domingo, 31 de mayo de 2009

Portadas que me gustan


Vamos a cerrar el mes de mayo con una portadita. ¿Cómo no iba a gustarme ésta de Charles Mingus disfrazado de mandarín, si es lo mío? Gran disco, sí, señor. Para refrescarnos un poco en estos calores hay va “Song With Orange”. Creo que fue Reuben Wilson quien dijo que a la gente le atraen las canciones cuyo título incluya un nombre de fruta o de animal. Y es verdad, o por lo menos, a mí me pasa.


A Mingus le acompañan Richard Williams, trompeta, Jimmy Knepper, trombón, John Handy, saxo alto, Booker Ervin y Benny Golson, saxos tenores, Jerome Richarson, saxo barítono, Teddy Charles, vibráfono, “Sir” Roland Hanna, piano, y Dannie Richmond, batería. La gran familia. Por cierto, no sé quién es responsable de la portada. A ver si alguien me echa un cable.



viernes, 29 de mayo de 2009

Perfiles lamentables del jazz: Antonoff Piruleroff

En los años del mil gromecientos, a secas, en la Rusia de los zares, nos encontramos a uno de los perfiles más lamentables del jazz que en el mundo han sido: Antonoff Piruleroff. Nacido Antoniov Chorizovski en el seno de una respetable familia, desde muy pequeño demostró sus intereses musicales, pero se encontró con la contumaz oposición de su padre:


- Tú estudiarás Derechoff, como tu hermano Luisoff – escuchaba cada día Antoniov. Pero Antoniov no quería ser abogadoff, quería ser músico. Harto de la testarudeff de su padre, nuestro héroe hizo cuidadosos planes, y se fugó de casa por la ventana de la buhardilla una noche de mayo, no sin antes haber afanado todos los objetos de valor de la familia, incluida la colección de muñecas rusas orgullo de su abueloff.


Con el producto de su fechoría, se instaló en un hotel de la capital, y se cambió el nombre por el de Antonoff Piruleroff, en parte para no ser localizado por su iracunda familia, y también porque lo de Chorizovski le recordaba su latrocinio. Y, libre de ataduras, quisó dedicarse al amor de su vida: el contrabajo.


Pero lo del contrabajo iba a traerle a Antonoff más problemas de los previstos. Resulta que, al haber sido criado con vodka de garrafa adulterado, nuestro hombre sufría una disfunción de la glándula titiritoides, lo cual inhibía su crecimiento. Es decir, que Antonoff medía unos 30 centímetros, más o menos. Lo intentó de todas las maneras, pero tocar el contrabajo era como intentar tocar un portaviones. Imposible.


Pero Antonoff era muy cabezón, así que, ni corto (bueno, corto sí) ni perezoso, quiso adaptar el contrabajo a su estatura, y así fue como nació la llave de su éxito: el contrabajísimo. Antonoff diseñó un contrabajo para personas bajísimas, y lo llamó contrabajísimo. El cacharro, al ser contrabajísimo, producía unas notas bajísimas, mucho más que el contrabajo. Cuando se pulsaba el contrabajísimo, la profundidad de las notas era tal, que incluso vibraba el suelo. Pero no como si tuvieras al lado un martillo neumático. Más bien era como estar de pie sobre un sillón de masaje. El que lo escuchaba sentía una impresionante sensación de gustirrinín.


Antonoff consiguió debutar con su contrabajísimo en el Teatro Ensaladilloff, provocando un alto nivel de gustirrinín en su audiencia y cosechando un éxito clamoroso. A partir de aquí, la carrera de Antonoff fue fulgurante, llegando incluso a tocar en pase privado para los mismísimos zares (eran varios, por lo visto). Tal fue el gustirrinín que los zares obtuvieron del concierto, que se empeñaron en brindar con Antonoff, para lo cual trajeron el vodka gran reserva de palacio. Sabido es como acaban los brindis en Rusia, así que Antonoff se trasegó unas catorce botellas. Era pequeño, pero no veáis como chupaba.


