñac. El loro Puto Bocazas hizo lo mismo, pero con catorce botellas, y no paró de escuchar lo que había grabado en el zapatófono, la última grabación del monstruo, durante toda la noche. Y aquí os lo dejamos, para que podáis recordar a Clifford.


domingo, 28 de septiembre de 2008

Improvisating number 2

Bueno, estimadas señoras, caballeros, espero hayan disculpado mi semiausencia. Pensaba subir un post esta semana, pero resulta que era un post con música, y como Goear es una puta mierda, ahora no te deja subir archivos. Un momento, ¿se puede decir “puta mierda” en directo? Bueno, por si acaso diré que es una cortesana deposición, y todo arreglado.

Y como no puedo subir el archivo con música, ahora me tengo que inventar un post. ¡A ver ahora que digo! Bueno, os voy a contar una cosa. Resulta que esta semana tengo que dar una charla de las mías a peña de un organismo público para que aprendan a planificar mejor, y eso. No me preguntéis por qué me llaman para estas cosas, me asombra tanto como a vosotros, pero el caso es que así es.

Pues me he inventado un cuento para que la gente lo pueda analizar y aplicarse moraleja, a ver que os parece, yo lo llamo, ¡tachán!:

EL TÍO QUE NO PLANIFICABA NI EL HUEVO

Pues esto era un tío que no planificaba ni el huevo. Por ejemplo, se levantaba el tío por la mañana y no tenía planificado si afeitarse o no. Así que, según le daba, improvisaba, cual músico de jazz, pues hoy me afeito, pues hoy no. Pero resulta que esto le daba grandes quebraderos de cabeza. Como no planificaba, resulta que el día que se afeitaba no se levantaba un poco antes para afeitarse, así que se le hacía tarde, y el jefe le echaba la bronca al llegar a la oficina. Sin embargo, otros días se levantaba y decía, pues hoy paso de afeitarme, pero como no lo tenía planificado resulta que se había levantado demasiado temprano para no afeitarse, y entonces tenía que esperar en la puerta de la oficina como un toli a que abrieran, y encima sin afeitar.

Así que dijo, esto no puede seguir así, voy a planificar. Y decidió afeitarse los lunes y los miércoles, y no afeitarse los martes y los jueves. Entonces, los lunes y los miércoles se levantaba un poco antes, y los martes y jueves un poco después. Los viernes, como le quedaba descabalao, decidió no ir a trabajar directamente.

Y así esto le funcionó muy bien, ni llegaba tarde ni pronto, y era feliz. Eso sí, el segundo viernes que no apareció a currar, el jefe le puso en la puta calle. Y esto le hizo más feliz aún, porque se había dado cuenta de que trabajar es un verdadero coñazo. Escribió un libro de planificación del afeitado y vivió de las rentas. Lo que demuestra la gran importancia de la planificación. Y esta es la historia del tío que no planificaba ni el huevo.

¿Qué os parece? ¿Sacarán el meollo del asunto? ¿Les motivará a planificar? Fuera de coña, a mí me das un absurdo como este y soy capaz de estarme una mañana entera tirando del hilo y sacando conclusiones a cual más disparatada. En fin, ya os contaré. Abrazos.

jueves, 18 de septiembre de 2008

De cómo el loro Puto Bocazas inventó la barriga

Se encontraba el famoso loro Puto Bocazas preparándose un cubata en casa de su mecenas, Troglo Jones, cuando de repente exclamó a grandes voces:

- ¡Eureka!
- ¿Qué pasa?- inquirió el citado Troglo Jones.
- Troglo, ven, corre, que te tengo que enseñar una cosa.

Así que Troglo Jones se acercó al locuaz volátil y observó que éste presentaba una protuberancia redondeada a la altura del vientre.

