lunes, 30 de noviembre de 2009

Cuentos de los mandarines: las plañideras


El mandarín Ku Ñao, con traje de seda y los bigotes almidonados, entró en su mandarinato con porte imperial. Allí lo recibió su discípulo, Par Di Yo.


- ¡Albricias, Maestro, la dicha embarga mi corazón al veros de nuevo! ¿Cómo os ha ido en el Congreso de Mandarines?

- ¡Ah, Par Di Yo, lepidóptero asiático! Ya sabes que a mí me gustan los Sa-Ra-Os. No hay que trabajar, abundancia de comida y licor de arroz y puedes soltar discursos grandilocuentes a diestro y siniestro. Lo único malo es que los demás creen que sus grandilocuentes discursos me interesan a mí. Pero lo bueno de tener los ojos oblicuos es que no se dan cuenta de que los tengo cerrados y estoy sobando, je, je.

- Sin duda esa es una gran ventaja, Maestro, je, je, je.

- ¿Qué insinúas, Par Di Yo, Zan-Ga-No maldito?

- ¡Nada, Maestro, nada! ¡Yo siempre os escucho con gran atención!

- ¡Ándate al Lo-Ro, Par Di Yo, que te vigilo! ¡Ya me estaba pareciendo a mí que tienes los ojos demasiado achinados incluso para ser chino!

- Ejem, Maestro, cambiando de tema, aquí tenéis los pergaminos que dan noticia del desarrollo del Congreso. Viene un artículo del mandarín Gu-Rú.

- ¡Ah, Gu-Rú, ese Gi-Li...., digooo, ese gran sabio! Dime lo que dice, Par Di Yo, que no tengo las Ga-Fás.

- Maestro, pues dice: “En las empresas no se valora la tremenda importancia del capital humano, y eso hace el trabajo de los mandarines consultores difícil. Una de nuestras más importantes misiones debe ser el hacer conscientes a los empresarios del valor estratégico de su capital humano”.

- Je, je, je, ¡así me gusta! Seguimos con el cuento chino o, como decía el sabio, vuelve la burra al trigo.

- ¿Qué queréis decir, Maestro?

- Gu-Rú desarrolla una de las funciones básicas del consultor, Par Di Yo, mosca del arroz: la de plañidera.

- ¿Plañidera, Maestro? ¿Cómo esas mujeres que pagan por ir a los entierros a llorar?

- Así es, Par Di Yo. Ya sabes que el que no llora, no Ma-Ma. De vez en cuando hay que soltar esta frasecita, que con las palabras también se cazan mirlos.

- ¿Queréis decir que no lo dice en serio, Maestro?

- Par Di Yo, tú has debido nacer en el año del Asno. ¡Y debía ser un asno bisiesto! ¿Es que no aprendes nada de todo el tiempo que llevas a mi lado, infausto patán? ¡Claro que no lo dice en serio, lo dice a ver si pican!

- Ya me olía yo a camarón chamuscado, Maestro.

- ¡Evidentemente, Bo-Ba-Li-Kón! ¡Si me dieran una moneda de oro cada vez que he oído la frasecita de marras! ¡Las pobres consultoras, misioneros del capital humano, en una cruzada intentando evangelizar a los imbéciles que dirigen las empresas para que nos den más dinero! Lo bueno es que mucha de la gente que trabaja en recursos humanos se lo cree de verdad, y eso nos conviene, Par Di Yo. Porque una cosa sí es verdad: es muy cierto que las empresas son reacias a invertir Pas-Ta en recursos humanos.

- Pero eso es lógico, Maestro. Si yo fuera responsable de cualquier empresa, serían los primeros gastos que recortaría. Porque, conociendo el percal, sé que la mayoría de proyectos de consultoría no van a aportar absolutamente nada a mi empresa. Son sólo una forma de gastar Pas-Ta.

- ¡Cierra el Pi-Co, Par Di Yo, que tienes una Bo-Ka-Za de dragón! ¡Eso es un Secreto Prohibido, y no se debe saber!

- Pero, Maestro, si las consultoras hiciéramos las cosas bien, entonces sí se invertiría, porque se vería que vale para algo. No harían falta plañideras.

