viernes, 28 de marzo de 2008

Delirio 4: los peligros de la filosofía

Últimamente, a mí y a mi loro, Puto Bocazas, nos ha dado por la lectura filosófica. Hoy le veo muy metido con un volumen especialmente voluminoso, y valga la redundancia, así que le digo:

- Puto Bocazas, te veo muy enfrascado con ese libraco. ¿Qué estás leyendo?
- Estoy leyendo a Kikirikigaard.
- ¿El famoso gallo filósofo?
- El mismo. ¿Y tú, qué estás leyendo?
- Yo estoy leyendo las obras completas de Heidigger.
- ¿El famoso filósofo que vivía en los Alpes con su abuelito?
- Efectivamente. ¿Y qué conclusiones saca Kikirikigaard?
- Dice que el Absoluto se encuentra en una nota del cuarto compás de “Epistrophy”.
- ¿Dice en cuál?
- Pues no.
- ¿Y si no sabe qué nota es, cómo sabe que el Absoluto está ahí?
- Pues no sé. ¿Qué opina Heidigger al respecto?
- Dice que el Absoluto está en un ultrasonido producido por la voz de Sarah Vaugahn.
- ¿Y cómo sabe que está ahí, si no puede oír los ultrasonidos?
- Supongo que por deducción filosófica. Si un árbol cae y no hay nadie cerca para oírlo, ¿hace ruido? Y todo eso.
- Me parece que te estás empanando, Troglo.
- Ni hablar. Mira, por ejemplo, tú no tienes existencia real, aunque lo parezca.
- ¿Eh?
- Si yo no escribiera, ¿existiría Puto Bocazas?
- ¡Claro que existiría!
- ¡Qué va, Puto Bocazas! Tú sólo eres una idea, un arquetipo, algo producido por mi deteriorado cerebro, pero no tienes existencia material.

Y en este momento, ¡FLOP!, Puto Bocazas ha desaparecido.

- ¡Puto Bocazas! ¿Dónde te has metido?
- ¡Grrrr! – me llega su voz iracunda desde el limbo - ¡Me he convertido en una idea, por tu culpa, y ahora no tengo existencia real! ¡Reformula ahora mismo tu argumento para que pueda volver, o te vas a enterar! ¡Y no toques mi cubata!
- ¡Je, je, je! Bueno, realmente no tiene importancia si existe el mundo real o no, puesto que no tengo acceso directo a él más que por mis sentidos. Así que lo que mi cerebro discierne es lo real para mí, por tanto ese loro bocazas existe…

Y dicho esto ¡FLOP!, Puto Bocazas vuelve a aparecer. Lo que pasa que aparece cabeza abajo sobre el sofá.

- ¡Jo, jo, jo! ¡Vaya pinta tienes!
- ¡Esto no va a quedar así, Troglo! – dice mientras se da la vuelta y recupera la dignidad - ¿O te crees que tú existes?
- Claro que existo. Estoy escribiendo esto ahora mismo.
- Si pero, ¿qué es Troglo Jones? Es un conjunto de influencias, de personalidades, de plagios conscientes o inconscientes. No es un ente único, sino una multiplicidad de cosas.

Y, de repente, ¡FLOP! ¡FLOP! ¡FLOP!, me empiezan a brotar del cuerpo cabezas, y brazos y piernas de otra gente.

- ¡Puto Bocazas! Mira lo que has hecho, loro traidor, me has convertido en una multiplicidad de influencias. ¡Señora, no toque eso, que es mío! ¡Sácame de aquí, que esto es muy incómodo, no hay sitio para tanta gente! ¡Reformula tu argumento ya mismo!
- ¡Jua, jua, jua! Para que te enteres. Bueno, es posible que todas esas influencias puedan generar un nuevo ente, individualizado e independiente, llamado Troglo Jones.

Y entonces, ¡FLOP! ¡FLOP! ¡FLOP!, todas las cabezas, brazos y piernas empiezan a desaparecer y vuelvo a ser uno sólo.

- ¡Uf! Menos mal, qué mal rato he pasado…
- Pues no te imaginas la angustia existencial de no tener existencia real.
- Está bien, firmemos una tregua, Puto Bocazas. Esto de la filosofía es peligrosísimo para la salud.
- Eso es verdad.
- Hagamos algo que realmente desarrolle nuestro espíritu. Pásame el “Marca”.
- Te lo cambio por la Pleiesteision.

Esto es otra cosa. Este Luis Aragonés sí que es sabio de verdad, lo que pasa es que no le entienden.

jueves, 27 de marzo de 2008

Delirio 33: noche de ronda

Pues estaba yo leyendo el periódico cuando vi una noticia que me hizo dar un salto en el sillón. Inmediatamente, llamé a mi loro, Puto Bocazas:

- ¡Puto Bocazas, ven, corre!
- ¿Qué pasa ahora? – dijo, mientras revoloteaba a mi alrededor y se me posaba en el hombro.
- ¡Mira lo que pone aquí! ¡Van a exponer el legendario saxofón de Alejandro Magno en el Museo de Ciencias Naturales!
- ¿Cómo? Dicen que ese saxofón tiene propiedades mágicas. Si lo tocas, eres como Charlie Parker y el flautista de Hamelin juntos. Se supone que tiene efectos hechizantes sobre la peña. Podríamos ser los amos del mundo, je, je. Oye, ¿y por qué está en el Museo de Ciencias Naturales?
- ¡Vaya usted a saber! Yo creo que ese Museo es como las estanterías de jazz de las tiendas. Si no sabes de qué coño es un disco, lo pones en jazz. Esto debe ser parecido. ¡Puto Bocazas, ese saxofón tiene que ser nuestro! Esta noche nos colamos en el Museo y lo afanamos. ¿Tú no tenías un primo que trabajaba allí o algo?
- ¡Qué coño trabajaba! ¡Es un papagayo que está disecado, pedazo de bestia!
- Bueno, lo que sea. Pero tú conoces ese museo, ¿a que sí?
- Sí, como soy tan cotilla, me estuve metiendo por todas las dependencias. Si algún empleado me veía, me quedaba tieso, como si estuviera disecado, y no sospechaban nada.
- ¿Y dónde pueden tener metido el saxofón de Alejandro Magno?
- Bueno, había un sótano donde tienen una caja fuerte bastante tocha, seguro que está allí.
- Pues manos a la obra. Saca los trajes de ninja, y vamos para allá.

No sé si habéis visto alguna vez un loro vestido de ninja, pero es digno de verse. Yo, en vez de katana, llevo un garrote imponente, que meto en una funda que llevo cruzada en la espalda. Así que, allá vamos…



- Puto Bocazas, debo reconocer mi admiración por la habilidad con que has aplicado el toque del sueño con el pico a ese segurata. Ni el mandarín Ku Ñao lo hubiera superado.
- Psst, unos añitos de entrenamiento. No tiene importancia.
- Y con este plano que le hemos mangado, no podemos fallar. A ver, tenemos que subir por aquella escalera que baja.
- ¡Tienes el plano del revés, cenutrio!
- ¿Tú no te equivocas nunca? Bueno, vamos allá. ¡Joder, qué oscuro está esto! Enfoca bien la linterna, Puto Bocazas, que me voy a partir la crisma. ¡Brrrr! ¡Qué sitio más siniestro, me estoy empezando a poner nervioso! ¿Por qué no cantas algo para insuflarnos ánimos?
- ¡♪♪ Caperucitaa ♪!
¡♪ Caperucita roja ♪♪!
¡ ♪ El día que te cojaa ♪
te voy a sacar brillooo ♪♪!
- ¿Pero qué dices, animal? ¿Quieres que nos empapelen por pornografía? ¡Los censores de Blogger nos acechan como halcones! ¡Grrrr! ¡Mira la canción que se le ocurre!
- ¿No era una canción para elevar el ánimo?
- ¡Pero no ese tipo de ánimo! Yo pensaba en el himno de la legión, o algo parecido.
- Bueno, ¿se te han pasado los nervios, no?
- Mira, eso es verdad. ¡Ay! ¿Qué hay aquí? Vaya, si es la caja fuerte, la hemos encontrado, Puto Bocazas. ¡Joder, qué grande es! A ver si encuentro la rueda de la combinación, ah, aquí está. Hum, ¡qué raro! Le doy vueltas y vueltas pero no…
- ¡Troglo! ¡La caja está aquí! ¡Eso es la nevera, le estás dando vueltas a un imán de esos de sujetar la lista de la compra, borrico!
- ¿Eh? Bueno, una mala noche la tiene cualquiera, a ello. Súbete a la caja y dime que oyes cuando giro la rueda. Dos a la derecha, tres al revés…
- Hace “clic, clic, clic”.
- ¿Y ahora?
- Ahora “clac, clac, clac”
- ¡Pues si he hecho lo mismo que antes! ¿Y ahora?
- Ahora “cloc, cloc, cloc”.
- ¡Si he vuelto a hacer lo mismo! ¡Grrr, esta caja me está vacilando, ya he perdido la paciencia! ¡Apártate, Puto Bocazas!

Entonces, desenfundo el garrote, y le arreo tal estacazo a la caja fuerte que la parto por la mitad, ante el asombro del loro.

- ¡Jobar, Troglo! ¡Qué potencia de fuego tiene ese garrote!
- Ya te digo. Fue forjado en Extremadura por el Maestro Urelio, de un nogal derribado por un meteorito. Es como la espada del rey Arturo, pero en bruto.
- ¿Y se llama también Excálibur?
- Yo lo llamó Escóñador.
- Muy propio. Bueno, a la faena. ¡Je, je, aquí está el saxofón de Alejandro Magno! ¡Mira cómo brilla!
- ¡Y qué suave va! Oye, tiene una inscripción aquí. ¿Será un sortilegio?
- ¿Una inscripción, a ver? ¡Me cago en mi calavera! ¡Qué sortilegio ni qué, pone “Hecho en Albacete”! ¡Este saxofón es más falso que el flequillo del Dioni!

¡Vaya plancha! Así que hemos salido del Museo, y nos hemos sentado a meditar en el monumento ese que parece un cubo que hay a la entrada. Había un trío de macarras, pero Puto Bocazas se ha ocupado de ellos en una actuación digna de Matrix. Es mejor no ponerse delante cuando está rebotado.

- ¡En fin, Puto Bocazas! ¡Qué faena!
- ¡Bah, qué le vamos a hacer! Para relajarnos, vamos a tocar algo. Toma, he traído un trombón de varas portátil. Y para mí, un piano de bolsillo.
- ¡Es increíble lo que te cabe debajo del ala! Oye, que se me está poniendo el organismo de Jay Jay Jonhson. ¿A ti no se te pone cuerpo de Winton Kelly?
- ¡Al lío, Troglo! “Time after time”.

