miércoles, 30 de septiembre de 2009

Portadas que me gustan


Osada portada para este disco del batería Art Taylor, “A.T’s Delight”. El tándem Francis Wolff- Reid Miles de nuevo al ataque, usando la tipografía para darle modernidad y espectacularidad a este cosecha 1960.


Y Art está tan bien como su portada en este original suyo, “Cookoo and Fungi”, de ritmo calipsoide. Acompañan Dave Burns a la trompeta, Stanley Turrentine al saxo, Winton Kelly al piano, Paul Chambers al bajo y el toque especial de Carlos “Patato” Valdés a las congas (me hace gracia ver en la portada lo de “Potato”, je, je).



martes, 29 de septiembre de 2009

El túnel de la risa


El día que inauguraron el nuevo tunel, Sebastopolio Melindres estaba contento. ¡Por fin se acabaría el caos de tráfico en la ciudad y podrían circular con fluidez, que ya era hora! ¡Cuánto tiempo iban a ganar! Sebastopolio le dio un beso a su mujer, Boibodina, y un capón a cada uno de sus hijos, Culapio, el mayor, y el pequeño Pompéllido.


- ¡Hasta luego, cariño! ¡Y vosotros, portaros bien! Nos vemos luego.

- ¡Hasta luego! ¡Decid adiós a papá, niños!


Los niños le sacaron la lengua, y Sebastopolio se marchó. Bajó al garaje, se metió en su coche, y se fue a trabajar. Tenía pensado acceder al túnel por la entrada de la plaza del Loro, y allá que se fue. Sí, ahí estaba. Sebastopolio entró en el tunel.


- ¡Eh, esto es una maravilla! – dijo Sebastopolio - ¡Qué fluidez circulatoria, con tantos carriles! ¡No recuerdo haber circulado a esta velocidad por la ciudad en mi vida! ¡Estoy haciendo un tiempo record!


Y siguió circulando por el túnel. A las nueve de la mañana, un coche se puso a su altura:


- ¡MOOOC! ¡MOOOC!


Sebastopolio bajó la ventanilla:


- ¡Buenos días, jefe!

- ¡Hola, Melindres! ¡Menuda diferencia con el túnel nuevo!

- Ya lo creo.

- Bueno, tenga – el jefe le pasó unos papeles por la ventanilla – Aquí tiene las últimas cifras de ventas. Revíselas y prepare un informe. No se olvide que a las 11 tenemos reunión con el cliente.

- Tranquilo, jefe. Nos vemos a las 11.

- Bueno, hasta luego, Melindres.


El jefe aceleró y se perdió de vista. Sebastopolio se puso a hacer los informes mientras seguía conduciendo.

A las 11, dos coches se pusieron a su altura, uno por cada lado. Sebastopolio bajó las dos ventanillas. A su izquierda estaba el coche del jefe, y a la derecha el de don Gargarismo, uno de sus mejores clientes.


- Buenos dias, don Gargarismo – dijo Sebastopolio con su mejor sonrisa comercial.

- Buenos días a todos – dijo don Gargarismo – Oigan, esto del túnel nuevo es una maravilla. ¡A qué velocidad se puede circular!

- Ya lo creo, don Gargarismo. Y es que ya era hora – dijo el jefe – Bueno, ¿empezamos la reunión?


A las dos de la tarde, el coche de su compañero Plastasio se le acercó por la derecha.


- ¿Qué, Sebastopolio? ¿A dónde vamos a comer hoy?

- Podemos ir al chino.

- Puf, está lleno. Desde aquí veo la furgoneta del chino y lleva una cola de coches detrás. ¿Pedimos unas pizzas? Llama tú, anda.


A los pocos minutos, un motorista pizzero se colocó entre los dos coches, y nuestros héroes se pusieron tiernos de pizza barbacoa.


A las 8 de la tarde, tras una dura jornada de trabajo, Sebastopolio se relajó mientras seguía conduciendo por el túnel. Se aproximó por la izquierda al coche de su mujer y tocó el claxón.