A la mañana siguiente despertó Antonoff medio ebrio de éxito y de vodka. Aunque observó que los pantalones del pijama sólo le llegaban hasta las rodillas, no le dio mayor importancia, achacándolo a un efecto colateral de la resaca. Pero, cuando Antonoff fue a mirarse la cara en el espejo del baño (que es lo que hacemos todos cuando tenemos resaca), se encontró con que no podía ver su cara. ¿Cómo era posible? Antonoff se palpó rápidamente la cara, y se cercioró que seguía en su sitio. ¿Qué pasaba? De repente, el corazón se le paró en el pecho cuando se dio cuenta de la verdad. ¡No podía ver su cara reflejada porque su cabeza sobrepasaba por dos cuartas el marco del espejo! ¡Había crecido!


¿Cómo era posible esto? En su pánico, Antonoff vió rápidamente lo que había ocurrido: el vodka gran reserva había actuado como antídoto del vodka de garrafa, y había reactivado su glándula titiritoides, y de qué manera. Desde que se había levantado, había crecido 20 centímetros más. Antonoff, aterrorizado, se dio cuenta de algo: con este tamaño (y seguía creciendo), ¡sería incapaz de tocar el contrabajísimo! Se miró las manos, y las tenía del tamaño de jamones. ¡No podría coger el instrumento ni con pinzas! ¡La ruina! ¡Estaba acabado!


- ¡No, no, no! – se dijo Antonoff Piruleroff, desesperado. Rápidamente, se envolvió en una sabana (la ropa ya no le valía) y salió disparado a ver a su médico.


El doctor quedó perplejo ante la enfermedad de Antonoff. Ante la gravedad de la situación, se planteó soluciones drásticas, como el recetar a su paciente grandes dosis de masturbación, que es bien sabido que limita el crecimiento. No obstante, y debido a sus graves efectos secundarios (ceguera, locura, etc, etc), optó por decirle que tendría que aguantarse.


Furiosoff, con el juicio incompletoff, Antonoff canceló sus conciertos y se refugió en una pensión de mala muerte. En un desesperado intento de jibarizarse, se automedicaba con vodka de garrafa en cantidades industriales, pero sólo conseguía unas trompas de caballo y ardor de estómago. Seguía creciendo. Cuando llegó a los catorce metros de eslora, comprendió que aquello era el fin. Salió a la calle, corrió hasta el puente Gargaravski, y se arrojó al río con la intención de suicidarse y acabar con su sufrimiento. Cuando se quiso dar cuenta, estaba en el río, pero el agua le llegaba sólo hasta las rodillas, debido a su grotesca estatura. Ante un intento de suicidio tan chapucero, la gente empezó a cachondearse desde el puente, y a señalar a Antonoff con el dedo. Esta humillación ya no pudo soportarla nuestro hombre, que murió en el acto de un ataque de ridiculoff.

martes, 26 de mayo de 2009

Programación cultural

Como hoy parece que no entra ni dios en el blog, aprovecho para meter un poco de cultura, así que voy a calzar un poema del mejicano José Juan Tablada, que esto en hora de máxima audiencia no se puede hacer. Y como todos tenemos nuestros compromisos, yo he tenido que elegir un poema dedicado a...un loro.


EL LORO

Loro idéntico al de mi abuela,
funambulesca voz de la cocina
del corredor y de la azotehuela.

No bien el Sol ilumina
lanza el loro su grito
y su áspera canción
con el asombro del gorrión
que sólo canta “El Josefito”…

De la cocinera se mofa
colérico y gutural
y de paso apostrofa
a la olla del nixtamal.

Cuando pisándose los pies
el loro cruza el suelo de ladrillo,
del gato negro hecho un ovillo,
el ojo de ámbar lo mira
y un azufre diabólico recela
contra ese incubo verde y amarillo,
¡la pesadilla de su duermevela!

¡Mas de civilización un tesoro
hay en la voz
de este super loro
de 1922!