¡Ay! Si no fuera por estos momentos.

martes, 25 de marzo de 2008

Cuentos de los mandarines: la ingratitud de los siervos

En su despacho, rodeado de sedas, jade, y antigüedades sin precio, el insigne mandarín Ku Ñao dormitaba, influenciado por la tres piernas de cordero mongol y la botella de Ri-O-Ja que se había apretado en la comida. Su cuerpo se bamboleaba peligrosamente hacia delante, hasta que de repente, ¡plaf! sus egregias narices chocaron con el borde de la mesa:

- ¡Ay, Ko Ño! ¡Qué To-Ña-Zo! ¡Kachis Tó! ¡PAR DI YOO!
- Oigo y obedezco, Maestro – dijo el discípulo Par Di Yo, apareciendo raudo en el despacho.
- ¿Acaso no te he dicho ya, Par Di Yo, que forraras con suaves almohadas los bordes de mi mesa para evitar accidentes? – dijo Ku Ñao mientras se acariciaba sus doloridas napias.
- Er, pues no, Maestro. Es la primera vez que me lo decís. ¿Os encontráis bien, Maestro? Se os están hinchando las narices.
- ¡Grrr! ¡Tú si que me hinchas las narices, Par Di Yo! ¡Cumple mis órdenes, a escape! ¡Espera! Antes de irte, infórmame de tus conversaciones con nuestro colaborador, Chin-Chón. ¿Cuándo empieza la tarea?
- Ejem, bueno, veréis, Maestro. Como me dijisteis, le llamé para decirle que realizara esos desarrollos para nosotros.
- ¿Cuánto oro le ofreciste, Par Di Yo, que tú eres un manirroto?
- La tarifa mínima, Maestro, como siempre me decís. El caso es…
- ¿Qué? ¡Habla, Par Di Yo, no te quedes mudo cuál rana afónica!
- Maestro, me ha dicho que por esa cantidad, no le interesa hacer el trabajo.
- ¿Qué? ¡Las maldiciones de los dioses borrachos caigan sobre su indigna cabeza! ¿Este es el agradecimiento que nos muestra? ¡Con todo lo que hemos hecho por él, ahora que le necesitamos nos deja tirados! ¿Se han perdido todos los valores de los antepasados? ¡El Imperio peligra, Par Di Yo, cuando uno ve esto!

Pero sucedía que aquel día, un compañero bromista le había metido a Par Di Yo en el Bo Ka Ta una seta de extraño aspecto, que afectaba al cerebro de quien la tomaba de forma opiácea, así que Par Di Yo contestó:

- Bueno, Maestro, si no es insolencia…¿qué hemos hecho nosotros por él?
- ¿Que qué hemos hecho? ¡Le dimos trabajo, Par Di Yo! ¿Te parece poco?
- Maestro, lo decís como si le hubiéramos recogido de la calle, como un mendigo alcoholizado, le hubiéramos metido en casa, y le hubiéramos vestido y cuidado.
- ¿Qué dices, Par Di Yo? ¿Te has vuelto loco?
- Maestro, lo único que hicimos fue darle trabajo cuando nosotros necesitábamos manos. Fue una negociación, un toma y daca, en la que siempre intentamos pagarle lo menos posible. ¿Por qué tiene que haber ningún tipo de agradecimiento por ninguna de las partes?
- Si yo te hago un favor, debes estarme agradecido, Par Di Yo. ¿No te parece justo? ¿No es lo que dice Confucio? ¿No es de bien nacidos ser agradecidos?
- Pero es que no le hemos hecho ningún favor, Maestro. Le hemos dado trabajo porque a nosotros nos interesaba. Debes agradecimiento cuando alguien hace algo por ti que no le beneficia, o incluso le perjudica. Si yo pido a mi hermano que me ayude a pintar las puertas, le debo agradecimiento, porque él lo hace pese a ocuparle tiempo que podría emplear en otras cosas. Pero no es el caso. Aquí solo actúa la conveniencia. ¿Debería estar agradecido a un pintor al que pago por su trabajo?
- ¿Pero qué te ocurre, Par Di Yo, eres Ko-Mu-Nis-Tá de repente? ¿Acaso no le dimos una oportunidad? ¿No demanda eso agradecimiento?
- Y él ha respondido con su trabajo, Maestro. ¿Qué agradecimiento podemos pedir mejor que un trabajo eficaz? Esto es una transacción, un contrato, no algo que se haga por amor. Lo hará si le conviene, porque ese es el negocio. Igual que nosotros, si encontráramos quien lo haga por un céntimo menos, no volveríamos a llamarle. ¿O no es así, Maestro?
- Ejem, bueno, Par Di Yo, eso no viene al caso. Pero, ¿no hablan tus filósofos también de coherencia, Par Di Yo, además de conveniencia? Hay que estar a las duras y a las maduras, no coger sólo lo que te interesa cuando te interesa.
- ¿Qué significa esto, Maestro? ¿Qué la gente tiene que trabajar obligatoriamente por aquello que le ofrezcamos? ¿Son trabajos forzados? La gente tiene derecho a preferir no trabajar que a trabajar en determinadas condiciones, Maestro, eso tenemos que admitirlo.
- Par Di Yo, estás agotando mi fenomenal paciencia. Ya no se va a contar más con este desagradecido, busca otro colaborador de ahora en adelante.
- ¡Pero si siempre ha trabajado a entera satisfacción! ¿Si no trabaja por lo que nosotros queramos pagarle nos vengamos de él? Maestro, no puedo entender que alguien a quien tú pagas por su trabajo te deba agradecimiento, como si le dieras limosna. ¿Y por qué nosotros a él no le debemos agradecimiento? Muchas veces, el trabajador nos regala sus horas. Y nosotros nunca le pagamos extra. ¿Por qué nos debe algo?
- Par Di Yo, hay una vieja ley mandarínica que ofrece apoyo total a la idea de que el trabajador debe agradecimiento a la empresa, mientras que la empresa no se lo debe a él.
- ¿Y cuál es esa ley, Maestro?
- La del Em-Bu-Do, Par Di Yo.
- Cierto, Maestro. Los mandarines siempre pueden invocar esa ley cuando las cosas se ponen feas.
- Sí, Par Di Yo, no lo olvides porque es una de las mejores armas con las que contamos. Así que, en virtud de esta ley, sal pitando, fórrame la mesa y no vuelvas a contar con ese desagradecido.
- Sí, Maestro.
- ¡Y no sé lo que habrás tomado, pero no vuelvas a tomar cosas raras, Par Di Yo, que no te sientan bien!

Y los escribas recogieron la moraleja de esta triste historia en estos versos:

Si no haces lo que te digo
por escasas cuatro perras
serás desagradecido
e irás a la lista negra.

lunes, 24 de marzo de 2008

Delirio 21: el misterio de la torrija

Pues me ha pasado una cosa de lo más rara esta Semana Santa. La cosa fue así, más o menos:

- Bueno, Troglo – me dijo mi loro, Puto Bocazas – Ha llegado la hora de zamparse las torrijas.
- Tienes razón, vamos a ver si somos capaces de zampárnoslas todas de una sentada.

Puto Bocazas voló hasta la cocina y, de repente, escuché un desgarrador alarido:

- ¡Aaaarhg!
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
- ¡Falta una torrija! ¡Ha desaparecido!
- ¡Pues es verdad!

Inmediatamente, mis sospechas recayeron en el loro. El problema es que no le había perdido de vista desde que habíamos hecho las torrijas, porque no me fío. Pero había entrado antes que yo en la cocina, ¿no podía haberse zampado la torrija y ahora estar montando el numerito? Pero no, sólo había entrado un segundo antes que yo, y ni siquiera Puto Bocazas es capaz de zamparse una torrija en ese tiempo sin dejar rastros visibles. Por su calculadora mirada, vi que él se estaba haciendo las mismas preguntas respecto a mí, y había llegado a la misma conclusión.

- ¡Qué desgracia más grande! – sollozó Puto Bocazas.
- ¿No estás exagerando un poquito? Todavía quedan 59 torrijas.
- ¿Ah, sí? Vale, pues cómete tú sólo 29.
- ¡Una leche! Yo quiero mi dosis de 30.
- ¿Lo ves? Ya está liada.
- A ver, a ver, procedamos con orden. Una torrija no desaparece así como así, ni tiene patas. Alguien tiene que habérsela jalado, pero ni tú ni yo hemos podido ser, porque nos hemos estado vigilando.
- Pues no puede ser nadie de fuera, porque no hemos salido de casa y todo está cerrado a cal y canto, incluyendo las persianas, para que los pelmazos a los que debemos dinero no sepan que estamos aquí.
- ¡Qué misterio! ¿Habrá algún tipo de animalejo en casa, aparte de ti?
- ¿O de tu padre, por ejemplo? No, no es posible, habríamos oído algo. ¡Oye, espera un momento!

Y Puto Bocazas se acercó a las torrijas y empezó a olisquearlas.

- ¿Estas torrijas están hechas con la receta del abuelo Jones? – me preguntó.
- Claro, según manda la tradición.
- El ingrediente secreto de las torrijas del abuelo Jones es el whisky de garrafa. ¿No te habrás pasado en la dosis?
- Ni hablar, para 60 torrijas hay que echar 10 botellas de whisky de garrafón, es la dosis mínima recomendada por la OMS y el abuelo Jones.
- ¿Y por qué sólo falta una? ¡Un momento! ¡Ya tengo la solución! Y todo ha sido porque lo dejas todo tirado por medio.
- ¿Qué tendrá eso que ver?
- ¿Qué pinta ese clarinete en la cocina?
- Pues no sé, se me olvidaría guardarlo.
- ¿No ves, tontainas, que la fuente de las torrijas está apoyada en el clarinete por uno de sus lados? Esto hace que la fuente se incline. De este modo, el whisky de garrafa que debería distribuirse uniformemente, se desliza hacía el otro lado de la fuente. Así, todo el whisky se acumula en un punto de la fuente, y la torrija que ocupa ese punto alcanza la masa crítica de garrafón, y sufre un desplazamiento espaciotemporal (ya sabéis que cuando uno se toma 60 ó 70 cubatas de whisky de garrafa, puede sufrir un desplazamiento espaciotemporal y aparecer en Chicago en el crack del 29, o cualquier otro sitio).
- ¿Así que la torrija se ha desplazado en el espacio y el tiempo? ¿Y dónde estará?
- ¡Quién sabe las aventuras que correrá esa torrija, Troglo! Quizá un día volvamos a encontrarla en nuestros viajes temporales. Espero que una torrija no cambie la historia, pero ya nos enteraremos.
- Pues no sé, pero en este disco de Stanley Turrentine ahora se llama Stanley Torrijine.
- Pues eso es que la torrija apareció en su casa, su madre se la comió y se quedó embarazada de Stanley, de ahí el apellido.
- ¿Si te comes una torrija desplazada en el tiempo y el espacio te embarazas?
- Claro. ¡Y tienes torr-hijos y torr-hijas! ¡Jo, jo, jo, jo!
- ¡Jua, jua, jua! ¡Qué chiste más malo, Puto Bocazas! ¡Estás acabado para el humor!
- ¡Jo, jo! ¡Ay, bueno! Espero que lo de Stanley no sea muy grave.
- Bueno, ya no tiene remedio. En fin, voy a comerme mis 29 torrijas y media.
- ¡Ni hablar! El clarinete es tuyo, así que tú has perdido la torrija. ¡Te tocan 29!