- ¿Hacer las cosas bien, Par Di Yo? ¡Llevas muy apretada la coleta y te corta el riego al cerebro, dromedario del pantano! ¿No te das cuenta de que hacer las cosas bien cuesta trabajo? Es mucho mejor hacerlas mal, y luego quejarse. ¿O quieres dejar sin trabajo a las plañideras?

- Pero Maestro....

- No seas Bra-Sa, Par Di Yo. Ya está bien por hoy, que estoy cansado y voy a relajar mi mandarinez con un poco de música y unos Ku-Ba-Tas. Así que aligera, simio disecado.

- Oigo y obedezco, Maestro.


Así que esta vez Par Di Yo aprendió que más vale quejarse que dar clavo. Y sabréis que los mandarines escuchaban jazz La-Ti-No, pero a la oriental, claro está. Y como muestra de los gustos de Ku Ñao tenéis esta pieza llamada “Mambo Shin Shin”.



miércoles, 25 de noviembre de 2009

Portadas que me gustan


Dinámica portada del amigo Reid Miles para el “Rumproller”, de Lee Morgan, con pequeña foto de Francis Wolff, quién si no. De nuevo, pocos elementos y pocos colores para un resultado excelente.


“The Rumproller” no está al nivel del mítico “The Sidewinder”, también de Morgan, aunque es un disco interesante que se deja oir bien. Ahí va éste “The Lady”, composición de Rudy Stevenson. Participan Morgan a la trompeta, obviamente, Joe Henderson al saxo, Victor Sproles al bajo y Billy Higgins a la batería. El pianista es Ronnie Mathews. Ronnie murió el año pasado, a los 73 años. Si uno lo piensa, vivió la friolera de casi 40 años más que Lee, y eso que nació antes.



lunes, 23 de noviembre de 2009

Three Little Bops

Esto de ejercer de mandarín a tiempo completo va a acabar conmigo, así que me voy a relajar un rato, recordando esta joyita de la animación y el jazz. Es de 1957, aunque tiene una frescura increíble, y fue dirigida por el gran Friz Freleng. La música es de otro maestro en lo suyo, Shorty Rogers.


El doblaje me lleva de nuevo a los tiempos de la niñez, je, je. ¡Y no puedo parar de menear los pies!


jueves, 19 de noviembre de 2009

Portadas que me gustan


Esta portada es especial. No es tanto que sea de más o menos calidad, es que es tan kistch, alucinante y con ese toque machista, que no puedo quitarle los ojos de encima. El caso es que me gusta, je, je. El diseño de la misma corrió a cargo de Varon/Haas. No he podido averiguar más.


Hay que darse cuenta de que es del 56, para un sello pequeño como Dawn. “Les Modes” fueron un grupo formado por la alineación que veis, Julius Watkins, uno de los pocos trompistas (que no trompetistas) que en el jazz han sido, y probablemente el mejor; el gran saxo tenor Charlie Rouse, Gildo Mahones al piano, Martín Rivera al bajo y Ron Jefferson en la batería. ¿Que qué tal sonaban? Bueno, para juzgar ahí tenéis una muestra, con el peculiar, cálido sonido de la trompa en un clásico propio de la estación: “Autumn Leaves”. Aunque parezca primavera.



sábado, 14 de noviembre de 2009

La fuga


La puerta del despacho del doctor se abrió de golpe. Un celador, desencajado y sin aliento, casi se desplomó en el interior.


- ¡Doctor, doctor,...aggff, aggff!

- ¡Grómez! Pero, ¿qué le pasa, hombre de dios? ¿Es que viene corriendo? ¡Respire, hombre, respire!

- Doctor, aggfff, ¡cof, cof! Vengo corriendo porque....doctor,...¡Es terrible!

- ¡Vamos, Grómez! – dijo el doctor con autoridad - ¡Serénese, caramba! ¡Más presencia de ánimo! ¡Cálmese de una vez y dígame qué le pasa!

- ¡No lo entiende, doctor! ¡Se ha escapado!