Finge del aeroplano el ron-ron
y la estridencia del klaxón…

Y ahogar quisiera con su batahola
la música rival de la victrola…

En breve teatro proyector de oro,
de las vigas al suelo, la cocina
cruza un rayo solar de esquina a esquina
y afoca y nimba al importante loro…

Pero a veces, cuando lanza el jilguero
la canción de la Selva en abril,
el súbito silencio del loro parlero
y su absorta mirada de perfil,

recelan una melancolía
indigna de su plumaje verde…

¡Tal vez el gran bosque recuerde
y la cóncava selva sombría!

En tregua con la cocinera
cesa su algarabía chocarrera,
tórnase hosco y salvaje…

¡El loro es sólo un gajo de follaje
con un poco de sol en la mollera!

lunes, 25 de mayo de 2009

Portadas que me gustan


Pues no está mal está portada de Monk, “The Unique”, con diseño de Paul Bacon, Ken Braren y Harris Lewine. Disco de los buenos, aunque el bueno de Thelonius no toca un solo original suyo, sino que trabaja con standards (siempre que se pueda considerar “standard” algo tocado por él). Se hace acompañar nada menos que por Oscar Pettiford al bajo y Art Blakey a la batería. Esto es “Just you, just me”.



domingo, 24 de mayo de 2009

Leyendas del furgol

En mil gromecientos treinta y tres, Francisco Cerriles, más conocido como “Panchito” en el mundo del balompié, delantero de la Sociedad Deportiva Larédulo, viendo acercarse el final del partido en el que perdían con sus archirivales del Real Unión de Carcañales por cuatro a cero, y ante la posibilidad cierta de descender de categoría, decidió morder al juez de línea. Para su desgracia, debido a aquella legendaria falta de habilidad para el cálculo que le hacía rematar de cabeza el poste en vez de el balón (es el de la venda de la foto), “Panchito” calculó mal una vez más, y mordió a un guardia civil destinado a mantener la seguridad de aquel derby. Entonces las leyes no eran tan permisivas como ahora, así que le pitaron penalti, le sacaron tarjeta amarilla y, además, le condenaron a 50 años de cárcel. En ellos le dio tiempo a reflexionar que quizá no tenía tanta importancia el hecho de haber descendido de cuarta regional a quinta, y escribió un voluminoso libro de memorias titulado “¡Qué gilipollas soy!”, que no leyó nadie. Debería haberse dedicado al jazz, que es menos peligroso.


P.D.: Jornada futbolera de esas “dramáticas”, “de infarto”. Que todos los problemas fueran esos. Por cierto, tal día como hoy de hace 35 años murió Duke Ellington. Así que, para recordarle y para que Panchito se encuentre a si mismo, vamos a dedicarle este “Perdido” del 52.



sábado, 23 de mayo de 2009

Portadas que me gustan


Me gusta esta portada, aunque no sé muy bien por qué. Es limpia, es fría, es minimalista. En este día de lluvia, me apetecía escuchar “House of the Risin’ Sun” , o “Risin’ Sun Blues”, ese tema antiguo, misterioso y anónimo, que tantas vueltas ha dado:


There is a house in New Orleans

They call The Rising Sun

And it’s been the ruin of many a poor boy

And God I know I’m one…


La tocan dos músicos de raices griegas, pero uno nacido en Memphis, y el otro, en Alejandría. Qué de mezclas.


Hay palabras que son un poema en sí mismas. Me pasa cuando digo “Alejandría”. ¿Será la lluvia?



jueves, 21 de mayo de 2009

Cuentos de los mandarines: los grandes guerreros

El mandarín Ku Ñao, hijo del celeste imperio, abrió su aristocrática boca y profirió un berrido digno de dragón al que le pisan el rabo:


- ¡PAR DI YOOOOOO!


Con el corazón desbocado por el susto, apareció de inmediato en la puerta del mandarínico despacho su discípulo Par Di Yo:


- ¡Oigo y obedezco, Maestro!