Así que me he quedado con hambre por culpa del clarinete. ¡Qué cosas!

PD: Espero que lo hayáis pasado muy bien en Semana Santa. Dos cosas: en la FNAC tienen un recopilatorio de Wardell Gray (me acordé porque habló de él Erradizo hace poco), disco doble a 8,95. Es raro, ya sabéis que los recopilatorios es siempre Duke Ellington, Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Stan Getz, pero… ¿Wardell Gray? Bienvenido sea. Y también han reeditado “Alrededor de la medianoche” (la pinícula) a 5,95. Lo tienen en documentales, no me preguntéis por qué.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Los garrafonautas

Bueno, pues sí, esto es lo que estoy viendo ahora mismo. Cualquiera que tenga un poco de cultura general sabrá que eso de arriba es Lincoln, Nebraska, en 1942. ¿Que qué pinto en Lincoln, Nebraska en 1942? Bueno, alguno ya habrá sospechado que he sufrido un desplazamiento espaciotemporal. Ya sabéis que cuando te tomas entre 60 y 70 cubatas de garrafa, sufres un desplazamiento que puedes aparecer en cualquier lugar y en cualquier época. Pero ahora lo hemos perfeccionado.

Veréis, mi loro, Puto Bocazas, ha inventado una máquina que ha bautizado como Garrafoneitor. Consiste en una especie de silla de peluquero, donde se coloca al garrafonauta, que en este caso soy yo. Se le aplica un tubo a la boca, que le dispara 60 cubatas de garrafón en 0,3 segundos, ni uno más ni uno menos, provocando el desplazamiento. Pero la cosa va más allá. Para fijar el lugar, Puto Bocazas ha descubierto que basta con escribir las coordenadas en un papel e introducírtelo por la oreja izquierda. Para fijar la fecha, resulta que basta con coger un calendario del año en cuestión, en este caso 1942, y metértelo por la oreja derecha. Es un poco incómodo, pero funciona.

¿Y por qué Lincoln, Nebraska, 1942? Bueno, ya sabéis que estamos buscando la manera de dominar el universo. Y hemos descubierto que los indios crow, que andaban por aquí, tenían una hierba alucinógena, que llamaban Peyote Bustamante, y que sólo crecía en el sobaco del coyote del jefe de la tribu. Lo que pasa es que, si te tomas esta hierba, te conviertes inmediatamente en una oveja. Bueno, no te conviertes de verdad, es una alucinación, pero a ti te lo parece, y los demás también te parecen ovejas. Así que planeamos echar esta hierba en los depósitos de agua, y cuando la gente se convierta en ovejas, tendrán que venir desesperados a que les demos el antídoto, porque ser una oveja es aburridísimo, por lo visto. El antídoto consiste en arrearles un cachiporrazo en plena cresta, pero tiene que ser con la fuerza justa, porque si no, se quedan oveja para siempre. Para esto, Puto Bocazas ha diseñado el Cachiporreitor, sistema que atiza cachiporrazos en la cresta con los kilopondios necesarios para sacarte del trance. Esto deja a la humanidad en nuestras manos, porque podemos convertiros en ovejas a voluntad, y sólo nosotros podemos desovejaros. Así que tendréis que ser nuestros esclavos y todo eso.

El plan no está mal, pero el Puto Bocazas todo lo ve muy fácil. “Pues cuando llegues a Linconln, Nebraska” – me dice – “buscas un hechicero crow jubilado y le sacas a leches el secreto del Peyote Bustamante”. ¡Nos ha jodido! Ahora ponte a buscar hechiceros crow. ¿Cómo lo haríais? Yo me he metido en un bar, he pedido las Páginas Amarilllas, y he buscado “Asociación de Jubilados y Pensionistas de los Hechiceros Crow”, he apuntado la dirección, y me voy para allá. ¿A qué nunca se os hubiera ocurrido? Por eso yo voy a dominar el universo, y vosotros no.

La Asociación es un lugar bastante deprimente, donde hay un montón de hechiceros crow viejísimos jugando al dominó. Y allí al fondo hay uno sentado en una mecedora, con pinta de tener 200 años y sonrisa de listillo. Sospechoso. Así que me acerco, y con la sutileza y poder de persuasión que me caracteriza le digo:

- ¡Dame ahora mismo el Peyote Bustamante, cabroncete! – y al tiempo le agarro salvajemente del pescuezo, estrangulándole un poco.
- ¡Arrrghhh! – dice él.
- ¡Que me lo des! – y aprieto más. Y, a resultas del apretón, expulsa a presión por la oreja un tubito de cristal que contiene unas hierbas. ¡Lo tengo! ¿Cuánto hará que lo tenía escondido ahí?

Así que agarro el tubito y salgo por pies. El problema es que parece que he causado cierto revuelo, y me van persiguiendo todos los hechiceros que, aunque son viejos, corren lo suyo. Mientras corro, me zampo el Pildorrafón, una pastilla que ha inventado Puto Bocazas de 60 cubatas de garrafa concentrados, y que te devuelve al punto espaciotemporal de partida. Y cuando me la acabo de tragar, uno de los vejetes me lanza un hacha de guerra, y si no me agacho, me cepilla. Lo malo que al agacharme se me cae el tubo y…

¡Flop! Estoy en casa. Y tengo al lado a Puto Bocazas, que todo ansioso me dice:

- ¿Lo tienes? ¿Lo tienes? ¿Lo tienes?
- Bueno, casi, lo tenía…
- ¡Joder, Troglo! ¡No me jodas! ¡No me digas que lo has perdido!
- Es que se me cayó en el último momento.
- ¡La hostia, qué oportunidad perdida! ¡Nunca serás nada en la vida, so patán, ya lo decía tu madre! ¡Ponte un momento en el Cachiporreitor, que quiero probar una cosa! ¡Grrrrr! ¡Grrrr!
- ¡Bueno, bueno, que no era tan fácil, coño! ¡A ti habría que haberte visto mientras me tiraban hachas de guerra cuando cruzaba el puente!
- ¿El puente? ¿Me estás diciendo que el Peyote Bustamante se te cayó al río?
- Pues creo que sí.
- ¡Ay, qué sospecha más mala tengo! ¡Lo mismo esa agua la usaron para beber! ¡Saca esos billetes de dólar que tienes guardados de recuerdo, corre!
- ¡Ya voy! ¿Pero qué te pasa? Aquí están. ¡Uy, coño! ¡Si en vez de la cara de Washington hay la de una oveja! ¡Y pone “One Ovejólar”!
- ¡La madre que te trajo, Troglo, eres un manazas! ¡Has cambiado la historia! Ahora seguro que ha desaparecido el jazz, porque las ovejas ya me dirás que jazz van a hacer.
- Bueno, Manolo Garcia…
- ¿Otra vez el chistecito de Manolo García? ¡Rayos! ¿Ves? ¡Están desapareciendo todos los discos!
- ¡Horror! ¿Y no tiene arreglo?
- Claro que tiene, porque tu imbecilidad es un factor que he calculado en mis ecuaciones. Sólo tengo que pulsar el “Reset” del Garrafoneitor, y ya está.
- ¿Con resetear el Garrafoneitor se deshace lo hecho? ¡Anda, es verdad, vuelve a salir George Washington! ¡Y los discos están volviendo! ¡Uf, qué alivio!
- ¡Grrr! ¡Otro plan a tomar por culo! A ver ahora que nos inventamos para conquistar el universo.
- Tranqui, Puto Bocazas, no pasa nada, ya inventaremos otra cosa. Venga, relájate.
- ¡Ya, ya, qué fácil es decirlo, con lo que he currado! ¿Pero qué…? ¡Ay, ja, ja, ja, no me hagas cosquillas!
- Vengaaaa. ¿Quieres que te cante “Night and day” suavecito, que sé que te gusta?
- ¡Je, je! ¡No, Troglo, que ya sabes lo tonto que me pongo con esa canción!
- ♪♪ Night and daayyyyy,…youu are the onnnee….♪♪
- ¡Prrrrrrrrrrrrtttttttttt! ¡Mmmmmmmmmm!

PD: Y es que, en el fondo, es un tierno. Por cierto, la foto es de John Vachon, está libre de restricciones de derechos de autor y, sí, es Lincoln, Nebraska, en 1942.
Feliz Semana Santa a everybody. Seguiremos perpetrando disparates.

lunes, 17 de marzo de 2008

Cuentos de los mandarines: la infalibilidad del destino

Cierto día del año del Mono, el mandarín Ku Ñao se estaba sacando brillo a las uñas cuando decidió hacer una nueva contribución al mundo, y llamó a su pupilo Par Di Yo:

- ¡Par Di Yo, aproxímate raudo, lagartija de montaña!
- ¡Siempre a las ordenes de vuestra mandarinez! – dijo Par Di Yo, apareciendo como por arte de magia en la puerta.
- Atiende, Par Di Yo, porque tenemos un nuevo encargo. Te lo voy a asignar a ti porque, aunque has demostrado siempre tener menos inteligencia que una cucaracha, por lo menos sales barato al mandarinato.
- ¡Gracias, oh Maestro!
- Tenemos que hacer un A-Che-Mén, Par Di Yo.
- ¿Un A-Che-Mén, Maestro? ¿Qué es esto?
- Un A-Che-Mén, asno de primavera, consiste en coger a varias personas y valorar su capacidad en distintas competencias y habilidades con diferentes ejercicios, pruebas y tests.
- ¡Ah! ¿Y por qué no lo llamamos valoración, en vez de ese nombre tan extraño?
- Par Di Yo, ¿es que te resetean el cerebro cada vez que sales de mi despacho? ¿No has entendido todavía, infame truhán, que cuánto más estrambótico sea el nombre que uso, más difícil parece lo que hago y más caro lo cobro?
- Cierto, Maestro. Lo había olvidado.
- Pues no lo olvides, Par Di Yo. Honra a la Patria, el Emperador y los Antepasados pero, por delante de todo, la Pas-Tá.
- ¿Y si la Pas-Tá entra en conflicto con el Emperador?
- ¿De verdad tengo que contestarte a eso, Par Di Yo?
- Er, no, Maestro. Pas-Tá, Pas-Tá, Pas-Tá.
- Así es, medita sobre la Pas-Tá todo el día y toda la noche. A lo que iba. Aquí tienes el listado de personas que pasarán el A-Che-Mén. Pero, sobre todo, que no se enteren de que es un A-Che-Men.
- ¿Cómo?
- Par Di Yo, en nuestro cliente, “Loto Agridulce”, el horno no está para pan chino. Si los honorables funcionarios se enteran de que van a un A-Che-Mén, pueden empezar a mosquearse, y preguntar para qué.
- ¿Y qué problema tiene eso?
- Par Di Yo, porque los objetivos del A-Che-Men son recolocar, despedir, promocionar o condenar al ostracismo. Si se enteran de esto, podrían empezar a crear ciertos problemillas relacionados con la objetividad que ocasionaran que nuestro cliente no pudiera hacer lo que le dé la gana. ¿Lo coges?
- Creo que sí, Maestro. ¿Y qué hay que decirles que es, entonces?
- Les diremos que se les convoca a un curso, y disfrazaremos el A-Che-Mén como si lo fuera. A todo el mundo le gustan los cursos, je, je. Así que se descuidarán, se creerán que los ejercicios que están haciendo son dinámicas propias de un curso, hablarán, y entonces…
- Pero, Maestro – interrumpió Par Di Yo - ¿es moral llevar a unos funcionarios a ser evaluados engañándoles? ¿La verdad no es sagrada?
- ¡Oh, Par Di Yo, con que ligereza usas grandes palabras! ¿La verdad? La verdad es etérea cuál flor de crisantemo. Ya lo dijo el gran poeta Lo-Pé:

En este mundo traidor
la verdad y la decencia
las define el pagador
a su propia conveniencia.