- Hola, cariño, ¿qué tal el dia? – dijo Boibodina.

- Bien, churri, bien. ¿Qué tal tú?

- Bueno, con mucho lío. Llegas justo a tiempo porque voy a acostar a los niños. Niños, darle un beso de buenas noches a papa.


Sebastopolio asomó la cabeza por la ventanilla y besó a sus hijos. Ellos le sacaron la lengua y luego Boibodina los acostó en el asiento de atrás, mientras conducía con la otra mano.


- Oye, ¡y qué diferencia con el nuevo túnel! – dijo Boibodina.

- ¡Jo! ¡No veas el tiempo que se gana y lo fluido que va! Yo no he bajado de 60 en todo el día. Yo creo que esto va a cambiar nuestra vida.


Y es que el nuevo túnel, como ya habréis adivinado, es un tunel circular que tiene entradas, pero no salidas. Así que, una vez los coches en el túnel, se ponen a dar vueltas como idiotas, pero eso sí, como no hay semáforos ni nada, la circulación será fluidísima. Claro, como no se puede salir, pues hay que hacerlo todo en el túnel, pero merece la pena por el tiempo que se ahorra para no llegar a ningún sitio.


Yo que vosotros empezaba a usar el transporte público.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Portadas que me gustan


Hoy, un clásico. Regresan Francis Wolf en la fotografía y Reid Miles en el diseño para la portada de este disco de John Coltrane, sin duda uno de los más importantes de la historia del jazz, “Blue Train”. Curioso el dato, pero creo que es el único disco que hizo John Coltrane con Blue Note. Como líder, se entiende.


Bueno, el tema es “Blue Train”, y acompañan al tío John: Lee Morgan a la trompeta, Curtis Fuller al trombón, Kenny Drew al piano, Paul Chambers al bajo y “Philly” Joe Jones a la batería. Pues eso.



miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cuentos de los mandarines: la parábola del arroz

Cierto día, el mandarín Ku Ñao, flor y nata de la nobleza, abrió sus regias fauces y berreó con la potencia de un dragón:


- ¡PAR DI YOOO!


Y, por efecto del viril berrido, se presentó como por ensalmo ante el mandarín su discípulo, Par Di Yo.


- Oigo y obedezco, Maestro.

- Par Di Yo, cabra del Tibet, tengo un nuevo proyecto para ti. He conseguido colarle uno de nuestros desarrollos consultoriles a un cliente poco ducho, je, je. Ahí te van las especificaciones – Ku Ñao entregó unos pergaminos a Par Di Yo – Dales un vistazo y dame una estimación de Cro-No-Gra-Ma con velocidad de serpiente voladora, Par Di Yo.

- A ver, Maestro. Sí, ya veo. Bueno, viendo las especificaciones, los funcionarios disponibles, la dificultad de la cosa, y contando con la dirección de los vientos monzones, estará listo en dos meses.


El rostro de Ku Ñao se enrojeció cual salsa agridulce.


- ¿Dos meses, marmota de las cumbres? ¿Por qué no dos años? ¿Acaso vas a edificar la Ciudad Prohibida? ¡Es demasiado tiempo!

- Pero Maestro, es el tiempo que se necesita, yo…

- ¡Par Di Yo, sólo sabes poner problemas! ¡Dame soluciones, capullo del loto!

- Está bien, Maestro. ¿Cuándo tenemos que tenerlo listo?

- Como mucho, en quince días.

- ¿Quince días? Pero Maestro, eso es inviable, ¿por qué tanta prisa?

- Porque necesito la Pas-Ta, borrico tuerto, y cuanto antes le enchufe el proyecto, antes podré pasarle la factura.

- De acuerdo, Maestro, de acuerdo. A ver, quitaré de sus proyectos a los funcionarios Na Cho y Pa Ko y los asignaré a éste. Entonces tendremos que retrasar lo de Petardos del Mekong y el de Naranjas de la China, y…

- ¡De eso nada, Par Di Yo! ¡Esos dos proyectos son prioritarios, ciervo imprudente! Ni hablar de retrasarlos. Lo que tienes que hacer es gestionar.