- ¿Qué dice? ¿Quién se ha escapado....? – el doctor dejó la frase en suspenso, y empezó a tener una terrible corazonada - ¿No será....? ¡Dígame que no, Grómez!

- ¡Sí, doctor! Cuando abrimos su celda esta noche para darle su cena, ¡estaba vacía!


El doctor se puso pálido como un fantasma. Se levantó de su silla y empezó a andar por el despacho, presa de ansiedad.


- Grómez, ¿han registrado bien la celda? ¿Está seguro?

- ¡La hemos registrado cuatro veces, doctor! ¡Ni rastro!

- ¿Cuánto hace de todo esto, Grómez?

- Unos veinte minutos, doctor....

- ¿Veinte minutos? ¿Está usted loco, Grómez? ¿Sabe usted la distancia que puede haber recorrido en veinte minutos? ¡Podría estar en cualquier parte!

- ¡Vine lo más rápido posible, doctor!

- ¡Maldita sea! ¡Dé la alarma, de inmediato! ¡Esto es una catástrofe!

- Doctor,...

- ¡Calle! ¿No se da cuenta de que es capaz de cualquier cosa? ¡Reúna ahora mismo a todo el personal! ¡Ahora mismo! Que formen grupos de a tres, cojan linternas y vayan armados. ¡Que nadie haga idioteces, no quiero que nadie se separe de sus compañeros ni un segundo, bajo ningún concepto! Tenemos que batir todos los contornos. ¡Podría estar ya en la China! ¡Tenemos que encontrarle, cueste lo que cueste! ¡Corra!


El doctor y Grómez salieron corriendo del despacho. Empezaron a oírse voces, gritos y ruidos de pies corriendo por todo el recinto. Según pasaban los minutos, las voces se iban alejando, hasta que el lugar quedó en silencio. En ese momento, la puerta del cuarto de baño del despacho del doctor se abrió poco a poco.


¡Ñeeeeec!


Con grandes precauciones, una cabeza se asomó por la puerta. Miró a un lado, miró a otro y, tras asegurarse de que no había nadie, dijo:


- ¡Je, je, je, je!


Con cauteloso silencio, pero con endiablada velocidad, corrió, pegado a las paredes, amparándose en las sombras. El lugar estaba desierto. Alcanzó lo que buscaba, la puerta acorazada en la que se leía: “Pabellón de alta peligrosidad”. Dijo:


- ¡Je, je, je, je!


Dio dos golpes en la puerta acorazada. A los pocos segundos, dos golpes le respondieron desde el otro lado. Entonces, sacó una ganzúa, y tardó menos de un minuto en descerrajar la puerta. La abrió de un tirón, ¡Neeeec!, y un tropel de sombras la atravesó. Una de ellas dijo:


- ¿Lo veis? ¡Ya os dije que Puto Bocazas nos sacaría de aquí!

- ¡A callar! – dijo Puto Bocazas - ¡Y a correr!


Y es que el fugitivo era el malvado loro Puto Bocazas, y el lugar, el “Instituto Mulkeiji Para Loros Criminales y Chiflados”. Puto Bocazas y su banda de loros corrieron al tejado y salieron volando a escape, en dirección contraria a las linternas de los batidores. Pocos kilómetros después, se posaron en un bar donde ponían garrafón en el extrarradio de la ciudad.


- ¡Je, je, je, je! – dijo el loro Puto Bocazas - ¡Ja, ja, ja! ¡Jo, jo, jo! – dijo después, trasegando un enorme cubata - ¡Al fin libre, de nuevo! ¿Creían que podrían librarse de mí? ¡Ahora sí que la voy a armar! ¡Hermanos, cojamos los instrumentos y toquemos una canción que insufle el miedo en los corazones!


Y los loros tocaron con Puto Bocazas al frente cantando y dándole al trombón pero, como estaban bastante chiflados y trompas, más parecía una canción de cachondeo que de terror. Pero, eso sí, un cachondeo inquietante. Aunque hay que reconocerles que suenan igualito que la vieja banda de Kid Ory.