- Pero, Maestro…
- ¡Par Di Yo, que te callles, Ko Ño! ¡Haz lo que te digo y basta!
- Sí, Maestro. ¿Y en qué competencias y habilidades han de ser eval…formados esos funcionarios?
- Bueno, como todavía faltan un par de días para el A-Che-Mén, te da tiempo a inventártelas.
- ¿Un par de días? ¡¿Qué me las invente?!
- Así es, Par Di Yo, nuestro cliente no las tiene definidas. Ya sabes, lo de siempre: cuarto y mitad de Liderazgo, Trabajo en Equipo, esas cosas.
- Pero, Maestro, si yo no conozco nada del negocio del cliente. ¿Cómo vamos a fiar el futuro profesional de esas personas a unos nombres abstractos que yo me invento en dos días? ¡No sabré lo que mido ni por qué!
- Es que da igual lo que midas, Par Di Yo. Si los dioses ya han escrito el libro del destino, ¿qué podemos hacer los hombres?
- ¿Cómo? ¿Pero un A-Che-Mén no consiste en valorar…?
- Par Di Yo, ya que no coges las sutiles alegorías orientales, lo diré despacito para que entre en tu cerebro de gusano de seda: el cliente va a poner los resultados que le dé la gana, ¿entiendes? Lo único que hay que conseguir es que nuestro A-Che-Mén “ratifique” los resultados del cliente.
- ¿Me estáis diciendo, Maestro, que el cliente ya sabe los resultados que tiene que obtener en la valoración antes de que esta ocurra, y que nosotros tenemos que dárselos? ¿Qué el A-Che-Mén está amañado?
- ¡Amañado! ¡Qué palabra tan fea, Par Di Yo! Lo que pasa que el cliente tiene su criterio, y le gustaría verlo ratificado. Nada más.
- Pero, Maestro, en este caso, si el cliente piensa que alguien debería obtener una valoración alta en el A-Che-Mén y la obtiene baja cuando lo realiza, ¿significa esto que yo debo modificarle la valoración a Ka-Pón para que coincida con la del cliente?
- ¡Pero qué listo es mi Par Di Yo!
- ¿Y por qué el cliente no hace la valoración directamente y ya está, si el resultado va a ser el mismo?
- ¡Pero que bruto eres, Par Di Yo! Porque nuestro A-Che-Mén le da legitimidad, y la valoración no parece arbitraria.
- ¡Pero si es arbitraria!
- Par Di Yo, te encuentro hoy especialmente espeso, cuál salsa de soja caducada. ¡Te he dicho ya veinte veces que no importa lo que ES, sino lo que PARECE, aunque todo el mundo sepa que no es lo que parece! ¡Olvídate de Confucio ya, Par Di Yo, lo importante no es la esencia, es la apariencia! Nosotros lo único que hacemos es darle una coartada teñida de supuesta imparcialidad al cliente, para que haga lo que le dé la gana.
- Pero, pero, pero…
- ¿Vas a empezar otra vez a jeringar con la verdad, Par Di Yo?
- Yo…no, Maestro.
- ¡No pongas esa cara de seta china, Par Di Yo! Como te dije, si es voluntad de los dioses que el mundo sea como es, ¿quienes somos tú, o incluso yo, para cambiarlo? Sé filosófico, Par Di Yo, y trata de sacar la parte positiva.
- ¿La parte positiva? Maestro, ¿este disparate tiene parte positiva?
- ¡Pues claro, Bo-Ba-Li-Kón! Nuestro margen de beneficio será mucho mayor, ¿no lo ves? Da exactamente igual que las pruebas de evaluación que uses sean maravillosas o sean basura. Y da igual que utilices a buenos consultores o metas a Be-Ka-Rio y compañía. ¡Como al final es el cliente el que nos va a dar las valoraciones, pues todo da igual! Así que hagámoslo de la forma más Ku-Tré posible y a lo mejor me puedo comprar un Ya-Té de repuesto. ¡Je, je, je, je! ¡Jo, jo, jo! ¡JUA, JUA, JUAA! (risa de loco maligno).
- ¡Maestro, que me dan escalofríos…!
- ¿Eh? ¿Uh? Ejem, bueno Par Di Yo, hasta un mandarín puede perder un poco la compostura de vez en cuando. Es que pensaba en montañas de billetes y no sé qué me ha dado. ¿Y qué haces todavía aquí? ¡Sal a escape a preparar el A-Che-Mén! Y factura por anticipado, que de este cliente no me fío un pelo, tiene fama de poco ético.
- ¡Grrrmtxj!
- ¿Dices algo, Par Di Yo?
- Nada, Maestro. Siempre a vuestros pies.
- Vete en paz, Par Di Yo, pues hoy eres un poco más sabio que ayer.

Y esto fue lo que aconteció. Y quedó recogido en los pergaminos con estos versos:

Una vez sois mandarines
entendéis que la verdad,
me sale, y no es vanidad,
me sale de los cojines.


PD: Lamentable, pero rigurosamente histórico palabra por palabra. Y, no diría habitual, pero tampoco raro. Para los menos familiarizados con los A-Che-Men, buscar “assessment” y os haréis una idea de lo qué es.

Saludos a la familia Erradizo (The Erradizo’s, oye que buen nombre para un club de jazz), con los que tomé una cañita el domingo. Muy guapos todos. Fue un placer comprar e intercambiar discos, y espero que no sea la última.

viernes, 14 de marzo de 2008

Perfiles lamentables del jazz: Estalin de los Dolores

En nuestro viaje por esos perfiles lamentables de nuestra amada música, nos detenemos de nuevo en un músico de origen latino. En 1965, en el municipio dominicano de Cocoricoa, nació un niño extraordinariamente feo, al que su padre, comunista convencido y amante de la copla, puso el nombre de Estalin de los Dolores.

Estalin de los Dolores demostró su temperamento musical muy pronto, y se aficionó a los instrumentos de percusión tan caros a los músicos latinos, eligiendo la conga como instrumento de cabecera. Pero pronto empezaron sus problemas, ya que Estalin era débil de miembros, amén de más vago que la hostia. Así, cuando se ponía a tocar la conga, a los dos minutos estaba agotado de tanto mover los brazos, hasta el punto de que perdía el control de los mismos y acababa dándose de bofetadas. Ante la hilaridad que provocaba esta situación en el respetable, Estalin de los Dolores se juró a si mismo encontrar una solución.

La inspiración le llegó a nuestro protagonista de la frase “si la montaña no va a Mahoma…”. ¿Por qué tenía que mover los brazos para tocar la conga, que era tan cansado? Era mucho más fácil y cómodo dejar los brazos quietos y que fuera la conga la que se moviera. Así que diseño un sistema de cuerdas, poleas y muelles con un motor diesel, que aplicó a la conga, de forma que esta pudiera ser movida en distintas direcciones y con diferentes grados de fuerza. Y después diseñó un software inteligente, a través del cuál Estalin introducía la partitura de la pieza que quería tocar. Entonces, el software daba órdenes a la maquinaria que controlaba la conga, que era movida arriba y abajo, con el ángulo y fuerza necesarios, hacia las manos de Estalin, quien las mantenía cómodamente extendidas ante si. Así que podía estar tocando la conga durante horas. Cierto que era un poco incómodo salir al escenario con una conga que llevaba adosada media tonelada de maquinaria y un ordenador, pero era un inconveniente necesario.

El fin de su carrera llegó cuando Estalin de los Dolores, que era muy descuidado, se descargó en su ordenador fotos porno de una página sin certificación ISO. Esto introdujo en sus sistemas el terrible virus “Puto Bocazas”. Y aquello dio como resultado que, en su siguiente actuación, al introducir en el ordenador la partitura de “Almendra”, la conga se lanzara a funcionar a tal velocidad que comenzó a salir humo de las manos de Estalin de los Dolores. Este retiró entonces las manos y la conga, al no encontrar resistencia, siguió su camino ascendente, despegando del suelo y arrastrando con ella a Estalin de los Dolores. Aterrizó de forma violentísima varias horas después en un barrizal cercano a la frontera haitiana, cuando se le acabó el combustible al motor. Estalin de los Dolores salvó la vida, pero nunca pudo superar el ridículo que había hecho, y acabó dejando la música y haciéndose consultor. ¡Qué triste final!

jueves, 13 de marzo de 2008

Hoy es sábado

Hoy me he despertado y he dicho: “¡Anda, si hoy es sábado! ¡Qué bien!”. Y mi loro, Puto Bocazas, me ha dicho:

- ¿Cómo sábado? Si hoy es jueves
- ¿Puedes demostrarme que es jueves? - le he dicho yo.
- Mira el calendario, capullo. Jueves, 13 de marzo.
- ¿Y qué? Esa fecha no es más que una convención. Seguro que hay países donde, ahora mismo, no es jueves. Es miércoles, o viernes. ¿A qué sí?
- Bueno, claro, por el cambio horario…
- ¿Y qué sentido tiene eso, Puto Bocazas? Si es jueves, es jueves, tío. ¿Cómo va a ser jueves aquí y en otro sitio no?
- A ver, Troglo, no empieces con tus gilipolleces.
- Fíjate los chinos. O los musulmanes. ¡Si viven en un año diferente! Si para nosotros es 2008, y para Ku Ñao es, a lo mejor, 30015. Joder, pues si ni el año coincide, ¿por qué tiene que ser jueves? A ver, ¿quien tiene razón, estamos en 2008 ó en 30015?
- Bueno, depende del punto de vista, de cuando empieces a contar…
- Ahí está, si yo puedo empezar a contar por donde me salga de los huevos, entonces hoy puede ser sábado perfectamente. ¿O no?
- Bueno, visto así…
- Además, ¿cuantos jueves ha habido desde el principio de la Creación?
- ¡Yo que sé! ¡La hostia!
- ¿Ves? Tantos, que es chungísimo contarlos. Y además por el medio ha habido guerras y follones de todo tipo, luego es facilísimo que se haya perdido la cuenta varias veces, ¿no?
- Sí, cuando lo de la bomba de Hiroshima seguro que perdieron la cuenta.
- O en Vietnam, tío. A ver, si a ti te están tirando napalm y agente naranja por un tubo, te vas a preocupar si es jueves o martes, no jodas. Seguro que perdieron la cuenta y luego empezaron otra vez al tun tun, por un lunes, por ejemplo. Así que hoy puede ser perfectamente sábado, o cualquier otro día.
- ¿Sabes qué? Me has convencido. Vamos a seguir sobando.