- Par Di Yo, hijo de un burro mongoloide, ¿esto que has perpetrado es el presupuesto para El Rey de Tallarines, S.A.?

- Pues sí, Maestro, ¿pasa algo?

- ¿Qué si pasa algo, comedor de opio? – dijo Ku Ñao, purpura de ira, mientras lanzaba el presupuesto sobre el asustado Par Di Yo - ¿Es que aquí nadie sabe hacer nada? ¡Estoy rodeado de Ce-Po-Rros! ¡Llévatelo y triplícalo!

- ¡Pero, Maestro...!

- ¡Chi-Tón, Par Di Yo! ¿Y esta lista que me has dejado aquí, qué es?

- Maestro, es la relación de personal del mandarinato, para la comida de...

- ¡Por los mil crisantemos! ¿Qué te decía? ¡Es impresionante la colección de deprimentes monos de la soja que trabajan aquí! ¿Qué hice yo en otra vida para merecer este personal? Mira éste, Ku-Rri-Tó, con menos luces que un grillo fumado. Nunca pasará de chupatintas de segunda. ¿Y éste, Prin-Gao? Un vago de siete suelas. ¿Y Pe-Pón? Este alcanzó su techo profesional cuando entró con Be-Ka. Y esta otra es una inmadura, este un triste, y ese un Fri-Ki. ¡La justa ira del mandarín me desborda! ¡Reúnelos a todos, Par Di Yo, que les voy a decir lo que pienso de ellos!

- Pero, Maestro, si ya se lo decís todos los días.

- Sí, pero individualmente, ahora quiero humillarles en grupo.

- Er, Maestro, yo no sé si es buena idea.

- ¿Cómo dices, Par Di Yo? ¿Cómo te atreves, culebra del arroz?

- Maestro, ¿por qué tenemos el personal que tenemos?

- ¿Qué pregunta es esa, Par Di Yo? Probablemente por una antigua maldición de los dioses.

- Maestro, yo creo que tenemos lo que atraemos.

- ¿Qué insinúas, Par Di Yo, descarado mastuerzo?

- Maestro, nuestro mandarinato es bastante birrioso, y pagamos fatal. Por tanto, los mejores no vienen a trabajar aquí. Tenemos los trabajadores que tenemos.

- Una birria, Par Di Yo.

- Pero, Maestro, aunque fueran una birria, que habrá de todo, son los únicos que tenemos. Habrá que sacar lo mejor de ellos.

- ¿Qué quieres decir, Par Di Yo?

- Maestro, un general puede tener unos soldados birriosos y cobardicas, pero no sería muy inteligente por su parte el hundir su motivación, llamándolos cobardicas permanentemente. Más le valdría a ese general tratar de motivarles, y tratar de convencerles de que no son cobardicas, sino grandes guerreros. Porque son los únicos soldados que tiene. Tiene que sacar lo mejor de ellos...¡porque son lo único que hay entre él y el enemigo!

- ¿Quieres decir, Par Di Yo, que si no les digo a estos ciervos de la pradera que lo son, sino que son unos mandarines en potencia, obtendré más de ellos?

- Sin duda, Maestro...

- ¡Qué buena idea, Par Di Yo! No sabía que eras tan maquiavélico, je, je, je. Sí, con mi labia de mandarín puedo convencer a estos inútiles de que son la reencarnación de Gengis Khan, je, je. Así podré sacarles todavía más rendimiento, y sin subirles el sueldo, je, je, je. ¡Me relamo de gusto! ¡Qué gran herramienta de gestión es la mentira!

- Pero, Maestro, yo no lo decía con esa intención...

- Vamos, Par Di Yo, júntamelos en el Gran Salón, que les voy a dar tanto Ja-Bón que van a salir convencidos de que son hijos del Emperador.

- Oigo y obedezco, Maestro – dijo el resignado Par Di Yo.


Y así fue como Ku Ñao volvió a entender las cosas a su manera. Y los escribas recogieron la esencia perfumada de la historia en sus floridos versos:


Mandarín, no seas llorón

y piensa un poco primero.