- ¿Gestionar? Pero, Maestro, si todo es prioritario, ¿cómo se puede gestionar?

- ¡Tú sabrás, Pa-Tán de las estepas!

- A ver, Maestro. Entonces, podemos aumentar el presupuesto de forma que nos permita externalizar funciones, y así…

- De aumentar presupuesto nada, Par Di Yo. El cliente es más tacaño que las Ra-Tas.

- Tendremos que reducir el margen entonces, Maestro, porque…

- ¿Reducir el margen, Par Di Yo? ¿Estás en tus cabales, oruga descerebrada? ¿Quieres que te mande a acarrear pedruscos a la Gran Muralla?

- Pero, Maestro, si no puedo modificar nada, ¿cómo puedo hacer en quince días un proyecto en el que se tardan dos meses? ¿Por qué método?

- Por Ko-Jo-Nes, Par Di Yo.

- Eso es otra cosa, Maestro. Si es por Ko-Jo-Nes, la cosa está clara. Estará listo en quince días.

- Así me gusta, Par Di Yo. ¿Ves cómo al final sí que sabes gestionar, gamba perezosa?


Cierto día, no mucho después, el mandarín Ku Ñao, flor y nata de la nobleza, abrió sus regias fauces y berreó con la potencia de un dragón:


- ¡PAR DI YOOO!


Y, por efecto del viril berrido, se presentó como por ensalmo ante el mandarín su discípulo, Par Di Yo.


- Oigo y obedezco, Maestro.

- ¡Par Di Yo, cucaracha traidora! ¿Qué ha pasado con el proyecto de Cometas del Delta? ¡El honorable cliente ha llamado diciendo que me va a partir mi mandarínica je-ta! ¡Ha calificado el proyecto de “Mi-Er-Da de dragón descompuesto”! ¿Qué has hecho?

- Sin duda, Maestro, he hecho una Mi-Er-Da de dragón descompuesto. Pero, eso sí, en quince días, y aplicando el método por Ko-Jo-Nes.

- ¡Rata del desierto! ¡Ahora habrá que rehacerlo o no nos pagará!

- No hay problema, Maestro. He estimado que tardaremos dos meses en rehacerlo.

- ¡Voy a aplicarte todas las torturas chinas que conozco, Par Di Yo, merluzo del río Amarillo! ¡Me las pagarás!

- Maestro, ¿no conocéis la parábola del arroz? Me la enseñó mi honorable abuela, y dice así:


Aunque el arroz tarde quince

se puede cocer en diez,

si te lo tomas a pecho,

se puede cocer en tres,

si es que no te importa el hecho

que no se pueda comer.


- ¡Par Di Yo, si no fuera porque necesito que termines ese proyecto no sé que te haría, zorro taimado! ¡Desaparece de mi vista!

- Oigo y obedezco, Maestro.


Y Par Di Yo salió disparado, esquivando con agilidad una tetera arrojada por Ku Ñao. Y Ku Ñao se dio cuenta de que ciertos métodos no siempre funcionan, aunque lo parezca, y que la sabiduría popular, a veces, tiene su Mi-Ga.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Portadas que me gustan

Esta portada, de 1968, está diseñada por Gabor Halmos. Pertenece a un disco en vivo grabado por los Jazz Crusaders en el famoso “Lighthouse” de Hermosa Beach, California, con la portada imitando la lente de un faro. Simple (mejor dicho, parece simple), pero el resultado es excelente. Como se puede ver, hay estilos muy diferentes diseñando portadas.


La alineación de los Crusaders consiste en Wayne Henderson al trombón, Wilton Felder al saxo, Joe Sample al piano, Búster Williams en el bajo y Stix Hooper a la batería. En este “The Emperor”, original de Buster Williams, nos muestran lo mejor de su hard bop con toques soul.



jueves, 17 de septiembre de 2009

Pesadilla tecnolaboral

El doctor Mengelofis consultó con ojo crítico las lecturas de la máquina. Todo parecía en orden.