¡Riiing!¡Riiing!¡Riiing!

- ¡Coge el teléfono, Puto Bocazas!
- ¿Y por qué no lo coges tú, si a mí nunca me llaman? ¡Grrr! ¿Sí? ¿Dígame?
- ¿Oiga? Soy la madre de Troglo, ¿con quien hablo?
- Soy Puto Bocazas, señora Jones.
- ¿Dónde está mi hijo?
- Está sobando, mayormente.
- ¿Ya está otra vez con la gilipollez esa del jueves que es sábado?
- Mismamente.
- ¡Yo! (esto quiere decir “la madre que lo parió”, pero dicho por tu propia madre suena raro). ¡Dile que se levante ahora mismo y se vaya a currar, que como vaya yo para allá se va a cagar!

Así que me he venido a la oficina. ¡Vaya mierda de sábado!

miércoles, 12 de marzo de 2008

Perfiles lamentables del jazz: Carmelitos Belahundé

En nuestro recorrido por perfiles lamentables y olvidados del jazz nos fijamos hoy en la figura del pianista Carmelitos Belahundé. Carmelitos nació en Piedras del Río, Cuba, de padre desconocido y madre también desconocida, es decir, que apareció a la orilla de un río sin saberse cómo. Ni corto ni perezoso, a pesar de su tierna edad de diez minutos, se dirigió a la cercana hacienda de los marqueses de Chupamarca, que le contrataron como recolector de mangos en prácticas, y le dieron el nombre de Carmelitos Descalzos Belahundé, por ser el santo del día.

Como a los marqueses no les gustaban los mangos, Carmelitos tenía mucho tiempo libre, que dedicaba a practicar con el piano de la casa. Y un día Carmelitos sufrió el accidente que le traumatizaría para el resto de su vida y supondría el despegue de su carrera. Mientras tocaba el piano, un malintencionado loro que tenían los marqueses, llamado Puto Bocazas, empujó la tapa del mismo, que cayó sobre los tiernos dedos de Carmelitos. Este dio un alarido descomunal e intentó asesinar al loro, que le había hecho mobbing desde el primer día. Pero sucedió que el loro era un enchufado así que, encima, a Carmelitos le pusieron en la calle. Este hecho provocó que Carmelitos desarrollará una fobia extrema a las teclas del piano, que ya no pudo volver siquiera a rozar sin volverse loco de ansiedad en toda su vida.

Aunque a primera vista parece un inconveniente grande para un pianista no tocar las teclas, Carmelitos no se arredró. Se fue a la capital, compró un piano a plazos, y se dedicó como loco a practicar con los pedales. “Ya que no puedo tocar las teclas” se dijo Carmelitos, “seré el mayor virtuoso del mundo tocando los pedales”. Y allí que se pasaba, horas y horas, ¡tap! ¡tap! ¡tap! dándole a los pedales del piano. Además, el piano le servía de vivienda, ya que por las noches se metía dentro.

Quiso la fortuna que Carmelitos conociera un empresario de variedades que no estaba muy bien de la cabeza, lo que le permitió debutar en el Teatro de Títeres de Canelagüay. Carmelitos asombró al respetable con su virtuosismo pedaleador. Los “¡oh!” y “¡ah!” se escuchaban por todo el teatro, porque ningún músico había conseguido nunca lo que Carmelitos: tocar el piano sin acercarse a las teclas.

Tras este gran triunfo, la carrera de Carmelitos fue fulgurante. Pero el éxito agrió su carácter apacible. Sucedía que Carmelitos necesitaba para sus actuaciones tener perfectamente afinadas las suelas de los zapatos. Así que contrataba afinadores de suelas de zapatos, pero era terriblemente exigente. El afinador le afinaba las suelas, Carmelitos las probaba, ¡tap! ¡tap! ¡tap!, pero nunca estaba contento, y entonces daba de puntapiés al afinador. Un mal día, Carmelitos tomó a su servicio a un afinador de suelas llamado Giorgione Capprone, que era conocido en su pueblo natal de Salchichone dei Fiori como “Il Tonttilocco”. Este, harto de los abusos de Carmelitos, le envenenó las suelas de los zapatos con crema Nivea. Cuando Carmelitos salió a escena, su ímpetu al entrar, la crema Nivea y las bruñidas tablas del escenario del Teatro 37 de Octubre de La Habana, precipitaron la catástrofe: Carmelitos pegó un fenomenal resbalón, dio tres vueltas de campana en el aire y cayó verticalmente de cabeza sobre el foso de la orquesta, yendo a aterrizar sobre la tapa de una alcantarilla, lo que le provocó la muerte, además de una fuerte jaqueca. Y aquí acabó su prometedora carrera.

Para que te fíes de la crema Nivea.

martes, 11 de marzo de 2008

Delirio 8: Conversaciones con un loro bocazas

- ¡Por fin en casa! ¿Pero qué…?
- ♪¡¡I’VE GOT YOUUUUUUU…UNDER MY SKIIIN!!” ♪
- ¡Puto Bocazas! ¿No te he dicho veinte veces que no cantes dando esos berridos? ¿No sabes que los vecinos se quejan?
- ¡Hombre, Troglo! A los vecinos, que les cunda, esto es arte. Que me denuncien, como soy un loro, me trae al fresco. Por cierto, ¿cómo quedó la cosa aquella de las elecciones?
- Creo que ganó Rajotero, pero no estoy muy seguro.
- Bueno, la verdad es que da lo mismo, porque ya les queda poco, je, je. Dime, dime ¿cómo van nuestros planes de dominación mundial?
- Pues los tengo un poco parados últimamente, es que no tengo tiempo…
- ¡La madre que te parió! ¡Si es que no tienes espíritu ni nada! ¿Cómo vamos a conquistar el mundo así?
- ¡Vale ya, coño, que pareces una madre! ¿Qué has hecho tú en todo el día, a ver?
- Me he licenciado en Derecho.
- ¡Pero qué graciosillo eres! Lorito real, lorito real,…
- ¡Quita, coño! ¡Qué es verdad, subnormal! Mira el título.
- ¡Vaya! ¡Pues sí que te ha cundido el día!
- Porque los loros somos seres hipermegainteligentes del copón.
- Ya. ¿Es por eso que tú estás en una jaula y yo soy la especie dominante?
- ¿Preguntas si es por eso que yo me paso el día tocándome las narices, escuchando jazz y con todas mis necesidades cubiertas mientras tú llevas años escoñándote a currar para no sacar más que mala leche?
- Retiro la pregunta.
- Demasiado tarde. El curro bien, ¿verdad? Je, je.
- No te cachondees encima. Esto no es una empresa, Puto Bocazas, esto es un blues.
- ¿Blues urbano o blues del delta?
- Del delta, del delta, del chungo. De ese que cuando lo oyes te sientes como si te estuvieran sacando las muelas del sufrimiento.
- ¡Vaya tela! En fin, lo que te decía, razón de más para acelerar la planificación para que me haga amo del mundo.
- Querrás decir para que nos hagamos.
- Claro, claro, ha sido un lapsus. Bueno, venga, menos rollo. ¿Hace una jam session para inspirarnos y coger fuerzas para conquistar el universo? He estado afinando el piano.
- ¡Tú sí que me conoces, Puto Bocazas! Pásame el saxo, anda.
- ¿Cuál, maestro?
- El barítono, que hoy me noto profundo. Venga, vuela hasta el piano. ¿Con qué empezamos?
- ¿”Blue Serge”?
- ¡Este es mi loro! ¡Y uno, y dos, y…! ♪ ♪ ♪ ♪ ♪ ♪

Bien está lo que bien acaba.

PD:
- Pssst, Puto Bocazas.
- ¿Qué pasa?
- ¿Tú crees que alguien se habrá dado cuenta de que esto no es un cuento mandarín, porque me lo he vuelto a dejar en casa?
- Hombre, yo creo que Mamen sí que se va a coscar.
- ¿Tú crees que se chinará? ¡Jo, jo! ¿Lo pillas? Como son “mandarines”, “chinos”, pues “chinarse”. ¡Jua, jua!
- ¡JO, JO! ¡JUA; JUA! Eres la monda, Troglo. Dame otro cubata, anda.

lunes, 10 de marzo de 2008

Lunes

¡Bueno, bueno! La de cosas que hay que contar. Pues resulta que, pero espera un momento, el teclado del ordenador de esta oficina tiene un aspecto comodísimo. Solo voy a apoyar la cabeza un momentito

ajgh08oaihopiuwhghajjgalkjglkjdljvlkajlkgjlkkjahlñhbfljhvlñjahouhgreoyfopuwahobhoiauuophvdoñjawlkdfpilujaoñuhboiwrghopihawpi`brjhopakkhr`pouipoa+igkpo+aj+pwrijupoiagwjpejfpoawebpib pni bvpibriojb+pn pi awejgpo+wiro+awop+iaajksjkfljal zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!!!!

¿Eh? ¿Uh? ¡Oooouuuuaaaah! (bostezako). Bueno, parece que me he quedado un poco traspuesto y, por supuesto, se me ha olvidado lo que quería contar. Una cosa que quería advertiros es que os paséis por El Corte Inglés, porque han puesto mogollón de discos de jazz a 6,95. Están, por ejemplo, de Lee Morgan, "The Sidewinder" y "The Rumproller", el "Open Sesame" de Freddie Hubbard, "Soul Station" de Hank Mobley, varios de Blakey con los Messengers, Horace Silver, Ornette Coleman, el "Outward Bound" de Eric Dolphy, un par de Donald Byrd, el fenomenal "Brilliant Corners" de Thelonius. La verdad que hay muchos. No digáis que no os avisé.


Este fin de semana también he visto un reportaje que se llama "Jesus Camp", un poco coñazo, pero escalofriante al respecto de fundamentalismos cristianos. Vaya tela.