Recuerda que el mal patrón

nunca encuentra buen obrero.


P.D: Dedicado a todos aquellos “magníficos jefes” que pasan su vida “rodeados de inútiles”. Cuando pienses que tus empleados son una mierda, piensa que, a lo mejor, son lo que te mereces.

martes, 19 de mayo de 2009

Portadas que me gustan


Cambiemos de registro, dando una oportunidad a ese soul que también me gusta tanto. Aquí está esta portada de Mary Wells, que acabó bastante mal con Motown, pero que en su día fue una cantante muy importante. ¿Qué me decís del logo de Motown, je, je? Bueno, eso que suena es “Two wrongs don’t make a right”, canción compuesta por Berry Gordy y Smokey Robinson, que tira de la raiz del blues.



lunes, 18 de mayo de 2009

Hasta luego

Pues se murió Mario Benedetti. El loro y yo nos vamos a tomar unos cubatas brindando por él. Y que le den por saco a la mandarinada de mañana.


EMBARAZOSO PANEGÍRICO DE LA MUERTE


La periodista me preguntó

si yo creía en el más allá

y le dije que no

entonces me preguntó

si eso no me angustiaba

y le dije que sí


pero también es cierto

que a veces la vida

provoca más angustias

que la muerte


porque las vejaciones

o simplemente los caprichos

nos van colocando en compartimientos

estancos


nos separan los odios

las discriminaciones

las cuentas bancarias

el color de la piel

la afirmación o el rechazo

de dios


en cambio la muerte

no hace distingos

nos mete a todos en el mismo saco

ricos y pobres

súbditos y reyes

miserables y poderosos

indios y caras pálidas

ibéricos y sudacas

feligreses y agnósticos


reconozcamos que la muerte hace siempre

una justa distribución de la nada

sin plusvalías ni ofertas ni demandas

igualitaria y ecuánime

atiende a cada gusanito

según sus necesidades


neutra y equitativa

acoge con igual disposición y celo

a los cadáveres suntuosos de extrema derecha

que a los interfectos de extrema necesidad


la muerte es ecléctica pluralista social

distributiva insobornable

y lo seguirá siendo

a menos a alguien

se le ocurra

privatizarla

domingo, 17 de mayo de 2009

El terrorista

Aquella habitación alquilada, en un destartalado edificio de un barrio sin historia, apenas contenía nada. Paredes desnudas; no hay muebles. Sólo en el centro de la habitación, sobre el polvoriento suelo de madera, algo, de forma indefinida, cubierto con una sábana.


De repente, la llave gira en la cerradura, se abre la puerta, y entra el hombre bajito que alquiló la habitación hace unas semanas. Se quita el sombrero, las gafas oscuras, el bigote postizo, las botas y la gabardina, y se revela el colorido plumaje de un loro. Sí, el hombre bajito es, en realidad, un loro.


El loro se acerca a la sábana y tira de ella. Aparece un extraño artilugio mecánico, lleno de cables, luces y tornillos, de aspecto amenazador. La bomba. Y hoy es el día en que el loro la terminará. Después de tanto y tan peligroso trabajo, el fin.


De un corto vuelo, se encarama a la máquina y empieza a operar en la misma. Usando sus garras con exquisito cuidado, une los últimos cables que faltaban. Aprieta con el pico los últimos tornillos. Revisa los últimos detalles. Un error puede ser fatal. Con la máxima precaución, cierra la carcasa, y ajusta el temporizador. Lista.


El loro salta al suelo, se pone el bigote postizo, las gafas de sol, las botas y la gabardina. Por último, se cala el sombrero y echa un último vistazo a la máquina, observando como el temporizador desgrana la cuenta atrás. La suerte está echada.