Puto Bocazas está libre otra vez. El fin del mundo está próximo.



domingo, 8 de noviembre de 2009

Cuentos de los mandarines: el mar de los significados


Cierto día, el poderoso mandarín Ku Ñao solicitó la presencia de su discípulo, Par Di Yo, a través del tradicional procedimiento del viril berrido:


- ¡PAR DI YOOOO! ¡Acude a mi celestial presencia, lagartija de montaña!

- Oigo y obedezco, Maestro – dijo Par Di Yo, que pareció brotar del mismo suelo del despacho del gran mandarín.

- Par Di Yo, jumento de los prados, atiende bien, porque tenemos un nuevo y consultoril proyecto que echarnos a las fauces. Le he vendido al Ban Ko Xo-Ri-Zo que vamos a desarrollar el Ta-Len-To en su compañía.

- ¿El qué, Maestro?

- ¡El Ta-Len-To, zanahoria mongoliana! ¡Espabila tu aletargado cerebro, Par Di Yo!

- Pero, Maestro, ¿cómo vamos a desarrollar algo que no sabemos lo que es? ¿Qué significa Ta-Len-To? Primero habrá que definirlo bien, y luego...

- Tienes menos Se-So que una berza silvestre, Par Di Yo. A este paso, nunca serás un mandarín de provecho, Ka-Pu-Yo de flor de té. ¿No te das cuenta de que hay que hacer todo lo contrario?

- ¿Todo lo contrario, Maestro?

- ¿No te das cuenta, Cen-To-Yo, lo que ocurre cuando defines bien un concepto?

- Bueno, Maestro, si un concepto está bien definido, podrá ser evaluado correctamente y además,...¡Oh! Creo que ya sé por dónde vais, Maestro.

- Evidentemente, Par Di Yo. ¿No ves que a mí eso no me interesa nada? Si algo está bien definido, las cosas están claras. Pero el mandarín debe moverse en la sutilidad y en la indefinición. A mí me conviene utilizar siempre conceptos abstrusos, confusos, teóricos, metafóricos, crípticos y místicos. ¿Adivinas por qué, hongo con patas?

- ¿Porque así puedo hacer lo que me dé la gana, Maestro?

- ¡Albricias, Par Di Yo! Veo que no todo está perdido, almeja de río. Efectivamente, si el concepto no está bien definido, el cliente nunca me podrá pedir cuentas. ¿Cómo podría, si no sabe lo que es el Ta-Len-To? Así, cualquier cosa que hagamos deberá darse por buena. ¡Oh, es tan cómodo navegar en el proceloso océano de la indefinición! Así que recuérdalo bien, Par Di Yo: nada de claridad, todos los conceptos que utilices con un cliente deben ser tan amplios como para poder significar cualquier cosa. De ese modo, siempre significarán lo que a ti te convenga. ¿Lo Pi-Yas, Par Di Yo?

- Lo Pi-Yo, Maestro.

- Pues desfila, codorniz cantonesa. A ver si al próximo le vendemos que le vamos a medir el alma, je, je, je.

- Oigo y obedezco, Maestro.


Y así fue como Par Di Yo aprendió que la vaguedad puede utilizarse como herramienta de gestión. Y los escribas recogieron la enseñanza para la posteridad:


Los conceptos vaporosos

favorecen al taimado

porque lo que es gaseoso

no puede ser sopesado.

Y así cualquier resultado

puede ser justificado

ya sea carne, o sea pescado.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Portadas que me gustan


¿Qué os parece ésta de Monk vestido de barón rojo, por lo menos? Con esos tonos ocres. La verdad es que no sé quién es el creador de esta portada, pero seguro que alguno me puede echar una mano. El disco es del 64 y, como con vuestra sagacidad habréis adivinado, es de Thelonius Monk en solitario.


Brevísimo, bellísimo, “I Should Care”. Monk en estado puro.



lunes, 2 de noviembre de 2009

Nadie es imprescindible

Los miembros del Consejo de Administración se miraron unos a otros. Llevaban mucho tiempo encerrados en aquella sala y, por fin, habían llegado a una decisión.


- ¿Estamos de acuerdo entonces?

- Sí. Es una decisión difícil, pero es algo que debíamos haber hecho hace tiempo.