- Es el momento – se dijo.


La tensión hacía que se mordiera los labios. Sí, era el momento decisivo. El doctor subió la tensión del alimentador, giró los reostatos y abrió el escape de gases. Las luces empezaron a parpadear en el panel de instrumentos, cada vez más deprisa, mientras un insistente zumbido salía de la maquinaria. De repente, el zumbido paró, la maquinaria se detuvo, y todas las luces se pusieron en verde. No fue muy espectacular, pero el proceso había terminado. Ahora,…había que comprobar si funcionaba.


- Rebollo, ¿puede oírme? – dijo el doctor Mengelofis a través de un micrófono.


Las luces de la maquinaria empezaron a parpadear. Y, de repente, el altavoz que tenía acoplado resonó con una voz:


- ¿Ein? ¿Dónde estoy?


¡Éxito! El doctor Mengelofis no cabía en sí de excitación. Consiguió serenarse y dijo:


- Rebollo, soy el doctor Mengelofis, el médico de la empresa. Está usted en el servicio médico de la compañía.


Las luces volvieron a parpadear. Parecía que dudaran. El altavoz volvió a hablar:


- ¿Cómo que en el servicio médico? ¿A mí no me dio un infarto de tanto currar?

- Sí, Rebollo, así fue.

- Y a mí me suena haberme muerto, doctor Mengelofis.

- Pues sí, Rebollo, murió usted, lamentablemente.


Las luces parpadearon furiosamente.


- ¿Y cómo es que estoy aquí, entonces?

- Vera, Rebollo, no “está” aquí exactamente, yo le explico. Resulta que esta compañía tiene un proyecto super secreto. Lo llamamos “Proyecto Talento Recuperado”. Ya sabe lo que nos gustan los nombres chorras y largos, je, je.

- ¡Al grano, Mengelofis!

- De acuerdo, de acuerdo. Vera, a la compañía siempre le ha preocupado que sólo podía explotar a sus curritos talentosos durante una serie de años. Luego palmaban, o se jubilaban hechos polvo, y ya no se les podía sacar más. Para solucionar esto nació el “Proyecto Talento Recuperado”. Lo que hacemos, básicamente, es una clonación de la impronta neuronal del sujeto.

- ¿Lo qué?

- Es una fotocopia del cerebro del pringao en cuestión. Eso permite preservar su experiencia y sus conocimientos. Luego, cuando palma, la fotocopia se carga en esta maquinaria y hace que vuelva a funcionar. Como si fuera el software de su cerebro.

- ¿Me han resucitado? ¿Eso es legal?

- ¡Ja, ja, pero Rebollo, casi nada de lo que hace esta empresa es legal! No le hemos resucitado, está muerto, pero es como si hubiéramos copiado su cerebro y le pusiéramos en otro soporte. Realmente son datos, unos y ceros, pero sigue siendo usted. Como le dije, se trata de no perder el talento.

- ¿Cómo lo han hecho?

- Bueno, ¿se acuerda esos fluorescentes tan porculizantes que hay en la oficina, que de vez en cuando parpadean? Son fotocopiadores neuronales. Así no se escapa nada.

- ¿Y para qué todo este rollo?

- Sencillo, Rebollo, para que pueda seguir currando.

- ¡Y una mierda! ¡Yo ya curre hasta morir! ¡Mándeme ahora mismo a la papelera de reciclaje y elimíneme! ¡Tengo mis derechos! ¡Le denunciaré!

- Rebollo, Rebollo, tranquilícese, hombre. La compañía no quiere perder su inversión en usted. Realmente, no tiene usted derechos, porque está muerto. Así que tampoco le vamos a pagar ni nada. ¿Denunciarnos? Si usted ya no existe. Como además es un software, no se cansa, así que le vamos a tener currando permanentemente. Por los siglos de los siglos. ¡Hala, venga, que le voy a introducir unas cifras a ver si para mañana me saca un plan de marketing!