El loro sonrie, abre la puerta y abandona el edificio. Nadie será capaz de reconocerle jamás, nadie sabrá que ha estado aquí. Mañana, a las 12:00, la bomba se activará. Entonces, toda emisora de radio, de televisión, cualquier cosa que mande ondas al aire, al espacio o bajo tierra, verá interceptada su señal y, en todo el mundo, por todos los rincones, en todos los aparatos receptores, en los teléfonos móviles, en los altavoces del metro, hasta en los telefonillos de las casas, sólo se escuchará “Moanin’”. Serán sólo nueve minutos y medio de gloria. Pero habrá merecido la pena.



sábado, 16 de mayo de 2009

Portadas que me gustan


Sé que no lo hubiérais adivinado nunca, pero el diseño de esta portada es de Reid Miles. Y la foto, de un tal Francis Wolff. Je, je, parece que tenían el monopolio, qué tíos. Bueno, me gusta esta portada de uno de mis saxofonistas favoritos, Dexter Gordon. Y el tipo sabe rodearse de buenos músicos. Casualmente, está Bobby Hutcherson, que hablé de él hace poco. Blue Note, 1965, y contiene este simpático original de Dexter que se llama “Le Coiffeur”.



viernes, 15 de mayo de 2009

Pesadilla

- ¡Bzzzzzz! ¡Bzzzzzz! ¡Bzzzzzzz!


El zumbido del timbre sonó tres veces, y Kilopondímetro Perkins se levantó del sofá y se dirigió a la puerta:


- ¿Quién es? – gritó Kilopondímetro a través de la puerta. Esta prudente costumbre la había aprendido de su abuela, la célebre Gladis Zarigüeya, pero eso es otra historia.

- ¡Le habla el consumisario López Gayumbos! ¡Abra ahora mismo!


¡Rayos! ¡La Consumisaría le había localizado! Kilopondímetro atrancó la puerta con una silla, como en las películas, y salió a escape, intentando largarse por la ventana pero, al abrirla, se dio de manos a boca con otro agente que le esperaba subido a las cuerdas de tender con un trabuco de los gordos. Kilopondímetro dió media vuelta a gran velocidad, pero ya un tropel de consumisarios entraban por la puerta, y es que la silla era de Ikea y cedió al primer empujón. Se echaron encima de Kilopondímetro Perkins y le pusieron las esposas.


- ¡Kilopondímetro Perkins! – dijo el consumisario López Gayumbos – Se le acusa de violar las leyes sobre consumo en veinte grados diferentes. Agentes, registren esto y recojan toda la evidencia.

- ¡Grrrr! – dijo Kilopondímetro Perkins - ¡Suéltenme! ¿Quién se ha chivado? ¡Seguro que ha sido el loro, sabía que no debía fiarme de él! ¡Qué me suelten!

- ¡Calle ya! – berreó el consumisario – Ya tendrá tiempo de hablar delante del juez. ¡Llévenselo!

- ¡Déjenme! ¡Se van a acordar de esto! ¡Yo he sido director de operaciones!


Pero se llevaron a Kilopondímetro Perkins, y a los pocos días fue llevado a presencia del juez Jodercio el Imponente, para ser juzgado por sus crímenes.


- ¡Kilopondímetro Perkins! – dijo el juez Jodercio con voz imponente – Se le acusa de conculcar...

- ¿De qué? – dijo Kilopondímetro, que era un poco bestia.

- ...de...de saltarse todas las leyes de consumo habidas y por haber – terminó el juez – Tiene la palabra la Consumacusación.

- Gracias, Señoría – dijo el Consumacusador, que por cierto se llamaba Gárgaro Chivas, pero esto da igual – Demostraremos, sin lugar a dudas, la culpabilidad del acusado. Me gustaría presentar la prueba A-1.

- ¿Qué es la prueba A-1? – dijo el juez.

- Es el teléfono móvil del acusado – respondió el Consumacusador.

- ¿Y por qué no lo dice claramente, en vez de decir A-1?

- Es que así como que tiene más glamour, señor juez.

- No me jeringue, que tengo 40 juicios antes de comer. Al grano, Consumacusador.

- Ejem, sí, señor juez. Señor Perkins, ¿reconoce éste como su teléfono móvil?