Y, a riesgo de que me llaméis frikazo, he revisitado también este fin de semana una película que me encanta, “La sal de la tierra” (1954), del legendario Herbert Biberman, uno de los “Diez de Hollywood” que fue entrullado por el senador McCarthy por rojeras y por negarse a contestar las preguntas del Comité de Actividades Antiamericanas. Ni corto ni perezoso, con la Caza de Brujas aún en marcha, se piró a Nuevo Méjico y, con la financiación del Sindicato Minero y con actores que eran en su mayoría mineros reales y algunos profesionales incluidos en la Lista Negra, hizo una película sobre lucha obrera que sacó los colores al mundo. Por supuesto, le jodieron todo lo posible para que no pudiera hacerla. Llegando a que la actriz principal, la mejicana Rosaura Revueltas, fue deportada, y entró clandestinamente en los Estados Unidos para rodar las tomas que faltaban.

Lo que más me gusta de la película es la valentía a la hora de tratar todos los temas, parece increíble que esté hecha hace más de cincuenta años. Es una película que habla de dignidad. Un amigo mío diría que es una película “de cojones”. Pero no. Es de “cojones”, pero sobre todo de “ovarios”. Porque se enfrenta a un fantasma al que pocos osaban, a algo que solía pasarse por alto cuando se hablaba de igualdad: el machismo descomunal. Mucha dignidad al luchar para que no se te discrimine por tu raza o por tu clase pero,¿has mirado en tu casa? ¿Te atreves a pedir dignidad para ti y se la niegas a tu mujer? En fin, lo mejor es verla.

¡Qué cosas! Esta es una película cuyo estreno se prohibió en Estados Unidos (estuvo prohibida hasta 1965). Y, hoy, una copia está en el Archivo Nacional de la Biblioteca del Congreso, como una de las 100 películas de la historia que merecen ser preservadas para la posteridad. ¡Cosas veredes, amigo McCarthy!


Ya sé que debo una historia de los mandarines, a ver si mañana la puedo subir.


Oye, y enhorabuena por la victoria de Rajotero. ¿O era Zapajoy? ¡Qué duda!

viernes, 7 de marzo de 2008

Relaxin' at Camarillo

Desde luego, esto no es Madrid. El puente, el aire, el mar, esas letras en la montaña que pone Hollywood…No, Madrid no es. ¡Ay, madre, que me temo que ha vuelto a pasar! A ver la ropa…¡Joder, que traje! Ni es Emidio Tucci ni nada, y qué pasado de moda, y además negro. Y la camisa, ¡hostias! si llevo una camisa blanca, sin rayitas. Y la corbata es negra, y qué nudo más pequeño llevo. Sí, no cabe duda. He vuelto a sufrir un desplazamiento espaciotemporal, y me he trasladado a Los Ángeles en los años 50.

Si alguien lee esto pensará que estoy como una cabra, porque los desplazamientos espaciotemporales no existen. Claro que existen. Solo hay que saber la teoría que se oculta tras ellos. Y no penséis que hay teorías cuánticas, ni máquinas espectaculares. Bueno, a lo mejor sí hay teorías cuánticas, pero el factor desencadenante es de lo más pedestre: whisky de garrafa. Como lo oís.

Pensareis que esto es una chorrada más de las mías, que os han servido muchas veces whisky de garrafa y que no habéis aparecido en Los Angeles en los 50. No funciona así. Es cuestión sobre todo de cantidad. Si vosotros le echáis un dedal de gasolina al coche, sigue sin andar. Para sufrir un desplazamiento espaciotemporal tenéis que beberos entre 60 y 70 cubatas de whisky de garrafón. Y seguidos, nada de en varios días. Así que, si os apetece, hacer el experimento. Tomaros 60 ó 70 cubatas de whisky de garrafón, y luego me decís si ha habido un desplazamiento espaciotemporal o no.

Estos desplazamientos son, además, incontrolables. Lo mismo apareces en la Tercera Guerra Zulú que en las cuevas de Altamira. Así que un desplazamiento espacio temporal siempre es una lata. Pero ahora, además, es que estaban las elecciones. Si no volvía a mi propia línea espaciotemporal pronto, podría quedarme sin votar en blanco, y eso nunca, porque una tradición familiar es una tradición familiar.

Tenía que hacer algo, así que me dije, “tengo que encontrar un sitio donde un chiflado como yo pueda pasar desapercibido, y además pueda encontrar alguien que me ayude”. ¡Ya lo tengo!

Como estaba en medio de la calle, paré un taxi.

- ¡Al hospital mental de Camarillo! – dije.
- Volando, jefe.

¡Eso es! Allí pasaría desapercibido, y podría buscar la ayuda del saxofonista Charlie Parker, que solía pasarse unas temporaditas allí. Era importante encontrar a Parker porque soplaba tanto que conocía el secreto del desplazamiento espaciotemporal, y de hecho una vez me lo había encontrado en la Revolución Chipriota y habíamos cambiado impresiones sobre los mejores whiskies de garrafa.

- ¿Nunca le han dicho que es usted clavado a Humphrey Bogart? – le dije al taxista.
- Mayormente, soy Humphrey Bogart.
- ¡Anda! ¿Y por qué conduce un taxi?
- Lo del cine es sólo una afición. Esto es lo que hago para ganarme la vida de verdad.
- Pues fíjese que yo tenía otra idea de esto del cine.
- Nada, hay mucho mito. Hemos llegado. Son 900 dólares.
- ¿Qué dice?
- Hombre, tendré que pagarme la mansión en Beverly Hills.
- De acuerdo. Ahora no llevo suelto. Espere aquí, que ahora saldrá un señor vestido de rojo con barba blanca montado en un trineo que le pagará.
- De acuerdo.

Esto es lo bueno de estar en los 50, que la gente no está tan resabiada como ahora y se creen todo lo que les cuentas. Entré velozmente en el hospital, y dije:

- Estoy chiflado, ¿podrían internarme?
- No sé – dijo el tipo de la recepción - ¿Puede usted demostrar que está chiflado?
- Bueno, no me gusta un pelo la serie del doctor Jaus.
- ¡Rayos! ¡Sujetarle!

Así que catorce amables enfermeros se abalanzaron sobre mí y me pusieron una camisa de fuerza. Como veis, yo había acertado al suponer que Jaus ya la ponían en Los Angeles en los años 50. Cuando me metieron en el manicomio, me sentaron en una sillita en el jardín, y dije:

- Oigan, ¿podría ver a Charlie Parker? Sé que viene a menudo por aquí.
- ¿Parker? Se fugó anteayer.

¡Joder! Con esto sí que no contaba. Ahora tenía que fugarme yo también. Así que empecé a pasear por el jardín, disimulando, a ver si encontraba alguna posibilidad de fuga. En seguida me percate de que el muro del hospital tenía un agujero de unos 500 metros. Probablemente por aquí había salido el astuto Parker. Así que salí pitando.

Aún tenía el ligero inconveniente de llevar puesta una camisa de fuerza pero, dada mi experiencia, sólo tuve que dislocarme los dos brazos y la espina dorsal para poder sacar una mano, que levanté para llamar un taxi. Me metí en el coche a toda velocidad, y afortunadamente no era Humphrey Bogart. ¿Dónde podría encontrar a ese rufián de Parker? En un arranque de genialidad le dije al taxista:

- ¡Al Lighthouse Café, donde se reúnen los músicos de jazz!
- Volando, jefe.

¡Eso es! Ahí se reunían todos a tocar, seguro que lo encontraba allí. Mientras me quitaba del todo la camisa de fuerza, le dije al taxista:

- ¿Nunca le han dicho que es usted clavadito a Sigmund Freud?
- Mayormente, soy Sigmund Freud. Por eso no me he asustado al verle entrar en el taxi con una camisa de fuerza. Estoy acostumbrado a tratar con chiflados de todo tipo.
- Es una suerte. ¿Usted no era un psiquiatra famoso?
- Eso es una afición. Esto es lo que hago para ganarme la vida de verdad. Oiga, ese sombrero que lleva…
- ¿Le gusta?
- Los sombreros de copa son un símbolo fálico. El llevarlo indica que es usted un reprimido sexual peligroso.
- ¿Es usted idiota?
- ¿Ve? Esa hostilidad es la prueba palpable de que estoy en lo cierto.
- ¿Y si hubiera aceptado lo que me ha dicho?
- Entonces sería la prueba palpable de que estoy en lo cierto.
- Vaya, una variación del clásico “si sale cara gano yo, si sale cruz pierdes tú”. Sea como sea, soy un reprimido.
- Así es, ¿brillante, verdad?
- Bueno, los consultores hemos desarrollado mucho esa idea básica. Permítame un momento…

Y le atice con un ladrillo que siempre llevo para estos casos, en el occipucio, y lo dejé inconsciente. Lo metí en el maletero y conduje hasta que encontré el Lighthouse, en lo que invertí unas 6 horas, porque no tenía ni zorra de dónde estaba nada en aquella ciudad de los 50. Era de noche cuando llegué. Me mantuve un poco apartado, porque no quería llamar la atención. Me bajé del coche, y pensé en sacar a Sigmund Freud del maletero, por si cambiaba el futuro y eso, pero dije “¡anda ya!”.

Observé que un camión paraba en la parte de atrás del Ligthouse, y descargaba unas cajas. Me acerqué y vi que lo que descargaban era ¡Jack Garrafaniel´s! ¡El mejor whisky de garrafa del mundo! ¡Mi oportunidad!

Habiendo demostrado ya que el desplazamiento espacio temporal es posible con 60 ó 70 cubatas de garrafón, sabido es también que otros 60 ó 70 te devuelven al punto de partida, normalmente. Así que tenía que llegar al Jack Garrafaniel´s antes de que los músicos de jazz, personas de bajas costumbres, se lo bebieran todo.

Me colé subrepticiamente, y con el follón que había en el local, nadie se dio cuenta de como me metía detrás de la barra. En los años 50, el whisky se servía en bombonas de butano, a las que se conectaba una goma que a su vez se conectaba con un grifo. Así, el músico de jazz colocaba la boca directamente bajo el grifo y lo abría. ¡Qué tiempos aquellos!

Así que desconecté la goma del grifo y me la aplique a los morros, y chupe con todas mis fuerzas, intentando llegar a la masa crítica de garrafón en el menor tiempo posible, antes de ser localizado. Por desgracia, Shelly Manné me vió:

- ¡Eh! ¿Quién hay ahí? ¡Se está bebiendo el whisky!

Así que todos los músicos se lanzaron sobre mí con objetos contundentes y berreando como posesos. Yo incrementé el ritmo desesperadamente, y pegué un chupetón tan fuerte que me tragué la bombona. Me hice un poco de daño pero, por suerte, Bud Powell estaba dándome palmaditas en la espalda con una llave inglesa, lo que me ayudó a pasarla. Los muy bestias me maniataron, y Powell dijo:

- ¿Qué hacemos con él?
- Llevémosle ante la reina – dijo Manné – Que ella decida su castigo. ¡Je, je, je! – y se rió sádicamente.
- ¡La reina! ¡La reina! – decían todos como energúmenos.