- ¿Qué es esto, Puto Bocazas?
- Es un invento mío – dijo el orgulloso loro – Lo llamo “barriga”.
- Caramba! ¿Y para qué sirve?
- En ella puedes almacenar todas las cervezas que te plimplas, además de las bolsas de patatas que te zampas. Cualquier elemento alimenticio puede almacenarse en la barriga.
- ¡Fíjate qué práctico!
- Efectivamente, Troglo. De esta manera esa energía no se pierde, sino que queda acumulada en la barriga a disposición del usuario. Además, es totalmente portátil, ¿ves? – dijo el loro mientras se contoneaba y paseaba su barriga por el salón.
- ¡Qué cosas! Y observo además con asombro que es acolchada, para que los niños no se hagan daño – dijo Troglo mientras presionaba suavemente con el dedo la barriga de Puto Bocazas.
- Ahí le has dao, Troglo – respondió el loro – La barriga cumple todas las normativas de prevención de riesgos. No tiene aristas, ni partes móviles, y está totalmente mullida.
- Si no lo veo, no lo creo.
- ¡Y aún no has visto nada! Observa – y, dicho esto, el loro comenzó a caminar en derechura hacia la pared.
- ¡Cuidado, Puto Bocazas! ¡No sigas avanzando, que te vas a dar de morros contra la pared! – pero, ante el asombro de Troglo Jones, el loro vio detenido su avance sin que sus morros rozaran siquiera la pared - ¿Eh? ¿Qué ha pasado?
- Fíjate, Troglo – dijo el loro – Este es uno de los usos más importantes de la barriga, como elemento de seguridad pasiva. Si la barriga es lo suficientemente protuberante, llega a cualquier obstáculo antes que el resto del cuerpo del usuario, a modo de parachoques, con lo cual salva sus valiosos morros de posibles contusiones – y, efectivamente, Troglo observó que la barriga del loro había topado contra la pared, salvando sus morros de un buen trompazo.
- ¡Madre mía, qué invento! ¿Estás seguro que esto no lo había inventado nadie? ¿No es parecido a un embarazo?
- Ni hablar, Troglo. Un embarazo se produce por indigestión de niño y, además, puede producirse por un mínimo desliz, mientras que la barriga hay que ganársela. Además, al contrario que el embarazo, que es sólo para mujeres, la barriga es totalmente democrática y políticamente correcta, ya que no hace discriminación sexual alguna. Es totalmente apta tanto para hombres como para mujeres.
- Eso es importante, sí., señor.
- Además, he llamado a la oficina de patentes y no estaba registrada. Así que me han dado la patente con referencia J-2563300-BARRIGA.
- ¡Qué mundo éste! – dijo Troglo Jones.
- Y observo, querido Troglo que, en tu propio cuerpo, estás haciendo uso de una respetable barriga sin pagar derechos de autor. Así que, o me apoquinas 10 eurazos, o te pones a regimen.

Así que ya sabéis, todos los que estéis en estos momentos haciendo uso de una barriga de cualesquiera dimensiones, tenéis que abonar los derechos. No admitimos cheques. ¿Que tenemos mucho morro? ¿Que no podemos hacerlo? Pero, criaturas, si ahora se patentan las hojas de los árboles, los granos de arroz y los bichos del campo. ¿Por qué no podemos nosotros patentar la barriga?

Y es que el mundo está loco.

martes, 16 de septiembre de 2008

Elmo, los felices 60 y el destino

Pues veréis. En 1960 yo vivía en Los Ángeles. Los Ángeles, California, no la Ciudad de Los Ángeles, Villaverde. Tenía yo por aquel entonces 30 ó 40 años, no me acuerdo muy bien. Es posible que penséis que si tenía 30 ó 40 años en 1960, ahora debo estar bastante caduco, pero tenéis que tener en cuenta que, como no he madurado nada desde entonces, sigo teniendo más o menos la misma edad. Ventajas de ser un inmaduro.