- Sí – dijo Kilopondímetro.

- Que conste en acta que el acusado ha dicho “sí” – dijo el Consumacusador.

- ¿No le he dicho que abrevie y se deje de chorradas? – dijo, furibundo, el juez Jodercio.

- Perdón, señoría, je, je. El acusado reconoce que este móvil, un modelo de hace tres años es el suyo. Esto contraviene gravemente la ordenanza 27/10, que establece que se ha de cambiar de teléfono cada seis meses, así como la obligatoriedad de descargar un politono semanal. Este teléfono no tiene politonos ni nada.

- ¿Tiene algo que alegar el acusado? – preguntó su señoría.

- Ese teléfono todavía funciona bien. ¿Por qué me tengo que comprar otro?


Todos los presentes en la sala miraron a Kilopondímetro como si le hubieran crecido tres cabezas.


- ¿Me toma el pelo, señor Perkins? – dijo el juez, furioso - ¿Me está diciendo que no conoce la gravedad del delito? ¿No se da cuenta de que, si no consumimos constantemente, la economía no se sostiene? De ahí la importancia de observar las leyes de consumo obligatorio.

- A mí me vale con ese móvil– dijo el ingenuo Kilopondímetro.

- ¡Grrr! – dijo el juez - ¡Prosiga la Consumacusación!

- Con gusto, señoría – dijo el consumacusador - Presento ahora la prueba B..., esto, estos libros que el consumisario López Gayumbos requisó en casa del acusado, y que éste ha reconocido como suyos.

- ¡Vaya libros más viejos! Y algunos tienen una etiqueta en el lomo, ¿qué es?

- Señoría, es monstruoso, pero hay que decirlo. En su declaración, el acusado ha admitido que compra libros de...de segunda mano – dijo, con visible repugnancia, el Consumacusador – Y no sólo eso, ¡también los coge de la biblioteca!

- ¡Será degenerado! – dijo el juez - ¡En lugar de comprar y consumir como loco, recupera y comparte! ¿Se cree muy listo, verdad, Perkins? ¡Se le va a caer el pelo!

- Er, puede ser una pregunta tonta – dijo Kilopondímetro – pero, ¿por qué no tengo abogado?

- ¡Porque no me da la gana! – tronó el juez - ¡Termine, Consumacusador!

- Sí, su señoría. Por si lo anterior fuera poco, el acusado se ha confesado culpable de otro crimen tremendo. Señor juez, estamos ante un...¡hipotequicida! ¡Kilopondio Perkins no tiene hipoteca!


Al juez estuvo a punto de darle un vahído al oír esto. Bebió un poquito, se recompuso, y gritó:


- ¿Es posible? ¿Es que usted no tiene conciencia, Perkins? ¿Quiere cargarse todo el sistema? ¿Cómo piensa que va a funcionar todo si usted no acumula deudas? Para inconscientes como usted se hicieron las leyes: todo el mundo tiene que tener una hipoteca, y todo el mundo está obligado a consumir al menos un 90% de sus ingresos. ¡Ya he oído bastante! ¡Póngase en pie el acusado! – Kilopondímetro se puso de pie, un tanto acongojado - ¡Kilopondímetro Perkins! ¡Le condeno a treinta años y un día de hipoteca con un interés del 12%! Además, el acusado deberá presentar un teléfono móvil nuevo y flamante todos los primeros de mes en la Consumisaría más próxima a su domicilio. Además, debe apuntarse a todos los canales de televisión de pago. Además, en el plazo de 30 días, debe tirar todos esos libros y comprarse 3 toneladas de DVDs de la cantante de moda, que deberá renovar trimestralmente. Además...


Kilopondímetro Perkins se despertó bañado en sudor. Parece que se le había ido la mano con la cazalla, y se había dormido en el sofá. ¡Menuda pesadilla! Y entonces...


- ¡Bzzzzzz! ¡Bzzzzzz! ¡Bzzzzzzz!