- ¡No pienso hacer nada! ¡No puede obligarme! ¡Me quedaré pensando en las musarañas!

- Hemos previsto esta eventualidad, Rebollo. Si me obliga, insertaré en su entrada de datos la grabación del debate sobre el estado de la nación, una y otra vez. ¡Se volverá tarumba, Rebollo!

- ¡No, eso no! ¡Cualquier cosa menos eso!

- Así me gusta, Rebollo. Pues hale, a currar, que hay que levantar el país.


P.D: Si el infierno existe, debe ser algo así. ¿Podrá vengarse Rebollo algún día?

martes, 15 de septiembre de 2009

Portadas que me gustan


El sello Impulse también ha hecho unas cuantas portadas que me gustan. Como esta (la tengo un poco machacada, pero eso le da solera, je, je), con la foto de Archie Shepp y John Coltrane, obra de Chuck Stewart. Detrás está un director artístico de los buenos, Hollis King, y Christine Lee en el diseño gráfico. Disco del 64, que Shepp dedicó a su mentor, y en el que además de Archie están John Tchicai al saxo alto (estuvo no hace mucho por Madrid), el trompetista Alan Shorter (hermano de Wayne), Roswell Rudd al trombón, Reggie Workman al bajo y Charles Moffett a la batería.


Si hay que elegir una de Trane, que sea “Naima”.



sábado, 12 de septiembre de 2009

AlcoholicMan


Lechugino F. fue siempre un pringao. Ya al nacer, cuando se lo dieron, su madre dijo:


- ¡Uf, qué cara de pringao tiene este niño!


Y le puso Lechugino F. sólo para fastidiarle. Con ese nombre y siendo tan pringao, la vida de Lechugino no fue un lecho de rosas. Todo el mundo le vacilaba, nadie le hacía caso, y su jefe le echaba la bronca constantemente.


Un día especialmente asqueroso, Lechugino decidió emborracharse. Entró en la tienda de los chinos de debajo de su casa, con la intención de comprar güiski en cantidades industriales. Observó con sorpresa que tras el mostrador no estaba el chino habitual, sino un chino bajito que parecía un loro.


- ¿En qué puedo servirle, señor? – dijo el extraño chino.

- Quiero güisqui en cantidades industriales – dijo Lechugino.

- Oh, le recomiendo esta marca, señor. Es el mejor güiski de garrafa que tenemos.

- Oiga, no conozco esta marca tan rara. Deme…

- Lléveselo, señor, no se arrepentirá.


Como Lechugino era un pringao, y además el chino tenía algo que le daba mala espina, decidió dejar de discutir y llevarse el güisqui. Total, para tajarse, lo mismo da uno que otro. Pagó, subió a su casa, se echó hielo en un vaso de medio litro, y sacó la botella. La verdad es que era una botella rarísima, con unas letras y símbolos incomprensibles. En fin, la abrió, llenó el vaso hasta el borde y, como si una fuerza extraña tirará de su mano, se lo bebió del tirón.


Inmediatamente, Lechugino se puso malísimo. Se tiró al suelo agarrándose las tripas, y acordándose de la familia del chino. Sudaba como un energúmeno, temblaba, y para colmo le subió de inmediato una cogorza XXL. Con la habitación dando vueltas a toda velocidad, Lechugino se quedo inconsciente.


Cuando despertó, a la mañana siguiente, tenía la boca como un bebedero de patos y un mal cuerpo del copón. Lo peor es que cuando miró el reloj eran las ¡nueve y media! ¡Llegaba tarde a currar! Lechugino se levantó corriendo, se puso lo primero que encontró, y salió corriendo a la oficina, sin peinar ni nada.


Cuando llegó, Lechugino intentó pasar desapercibido, pero su jefe tenía un sexto sentido para los pringaos.


- ¡Lechugino! – oyó como un trueno cuando entró en la oficina - ¡A mi despacho!


Y allá que fue, entre las risitas de sus compañeros.