Bueno, por esta época yo tenía un despacho como esos que salen en las películas de detectives, de esas de Alan Ladd, donde sólo tienes que poner las patas encima de la mesa, mirar por la ventana, chupar whisky desde por la mañana, y antes de que te des cuenta empiezan a entrar tías buenas por la puerta. Lo cierto es que las tías buenas abundaban menos de lo que yo creía, pero así y todo era un curro estupendo, no como el vuestro. Huy, perdón.

Aquella noche de 1960 me estiré en la silla del despacho, bostecé, y decidí acercarme a tomar algo a un club de jazz. Lo bueno que tenía Los Ángeles en aquella época era que tenía mucha marcha, estaban el Lighthouse, el Regency, el Zebra. Aquel día decidí pasarme por el Zebra. No sabía yo que aquello iba a sellar mi destino. Me puse la gabardina (la gente solía mirarme como a un tarado por llevar gabardina en Los Ángeles, pero cualquier día puede llover, ¿o no?) y el sombrerazo, y me piré.

Cuando llegué allí, ¿a qué no sabéis a quién me encontré? Sí, al famoso Gordo de Minnesotta, que me propuso una partidita de billar. Como soy un poco idiota y he visto pocas películas, acepté. Ni que decir tiene que el Gordo me dio las del pulpo.

- Bueno, Gordo, pues nada – le dije yo -. Oye, ¿y qué nos jugábamos?

El Gordo soltó en aquel momento una carcajada demente, que me dio muy mala espina, y dijo:

- Pues mira, por haber palmado, ahora tienes que hacerte cargo de mi loro, Puto Bocazas. ¡Que seáis muy felices!

¡Rayos! Ya había oído yo de aquel loro de pésima reputación, que llevaba al Gordo por la calle de la amargura. ¡Y ahora me lo había encasquetado! Sentí un aleteo y, cuando miré hacia la izquierda, ya tenía al loro en el hombro, mirándome con cara de guasa. Y así fue como llegó Puto Bocazas a mi vida. Y como sigo siendo un manta jugando al billar, nunca he podido librarme de él desde entonces.

En fin, ya no tenía remedio. Así que me senté con el loro en una de las mesas de la primera fila, porque estaba a puntito de empezar la actuación de Elmo Hope. Quizá no sepáis que Elmo, que por cierto tocaba el piano, se llamaba realmente Eleuterio, pero se lo cambió para sonar menos rural. Y quizá tampoco sepáis que Elmo era amigo de Bud Powell desde niños, y sus ideas se parecen. La verdad que a Eleuterio, perdón, a Elmo, no le gustaba mucho Los Ángeles, y renegaba de todos los músicos de por aquí. Tuvo que mudarse, porque sus problemas con las drogas le hicieron perder la “cabaret card” en Nueva York. Esto quiere decir que, cuando tú te drogabas, para ayudarte y tal, el estado te retiraba el permiso de trabajar en cualquier garito. Esto está comprobado que obraba maravillas en la rehabilitación de la peña. Elmo además tenía otro problema, y es que no le gustaban las actuaciones en público, prefería quedarse componiendo en casita. ¡Nos ha jodido!, pero cuando se dio cuenta de que tenía que comer, no le quedó otra.

Observé que, sentado a mi lado, el loro ya estaba consumiendo un descomunal cubalitro a toda velocidad. Que tendría que pagar yo, evidentemente. En mi mente resonó la risa del malvado Gordo de Minnesotta, y me pedí otro cubalitro talla oso, para olvidar mis penas.

Bueno, pero Elmo iba a empezar con la cosa. Uno del público le gritó:

-¡Elmo, toca “Hot sauce”!
-¡No me sale de los cojones! – replicó el afable Elmo. Le guiñó un ojo al loro, que parecía conocer a toda la concurrencia, y atacó un temita suyo, “When the groove is low”. Y le acompañaban Paul Chambers al bajo y Philly Joe Jones a la batería, casi nadie. Tenía que aprovechar, así que me quité un zapato y lo puse a grabar. Y así ha llegado hasta vosotros, sin adulterar, lo que Elmo tocó aquella infausta noche. ¡Oh, y qué bien me lo pasé, a pesar de todo!