¡La reina! No podía ser otra que la malvada baronesa de Koenigswarter, famosa por su crueldad. Ahora sí que estaba perdido. Me arrastraron mientras sonaba un poco tranquilizador ritmo de tam tam africano en la batería. Pensé que Art Blakey debía andar cerca.

Y entonces noté cómo que me desvanecía. Las cosas empezaron a hacerse borrosas, y al instante siguiente me encontré en la calle. ¿Pero dónde? Me palpé la ropa: sí, mi traje Emidio Tucci, la camisa de rayitas con las iniciales, y mi corbata naranja, con un nudo con el que se podría ahorcar a un caballo. Miré a mi alrededor: en cada farola, carteles con las jetas de los candidatos. ¡Sí! ¡Había llegado a tiempo para votar en blanco! Me dieron ganas de llorar de felicidad.

No me digáis que esta aventura no os ha dado sed. Yo me voy a tomar unos cubatillas garrafa gran reserva. Y, a todo esto, ¿qué habrá sido de Sigmund Freud? ¿Seguirá en el maletero?

jueves, 6 de marzo de 2008

Perfiles lamentables del jazz: Merllyton Flurrifingers

Hoy inauguramos nuestra sección de perfiles lamentables del jazz recordando la figura del lamentable trompetista Merllyton Flurrifingers. Nacido en el Pozo del Huevo, Ohio, en 1920, desde muy pequeño mostró una total falta de talento para la música y todo lo demás. Pero Merllyton nunca se dejó arredrar por esta carencia, y no fue la única limitación que tuvo que superar en su vida.

Merllyton escogió la trompeta como instrumento, y esto pese a encontrarse con un grave inconveniente: su falta de capacidad pulmonar, que le hacía incapaz de apagar una cerilla a más de tres centímetros de distancia. Una serie de radiografías y pruebas practicadas demostraron que Flurrifingers tenía los pulmones del tamaño de los de una lombriz de tierra.

Pero nuestro hombre no se rindió, y solucionó este importante problema de forma genial, inventando lo que desde entonces se conoce como el dispositivo Flurrifingers. Conectó un fuelle de chimenea a una goma, y conectó el otro extremo de la goma a la embocadura de la trompeta. Esto le permitía, presionando el fuelle con el pie, conseguir la potencia necesaria para hacer sonar el instrumento. Este primer dispositivo experimental tenía el inconveniente de que la gente se daba cuenta de que no era él quien tocaba, sino el fuelle, que se llevaba toda la gloria y ligaba como un loco. Así que Merllyton mejoró su dispositivo, de forma que conectaba la goma al fuelle, y se introducía la misma por el ano hasta que le salía por la boca. Entonces conectaba este extremo a la embocadura y, al pisar disimuladamente el fuelle con el pie, producía el efecto de que el que tocaba era el mismo Merllyton. Esto tenía el ligero inconveniente de que no podía quitarse la trompeta de la boca en ningún momento, pero era un precio pequeño a pagar por el triunfo.

Sí, parecía que con su invento, Merllyton Flurrifingers tenía la gloria asegurada pero, como suelen decir, poco dura la alegría en casa del pobre. Resulta que Merllyton, que era un hombre muy ordenado, guardaba siempre el pijama, a toda presión, dentro de la trompeta. De esta manera no le estorbaba durante el día. Pero un mal día, se olvidó de sacarlo de la trompeta antes de la actuación, y sobrevino la catástrofe. Al apretar el fuelle, la trompeta no emitió ningún sonido, ya que el pijama arrebujado impedía la salida del aire. Merllyton se puso nervioso y apretó el fuelle con más fuerza, pero nada sucedía. Desesperado, empezó a apretar el fuelle a toda velocidad y con toda su alma, hasta que la trompeta, por la enorme presión ejercida por el aire retenido, reventó en una tremenda explosión, desintegrando a Mellyton Flurrifingers y a su adorado loro, Puto Bocazas, que estaba sentado en primera fila.

¡Qué día tan triste para el Pozo del Huevo!



PD: La imagen es un cuadro de Nikolai Rednichenko. Aprovechamos para mandar un saludo al sr. Erradizo, que ha salido de la cueva.

martes, 4 de marzo de 2008

Aquellos maravillosos años

Era estupendo tocarse las narices.

Y allí estaba yo, sentado en un banco al sol, dedicado a mi actividad favorita. Sí señor, tocarme las narices.

Aprovecho para decir que mis narices son suaves, finas y rectas. Nariz griega, creo que lo llaman. Yo no soy griego, pero tengo una estupenda nariz, aunque me esté mal el decirlo, porque es mía y eso.

Y en estas estaba cuando llegó Charlie Parker, y me dijo:

- ¡Me han robao el saxofón!

Charlie es un buen chico, aunque un poco plasta. Siempre está perdiendo cosas, y tiene la mala costumbre de interrumpirme cuando me toco las narices.

- Lo habrás perdido, como siempre – le dije yo. Tengo bastante tendencia a usar frases de madre, como veis. Ya lo decía mi madre, “!siempre dices frases de madre!”. ¿Qué estaba yo contando? ¡Ah, sí!
- Te juro que esta vez no – me dijo Charlie – Ni lo he vendido, ni empeñado, ni nada por el estilo. Me lo han robado – y, de pura desesperación, se puso a tirarse de los pelos de los sobacos, porque los de la cabeza los tenía muy cortos y no había manera.
- Está bien. Este es un trabajo para Troglo Jones.

No sé por qué dije eso, porque a mí no me gusta trabajar, pero soy hombre de palabra, así que me levanté del banco, me puse el sombrero de copa y llamé por teléfono a mi loro, Puto Bocazas, para decirle que no iba a comer. Se puso como una fiera porque había hecho paella, pero esto es otra historia. Así que le dije a Charlie, le dije:

- Vamos a investigar.
- ¿Por dónde empezamos? – me dijo él.
- Lo normal es que el saxofón te lo haya robado un músico, porque son gente de vida disipada y corrupta.
- Cierto – dijo el tío cínico.
- Y los de jazz todavía más. Así que tenemos que localizar músicos de jazz. Será fácil porque siempre están en el bar. Por tanto, sólo tenemos que recorrer todos los bares de la ciudad hasta que demos con el saxofón.
- Me parece un buen plan – dijo el tío cínico.

Y allá que nos fuimos. Cuando habíamos recorrido cien bares, la cosa iba bien. Una vez que recorrimos doscientos, me dolían un poco los pies. Además, no sé qué me pasaba que cuanto más bebía, más borracho iba. Y cuando llegamos al bar trescientos, oímos algo que nos hizo sospechar. Alguien gritaba detrás de la puerta del reservado: “¡Ten cuidado con el saxofón de Charlie Parker, coño, que lo vas a romper!”. ¿Sería una pista? Además, salía música de jazz de detrás de aquella puerta. Yo creo que era “Moose the mooche”, pero podía ser “Paquito el Chocolatero”, tal era mi estado.

- ¡Mi saxofón! – dijo Charlie Parker. Y salió corriendo hacia la puerta. Yo me adelanté, me quité el sombrero y la embestí de cabeza. Al oír el golpe, nos abrieron. Este es un truco que nunca falla. Tendríais que probarlo.

Nos precipitamos en la sala y, ¿qué diréis? ¡Una colección de crapulientos músicos de jazz, todos sonrientes! Estaba Bud Powell, y también Monk, y Max Roach, Jackie McLean, estaban todos, novecientos o mil, no sé.

- ¡Sorpresa, Charlie! – dijeron todos como un solo crápula.
- ¿Qué? – dijo Charlie Parker.
- Yo te explico – dijo Monk – Queríamos hacerte una fiesta sorpresa de despedida de soltero. Así que te robamos el saxofón. Sabíamos que vendrías a buscarlo, así que sólo nos quedaba esperar que dieras con el bar en el que estábamos, y darte la sorpresa. ¡Has tardado mucho!
- ¿Una fiesta sorpresa de despedida de soltero? – chilló Parker.
- ¡Eso es! – dijo el amigo Thelonius, todo sonrisas.
- ¡Pero yo nunca he sido soltero, idiotas! – dijo el amable Charlie.
- ¿Ein?
- ¿Lo qué?
- ¿Cómo es eso?
- ¿No sabéis que mi madre pactó mi matrimonio con el senador McCarthy cuando aún estaba embarazada de mí? Así que ya nací casado, luego no puedo tener despedida de soltero – esto dijo Charlie, con lágrimas en los ojos. Y es que yo sabía que después el senador McCarthy le había dejado por una bruja, y nunca lo había superado.
- ¡Qué plancha! ¡Después de tantos preparativos! – dijo Monk – Pues nada, toma tu saxofón y aquí no ha pasado nada.

Y le dio el saxofón y empezamos otra vez la ronda de bares desde el primero. Llegué a casa tardísimo, y no veáis la bronca que me montó Puto Bocazas.

Y esto fue lo que pasó, más o menos.
Art by Eric Drooker, "Drowning saxophone". http://www.drooker.com/

lunes, 3 de marzo de 2008

Cuentos de los mandarines: la mona vestida de seda

El mandarín Ku Ñao, orgullo de su estirpe, meditaba en su despacho mientras se hurgaba con el dedo sus aristocráticas narices. Tenía que andarse con cuidado, ya que es bien sabido que los mandarines tienen unas enormes uñas para poder limpiarse las orejas con facilidad, y al hurgarse la nariz pueden provocarse una hemorragia cerebral si no son prudentes. Como no encontraba nada interesante en las narices, Ku Ñao llamó a su pupilo, Par Di Yo, por el tradicional procedimiento del Be Rri Do.

- ¡Par Di Yo! ¡Deslízate servilmente hasta mi despacho, hijo del Celeste Imperio!
- ¡A vuestras ordenes, Maestro!- dijo Par Di Yo, apareciendo en la puerta casi instantáneamente.
- ¿Has terminado ya el informe para Grandes Murallas? Quiero facturar porque tengo que echarle gasolina al Ya Té.
- Er,…aún no, Maestro.
- ¡Me-Ka-Chis el trono del crisantemo, Par Di Yo! ¿A qué se debe esta vez tu negligencia, simio ignorante? ¿Es que no has asimilado mis enseñanzas para la elaboración de informes?
- Sí, Maestro. De hecho, he metido en el informe hasta nuestros folletos de propaganda, que están llenos de palabras como “competencias”, “paradigmático”, “maximizar” y demás sandeces. También he calzado artículos completos que he copiado de revistas del sector.
- Así me gusta, Par Di Yo, que aproveches el conocimiento. ¿Cuál es el problema entonces?
- Pues que el informe no tiene ningún sentido, Maestro. En cuanto lo abres te das cuenta de que es una idiotez. Lo primero que aparece es un Ku-Rri-Ku-Lum, a continuación va un trozo de una conferencia sobre valores corporativos,…¡el honorable cliente se dará cuenta en seguida de que se la estamos colando, Maestro!