- Opino lo mismo.

- Y yo.

- Todos opinamos lo mismo.


Hubo un momento de tenso silencio.


- Muy bien – el Presidente del Consejo tomó el teléfono – Por favor, dígale que ya puede pasar. Sí. Gracias.


A los pocos instantes, la puerta se abrió, y un confiado personaje entró en la sala:


- Buenos días, ¿cómo estáis todos? ¡Vaya, no sabía que teníamos consejo! ¿Algo importante?

- Por favor, siéntate.

- De acuerdo, hombre. ¡Vaya caras! ¿Os pasa algo?


El Presidente tragó saliva.


- Verás, sabes que llevamos mucho tiempo juntos en este negocio. Por eso esta decisión es tan dura, pero hemos tenido que tomarla.

- ¿De qué estás hablando?

- Cerebro, en nombre del Consejo de Administración de Órganos del Cuerpo Humano...estás despedido.


La estupefacción quedó patente en las circunvoluciones de Cerebro. Sus neuronas funcionaban furiosamente. Entonces, estalló:


- ¿Qué dices, Corazón? ¿Cómo te atreves? ¿Estás hablando en serio?

- Cerebro, no te pongas así. Sabes que el Consejo tiene capacidad para tomar estas decisiones. Lo siento, pero esto es lo que hay.

- ¿Estáis todos locos? – chilló Cerebro - ¡Yo soy el que organiza todo el cotarro! ¡No podéis prescindir de mí! ¿Acaso no os dáis cuenta?

- Cerebro, por favor – intervino Hígado – Sabemos los grandes servicios que has prestado a esta compañía, y te lo agradecemos. Pero tu puesto ha quedado obsoleto, ya...ya no eres necesario. Lo siento.

- ¿Qué dices, cacho carne? ¿Obsoleto yo? ¡Ninguno de vosotros tiene la milésima parte de mi capacidad de gestión! ¿Y tú, no dices nada, Cerebelo, traidor asqueroso?

- Cerebro, no te lo tomes así. Hígado tiene razón. Los tiempos han cambiado, y tu momento pasó. Ya no se necesita un cerebro. Fíjate, si el GPS, la PDA y el correo electrónico ya le dicen a la gente lo que tiene que hacer, ¿para qué pensar? ¿Y qué me dices del trabajo? ¿Para decir que sí a todo y hacer las chapuzas que se hacen necesitan un cerebro? Con un cerebelo como yo, que les haga caminar derechos y les controle los esfínteres, es suficiente.

- ¡No puedo creer lo que oigo! ¡No me podéis hacer esto!

- Cerebro, usa tu capacidad de análisis – dijo Corazón – Cerebelo tiene razón. ¿Y después del trabajo? La gente llega a casa y pone la tele. Eso cuando no se ponen hasta las trancas de whisky de garrafa. ¿Para eso necesitan un cerebro? No, amigo. Lo siento, pero no podemos mantener un puesto tan costoso como el tuyo en estas condiciones.

- Pero – Cerebro empezaba a titubear – pero, ¿y el arte? ¿Qué me dices del arte, por ejemplo?

- ¿El arte, Cerebro? – dijo Corazón - ¿Qué arte? ¿Paulina Rubio? ¿Dan Brown? ¿Hace fata mucho cerebro para eso? Con copiar y pegar, lo tenemos listo. Además, el arte es supuerfluo en estos tiempos de crisis. De verdad que lo siento, Cerebro.


Cerebro se levantó de la silla, pálido.


- Muy bien. Así sea. Lamentaréis esto. ¡Sin mí no sois nada, nada! Tendréis que volver a buscarme dentro de un mes, ¡a pedirme de rodillas que vuelva! ¡Y entonces yo me reiré el último!


Cerebro salió de la sala, dando un tremendo portazo.


- Parece que no se lo ha tomado muy bien, Corazón – dijo Hígado.

- Supongo que es duro, un día estás en lo más alto y, de repente, ya no sirves. Estás fuera de juego. En fin, así es el mundo de los negocios. ¿Hacen unos cubatitas de hemoglobina?