Cuando Puto Bocazas y yo salimos del garito, llovía. A joderse los listillos. Yo me calé el sombrero. Él se subió las plumas del cuello. Al año siguiente, Elmo regresó a Nueva York, que era su sitio. Muchos problemas de salud, que nunca la tuvo buena. Más drogas, y algo de cárcel para que no se aburriera. Finalmente, siete años después, un ataque al corazón y se nos acabó Elmo Hope. Tenía 43 años. El loro y yo le echamos de menos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Stan Seltzer

Ave María Purísima:

Inauguramos una nueva sección en este blog, en la que pretendo combinar mi afición por esa musiquilla llamada jazz con mi enfermiza tendencia a contar idioteces. Así que lo que haré será contar una historia sobre algún músico de jazz, preferiblemente poco conocido, aunque habrá de todo, y acompañar esa historia con una muestra de su música, que podréis reproducir a voluntad, tantas veces como queráis, por el mismo precio. No siempre la música que pongo tendrá que ser genial, a veces será incluso una birria, pero qué le vamos a hacer.

No preocuparse, que la densidad de gilipolleces por línea no se verá reducida en ningún caso. Me resultaría difícil aunque lo intentara.

Ejem, para empezar, y como prueba a ver que tal nos queda, quiero presentaros a un músico al que no recuerda ni dios, el pianista Stan Seltzer. Resulta que Stan era medio millonario, ya que poseía la mitad de las acciones de la famosa empresa antigases Alka-Seltzer, que fundó con Alí Alka en mil gromecientos doce. Pero esta es otra historia. En fin, como suele suceder con la gente de pasta, Stan se dedicó a la dolce vita y al aprendizaje del piano. Resulta que Stan tuvo un entrenamiento de pianista clásico, y eso se nota en su música. Veréis que siempre toca la nota correcta, al revés que hacía Thelonius Monk, que siempre pulsaba la tecla que estaba al lado de la correcta. Por eso todo el mundo se acuerda de Thelonius y nadie de Stan.

Lo dicho, que Stan pensó, “pues hombre, voy a hacer algo de jazz”, y el tío grabó un disco en trío, con perdón. Como ya os he dicho que era medio millonario consiguió que le acompañara un bajista de campanillas, Red Mitchell. Alguno de vosotros seréis capaces de no saber quien es Red Mitchell. ¡Cagon diez, los aficionados al jazz tendrían que rezarle cada noche! Cuatro contrabajitos tiene mi cama, cuatro Red Mitchells que me los guardan... En fin, en fin, sigamos. Podéis oír la maestría de Red en el temita que os traigo. Por cierto, como Stan sólo era medio millonario, con Red se le acabó el dinero, y sólo pudo fichar como bateria a Frank Hudec, más desconocido que él. De hecho, a punto estuvo de que no le dejaran entrar en el estudio de grabación, porque nadie sabía quien era. El tío decía: “¡Qué soy Frank Hudec!”, y la peña decía: “¿Quién?”. No me digáis que Frank Hudec no parece un nombre que te has inventado, y además un día que no estabas muy lúcido. Hudec me suena a mí a empresa, Huarte y Demetrio Construcciones, o algo así. Pero bueno, el hombre hace su trabajo, no os metáis con él.