Ku Ñao cerró los ojos y empezó a mesarse los bigotes.

- Par Di Yo, eres el más deprimente de los cretinos. ¿Tú crees, búfalo de agua, que el hecho de que metas toda la basura en el informe significa que puedes ponerla de cualquier manera, sin orden ni concierto? ¡La basura hay que disfrazarla, Par Di Yo, de forma que parezca un ramo de flores de loto! ¡Trae de nuevo tu tablilla de apuntar, a ver si consigo meter algo de sabiduría en tu animalesco cerebro!
- ¡Al instante, Maestro!

Y, en efecto, al instante regresó Par Di Yo con su tablilla de apuntar. Y Ku Ñao le dijo así:

- Por desgracia, aún no he encontrado la manera de entregar un informe sin trabajar absolutamente nada, aunque no desespero. Hay algo que tienes que hacer, y cuyo trabajo justifica el Ti-Mo que le vamos a dar por el informe al honorable cliente.
- ¿Qué es ello, Maestro?
- Ante un informe, curso, conferencia, o cualquier disparate similar, la gente se fija sobre todo en lo primero y en lo último, pasándose por el arco del triunfo lo del medio. ¿Me sigues hasta aquí?
- Sí, Maestro – dijo Par Di Yo mientras apuntaba con fruición.
- Así, tienes que empezar bien, porque el principio del informe será de lo poco que los cenutri…los honorables clientes se leerán. Debes diseñar una portada muy atractiva, con unos logos de buen tamaño a todo color, y utilizando muchos tipos de letra distintos. La portada de un informe es como la de un Dis Ko, Par Di Yo; aunque lo de dentro sea una basura infecta, hay que atraer al cliente.
- ¡Cuan sabio sois, Maestro!
- Así es, Par Di Yo. El título también es una parte muy importante del informe. Debe ser bastante sesudo, pero tampoco hay que pasarse, puesto que queremos que sea atractivo. Hay que conseguir un equilibrio, como el Yin y el Yan.
- ¿Podéis ponerme un ejemplo, Maestro?
- Escucha, un buen título puede ser “Informe de resultados sobre el proyecto de reorganización estratégica de procesos en Grandes Murallas”. Observa que es bastante largo, por lo que parece que debe ser bastante importante y se debe haber trabajado mucho para hacerlo. Además, consigo meter un montón de palabras consultoriles como “proyecto”, “reorganización”, “estratégica” y “procesos”, con lo que parece que sé de lo que hablo.
- ¡No salgo de mi asombro, Maestro!
- Además, es un título lo suficientemente abstruso para no decir nada y decirlo todo al tiempo, muy en el estilo de la filosofía oriental. Magnífico, pues así nadie sabe lo que debe esperar concretamente, y no podrán decir que es muy vago o que se pierde demasiado en detalles. Recuerda que la gente saca estas conclusiones a través del título, porque ya quedamos en que nadie va a leer el informe. ¿Entiendes?
- ¡Ajá! – Par Di Yo apuntaba a toda velocidad.
- Es lo suficientemente complicado para justificar que paguen un Pas-Tón por él, pero es lo suficientemente sencillo para que cualquier imbécil con corbata pueda pronunciarlo sin hacerse un nudo en la lengua. A partir de aquí, ya tenemos mucho ganado. El honorable cliente está contento con lo que ha visto de su informe por el momento. Es gordo cuál oso panda, lleno de colorines como el ave del paraiso, y con un título sugerente cual Bi Ki Ni. Ahora viene la prueba de fuego para un mandarín, Par Di Yo: las primeras páginas.
- Ardo en deseos de saber.
- Una página de agradecimientos a la gente que ha colaborado en el proyecto es una buena idea. Es una hoja más, que añade peso al informe y, cortesía oriental, me permite hacerle la pelota servilmente al cliente. Es bueno añadir alguna cita esotérica como para darle filosofía al informe, y que sirva para cualquier tema, algo así como “Como dijo el sabio Va Ci Long, nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección”. Entonces es posible que el honorable cliente se desmaye de satisfacción. Esta frase es muy buena, porque se puede aplicar a todo, y parece sugerir además que mi cliente tiene algo en la cabeza además de la coleta, lo cual siempre se toma como un elogio. Además, el nombre del autor está perfectamente elegido, Par Di Yo.
- ¿Quién era Va Ci Long, Maestro?
- Nadie sabe quien era Va Ci Long, porque me lo acabo de inventar, pero suena impresionante, precisamente porque no le conozco. La gente eleva lo que no conoce a la categoría de mitológico, hijo mío. Si yo no le conozco, debía de ser alguien inteligente.
- ¡Asombroso!
- Así soy yo, Par Di Yo. Además, la frase parece sugerir que realmente hemos hecho algo útil, que hay entre esas páginas una fórmula mágica para conseguir que esa deprimente empresa se convierta en una mezcla de fábrica de dinero y mansión Playboy. Es la sensación que quiero provocar, je, je, je.
- Vuestra astucia es legendaria, Maestro.
- No soy mandarín por nada, Par Di Yo. En la siguiente página, pon un resumen del proyecto. Por supuesto, no puedes titularlo “resumen”. Llámalo “abstract”. Podemos cobrar bastante más por un “abstract” que por un “resumen”. Y ya sabes que lo que interesa es la Pas-Ta.

Par Di Yo anotaba como loco.

- Como mi intención es que el honorable cliente lea el abstract, no puede tener más de medio folio de extensión. Realmente este es el proyecto y el único trabajo que habré realizado, pues lo de dentro solo es paja y papel reciclado. Hasta un consultor es capaz de crear medio folio de lectura motivadora, aunque no tenemos costumbre de ello. El abstract está lleno de buenas intenciones, de deseos, de frases ocurrentes. Se trata de presentar la entrada al mundo de Oz – dijo Ku Ñao.
- Pero el mundo de Oz no existe, Maestro.
- Par Di Yo, como consultor a mí no me importa que las cosas no puedan funcionar en la realidad. Solo me interesa para mis fines que PAREZCA que van a funcionar. Y yo apoyo esa sensación, haciendo incluso que parezca fácil.
- ¡Ka Ram Ba!
- Una vez que entres en el cuerpo del informe aún tienes que hacer algo más: la introducción. Esta se compone de un cuarto de folio de escritura motivadora y con un cierto sentido común, y de un folio y tres cuartos de insoportable cháchara destructora de neuronas. Esto obedece a un objetivo claro: hemos conseguido ilusionar al cliente con la portada, el abstract, ...El pobre ingenuo cree que tiene en las manos algo de valor. Pero ahora tengo que meter los folios reciclados que componen el grueso del informe. Como hasta tú comprenderás, no me interesa que el cliente siga leyendo con detenimiento, porque, por estúpido que sea, podría descubrir el pastel. Y tampoco podemos meter un corte demasiado brusco en el estilo del informe, porque se notaría demasiado. Hay que tener más clase.
- ¿Y cómo, Maestro?
- Escucha, así que, empiezo la introducción con ese cuarto de folio motivador, en la línea del abstract, y voy haciendo que PROGRESIVAMENTE, la introducción se vaya convirtiendo en algo que mataría de aburrimiento a una oveja. La mayoría de los clientes dejarán de leer antes de terminar el primer folio, pero hay que meter un folio más de Ko-Ña-Zo horroroso, como aislante de seguridad. No te olvides que vamos a robarle al cliente un montón de dinero. No hay que correr riesgos, Par Di Yo.
- Apuntado, Maestro.
- En esta parte del informe, narcotizadora cuál chute de opio, debes utilizar palabras extraordinariamente técnicas y/o absurdas. Son muy buenas, por ejemplo, factor primario, escalado, aquiescencia, decatipos, constructo, cognitivo, nomotético, disposicional, idiográfico, análisis factorial,...Incluso puedes ponerlas todas seguidas, intercalando preposiciones y artículos al azar. Coloca también un montón de nombres de autores entre paréntesis, como si les estuvieras citando o te hubieras basado en su trabajo. Incluso puedes inventártelos, si quieres.
- ¿Qué más, Maestro?
- Puedes crear nuevas palabras, como “evalucinador”, o rescatar palabras olvidadas para darles un nuevo significado, como “catafractario”.
- ¿Y en cuanto al estilo, Maestro?
En cuanto al estilo, utiliza frases de al menos cinco renglones de extensión, llenas de oraciones coordinadas, subordinadas y yuxtapuestas. Antes de llegar al tercer renglón, el osado lector tendrá que volver al principio de la frase. La segunda vez dejará directamente de leer. Utiliza el punto y seguido cuando te duela la mano, pero mejor el punto y coma; da una impresión de cultura muy útil para tus propósitos el que la gente crea que sabes cuando hay que poner punto y coma. No uses nunca el punto y aparte. Y usa montones de paréntesis, corchetes y asteriscos.
- ¿Y después, Maestro?
- La reacción del lector ante un Ko-Ña-Zo semejante es múltiple: primero, le viene a la cabeza la idea de que te lo has currado bastante. Segundo, deja de leer y busca una página del medio del informe, a ver si es más legible. Naturalmente, encuentra que lo que lee no tiene ningún sentido (aquí es donde has metido todo el papel que sacaste del armario) ni ninguna relación con lo anterior ni con el objeto del informe. No obstante, como se ha saltado un montón de páginas, entiende que es normal que no encuentre sentido a lo que lee. ¡Je, je, je! ¿Lo coges, Par Di Yo?
- ¡Maestro, me dan escalofríos!
- Sí, Par Di Yo, el gran Fu Manchú estaría orgulloso. Atiende. La reacción del cliente entonces es dar otro salto, cual rana inquieta, y le ocurre exactamente lo mismo. Más palabrería sin sentido. El cliente empieza a tener una leve inquietud de que el informe no sea más que charla inútil.
- Entonces estamos en peligro, Maestro, porque ciertamente no es más que charla inútil.
- ¡Qué poca fe tienes, Par Di Yo! Le tenemos donde queríamos, porque es ahora cuando el honorable cliente da el paso decisivo, el que nosotros queremos que dé. Se va AL FINAL del informe. Y aquí es donde volvemos a sacar el tarro de las esencias. Pero esto será otro día, Par Di Yo, porque hoy he hablado ya mucho y tengo la boca seca como un Pol Vo Rón. Traeme de inmediato una Li Tro Na, y luego retírate a tus quehaceres.
- A vuestros pies, Maestro.
- Vete en paz, Par Di Yo, y nunca olvides estas enseñanzas. Y acaba el informe de una vez, Ko-Ño.

Y, como siempre, los escribas recogieron la sabiduría de Ku Ñao en verso:

La basura más infecta
si la vistes de satén
y la perfumas de rosa
pues ya parece otra cosa
y la puedes cobrar bien.