- ¡Lechugino! – repitió su jefe cuando entró en el despacho. Ni le dijo que se sentara ni nada. - ¿Le parecen horas? ¿Y por qué viene sin afeitar, y con esos pelos? ¡Menuda cara de desenterrao! ¿Será posible que un pringao como usted se haya ido de juerga? ¡Es usted un cretino de marca mayor, F.! ¡Le voy a echar la bronca durante cuarto de hora!


Lechugino F. sintió subir la adrenalina por sus venas. Estaba ya hasta los mismísimos de aquel lameluzo de su jefe. ¡Si no fuera tan pringao…! Le miró fijamente, con odio, y entre los vapores etílicos que aún le cubrían la mente deseó, deseó,…


Lechugino se quedó sin respiración. Su jefe había desaparecido, y en su lugar había…¡una botella de anís del mono! Lechugino era un pringao, pero comprendió rápidamente la situación. ¡El extraño güisqui le había dado superpoderes! ¡Podía convertir a la gente en botellas con su voluntad! Agarró la botella de anís del mono, se la metió debajo de la chaqueta, y salió del despacho. Ya no tenía tanta cara de pringao. Pero tenía que asegurarse. Vió entrar en el baño a uno de sus compañeros, un graciosillo que siempre le hacía pagar los cafés. Entró a escape detrás de él. Cuando salió, llevaba bajo la chaqueta, además de la de anis del mono, una botella de licor de café.


Salió de la oficina, se fue a su casa, y metió aquellas botellas en el mueble bar. ¡Madre mía! ¡Superpoderes! Aún asimilaba el hecho cuando sonó el teléfono:


- ¿Sí?

- Lechugino, soy tu madre. Sólo llamó para decirte que eres un pringao.

- ¿Ah, sí? ¡Espera un momento, mamá, que te voy a invitar a una copa!


Este fue el detonante que nubló por completo el juicio de Lechugino. A los diez minutos, la buena señora recibía la visita de su hijo, y a los once ya no era una señora, sino una botella de licor de los incas. Con el entendimiento trastornado, Lechugino se lanzó a un frenesí de venganza botelleril. Convirtió a su casero en un vino de Cómpeta, a un vecino plasta en Licor 43, y a un conductor de autobús grosero en coñac del malo. Luego se fue otra vez a su oficina y, ya que era una multinacional, convirtió a la gente en botellas de Cointreau, de Calvados, de Bayleys, de Triple Seco, de Benedictine, de licor de patata, de grappa,…se había convertido en un virtuoso de las conversiones alcohólicas.


Por supuesto, no podía pasar desapercibido un tipo que arrastraba una carretilla llena de botellas y que iba por la calle convirtiendo a la gente en ron, cerveza negra, txacolí u orujo. Se dio la alarma a la policia, pero Lechugino consiguió llegar a su casa antes de ser detenido. Rodeado por las fuerzas del orden, y más loco que una cabra, Lechugino cogió un enorme embudo, abrió todas las botellas que antes eran personas y se las bebió a la vez. Hubo una tremenda explosión y…


Y entonces despertó. Tenía la boca como un bebedero de patos y un mal cuerpo del copón. Lo peor es que cuando miró el reloj eran las nueve y media y, además, seguía siendo un pringao. ¿O no?

martes, 8 de septiembre de 2009

Portadas que me gustan


Esta portada, en la que Lester Young se transforma en una especie de fantasma de la ópera, fue diseñada por David Stone Martin (podéis ver su firma). Martin, amiguete de Norman Granz e importante artista gráfico de la época, hizo bastantes portadas muy originales. No será la última suya que ponga.


A Lester le acompañan en este disco Oscar Peterson al piano, Barney Kessel a la guitarra, Ray Brown al bajo y J.C. Heard a la batería. Todos primera división. Como curiosidad, este disco contiene la única grabación de Lester Young cantando. Ya sé por qué se dedicó al saxofón, je, je.


Esta es una versión de las buenas de “Tea for two”. Que lo pasen bien.