Así que he elegido un original de Stan Seltzer, “Crysi’s Blues”, ya que como estamos en crisis y eso, he pensado que pegaba. Que lo pasen bien.



martes, 9 de septiembre de 2008

La verdadera historia de Mordecai Tres Dedos

- Puto Bocazas, estimado loro mío, hoy vamos a contar la asombrosa y verdadera historia del simpar Mordecai Tres Dedos. Pero antes de empezar, he tomado ciertas medidas de las que enseguida serás consciente.
- .........................
- ¡Je, je, je! ¿Lo vas pillando? Como ya estoy hasta la coronilla de tus chifladuras, he borrado tus líneas de diálogo.
- ¡........................!
- ¡Ah, qué tranquilidad! Bueno, empecemos con nuestra historia.
- ¡¡¡.............!!!
- ¡Quita! ¿Qué haces? ¡Saca las garras del teclaDO! ¡GRRRR! ¡MIRA LO QUE HAS HECHO, PUTO BOCAZAS, HAS PULSADO LA TECLA DEL BLOQUEO MAYÚSCULAS Y SE HA QUEDAO METIDA PARA ADENTRO! ¡QUÉ SENSACIÓN MÁS RARA, PARECE QUE ME HE TRAGADO UN MEGÁFONO! A VER SI CONSIGO SACARLA, Coño. Ya está, uf.
- ¡¡¡......!!! ¡¡.....!!
- ¡Grrr! ¡Está bien, te pondré las líneas de diálogo otra vez, pero estate quieto ya!
- ¡Que me las pongaaaas! Ah, por fin. ¡Censurarme a mí! Esto no va a quedar así, Troglo.
- Mira, Puto Bocazas, ya lo has conseguido otra vez. Ahora se me ha olvidado la historia de Mordecai Tres Dedos. ¿Y ahora qué? Bueno, en su lugar os voy a dar la receta de la ensalada de higos chumbos.
- ¿De higos chumbos?
- Exacto, Puto Bocazas. Un higo chumbo es un higo que ya está un poco pasao, la palabra “chumbo” viene de chungo, pero dicho por una persona con dificultades de dicción o escasa cultura. Pero así empezó a llamárseles y con ese nombre se quedaron. Como decía, hay que coger unos tres kilos de higos chumbos y lavarlos cuidadosamente. Luego, se cortan en juliana y se ponen a pochar en una sartén con abundante aceite.
- ¿Juliana o gregoriana?
- ¿Eso es un chiste, Puto Bocazas? Estás acabado para el humor. En fin. Como decía, se ponen a pochar con abundante aceite. Como el de oliva es muy caro yo suelo utilizar 3en1 del de los chinos. Se pocha hasta que queda transparente, y entonces se saca a una fuente.
- Sí, aquí hay que tener cuidado porque, al ser transparentes, los higos chumbos no se ven. Hay que sacarlos al tacto, así que os recomendamos que apaguéis la sartén antes.
- Gracias por tu aclaración, Puto Bocazas. A continuación, se coge un tomate gigante de Borneo y se corta en rodajas de medio metro, más o menos. Se añade a la fuente y entonces se aliña.
- Me estoy imaginando cómo.
- Pues sí, Puto Bocazas. Se riega generosamente con catorce litros de whisky “Capitán Torrija”. Entonces se coge todo y se pasa por el pasapurés. Se echa entonces la asquerosa pasta resultante en una ensaladera, y se adorna con un tronco de encina.
- ¿Y después?
- Después la tira uno a la basura y se abre una lata de fabada. No te pensarás comer esa mierda, Puto Bocazas.
- ¿A ti te parece que se puede perpetrar esta historia, Troglo? Nos van a denunciar.
- Bueno, ¿nos ha salido un post o no? Y de la forma más tonta.
- Mira, ahí tienes razón. En el próximo contaré yo la manera adecuada de utilizar la escobilla del wáter.
- Eso ya lo veremos.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Post Standard

Hola, consumidores potenciales:

Os habla Troglo Jones, inventor del post Standard. Este es un post Standard. Se utiliza cuando no tienes nada que decir, pero quieres actualizar el blog. Entonces, uno sube el post Standard, y ya está. Se acabaron las preocupaciones y el romperte la cabeza para hacer posts. Y ya tampoco tendrás que plagiárselos a la peña. Simplemente subes tu post Standard y ya está.

¿Qué mañana tampoco te apetece, o tu sesera no da más de si? Pues vuelves a poner el post Standard. ¿Qué importa que se repitan de vez en cuando? ¿No repiten los capítulos de los Simpson hasta la naúsea? Aprovechad esta oferta. Tengo tres modelos de post Standard, y están disponibles en varios colores. ¡Actualice su blog sin esfuerzo! Y hágame rico de paso.

Llame ahora y le mandaré una vacilada de regalo.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Estilo de vida

Pues estaba yo echando una partidita de póker con mi loro, Puto Bocazas, cuando de repente abrió su malvado pico y dijo:

- ¡Jua, jua, jua! Te vuelvo a fundir, Troglo. Tengo Pentateuco de reyes. ¡Hala, apoquina!

El Pentateuco de reyes es una jugada bastante espectacular, que consiste en tener cinco reyes de cada palo. Sí, esto supone que el loro tiene 20 cartas en sus tramposas garras.

- Puto Bocazas, ¿no puedes ser un poquito más discreto haciendo trampas? Tienes más morro que un consultor. Además, eso de ahí no es un rey, es un cupón de la ONCE.
- Ejem, bueno, vale, es un cupón de la ONCE, pero sale el careto de Carlos Quinto, así que cuenta como rey.
- ¡Qué Carlos Quinto ni Chindasvinto! Si es un dibujo de la catedral de Santiago.
- Vaya, Troglo, je, je, no se te pasa una, tienes vista de águila culebrera. Bueno, pues mejor me lo pones. ¿Quién vive en la catedral de Santiago? Pues Dios. ¿Y no es Dios un rey? ¡Coño, es Rey de Reyes, o sea que fíjate! Mejor jugada todavía.
- O sea que la única manera de ganarte sería tener una escalera de arcángeles lo menos, ¿no?
- Yo diría más bien que un full de Sagrada Familia y Arcángeles.
- Me rindo, Puto Bocazas. Tus chifladuras son demasiado para mi delicada mente. ¿Por qué no dices algo profundo, que es lo que busca la gente en este blog?
- Entonces debo recomendarles la lectura de las obras completas de Vagazo Zanganoff, el filósofo ruso que demostró científicamente que el trabajar produce cansancio, además de mala hostia.
- Efectivamente, Puto Bocazas, aquí somos fieles seguidores de Zanganoff, y procuramos no clavarla. Me encanta su “Tumbado en las estepas del Asia Central”. ¿Y que me dices de Perrunno Vagonetti y su magna obra, “Piu vaggo che la ostia”? En ella sostiene que “si Dios sólo curro seis días en toda la eternidad, ¿por qué voy a currar yo más?”. ¡Así se habla!
- Sublime obra. Cuenta la leyenda que a Vagonetti le crecieron patatas en las zapatillas, de no moverse.
- Tampoco es eso, Puto Bocazas. ¿No crees tú que, igual que en las cajetillas de tabaco, en los contratos de trabajo tendría que venir una advertencia sobre lo malo que es el trabajo para la salud? Algo así como “Trabajar acorta su vida”. O “Trabajar provoca impotencia”. A ver si así escarmienta la gente, que no hace más que currar.
- O “Trabajar aumenta su mala hostia y la de los que están a su alrededor”, je, je.
- Sobre todo, hay que educar a las nuevas generaciones, que son el futuro ¿Qué les recomendarías a los niños que nos leen, Puto Bocazas?
- Amiguitos, no trabajéis nunca, es malísimo para todo. Si necesitáis dinero, robarlo. Pero mejor, no salgáis de la cama y así nunca necesitaréis dinero para nada. Y no olvidéis multigarrafonizarse y entorrijarse.
- Amen.

Niños y niñas, hacer caso al loro.

P.D.: Imagen tomada prestada de dougsart.blogspot.com.