miércoles, 2 de septiembre de 2009

Perfiles lamentables del jazz: Hipopotamo Wilkinson

Dentro de nuestra galería de lamentables del jazz, es un honor presentar a Hipopótamo Wilkinson. ¿Qué de dónde sacó su curioso apodo? Pues veréis, le llamaban Wilkinson porque siempre iba muy bien afeitado. No, lo de Hipopótamo no era un apodo, es que era un hipopótamo: hocico protuberante, boca enorme, orejitas pequeñas y móviles, y cuatro toneladas de cuerpo serrano.


De hecho, es extraño que no haya habido más hipopótamos dedicados al jazz, ya que esa descomunal capacidad pulmonar que tienen y que les permite pasar un buen rato debajo del agua les da un tremendo potencial para los instrumentos de viento. Nuestro Wilkinson, enamorado del saxofón, se matriculó en cuanto tuvo oportunidad en la escuela de música de Joe Flatulent, que le aceptó porque era bastante corto de vista.


Hipopótamo Wilkinson tuvo que pulir bastante su potencial, ya que durante su periodo de aprendizaje soplaba con tal fuerza que desintegraba el saxofón, lo que estuvo a punto de llevar a la ruina a Flatulent. Afortunadamente, un líder de big band avispado, Chorlito Branson, se percató de las posibilidades de Wilkinson y le dio una oportunidad en su banda.


Hipopótamo Wilkinson triunfó, y llevó a la banda de Chorlito a la cima. En cada concierto, todos esperaban expectantes el solo de Wilkinson. Éste se levantaba y soplaba con tal violencia, que el saxofón se retorcía y tomaba fantásticas formas. De un solo soplido, era capaz de convertir un retorcido saxofón barítono en un recto soprano, o a la viceversa. Su virtuosismo llegaba a tal punto que era capaz de convertir el saxofón en un ocho, en la marca del zorro, o en una réplica de la Sagrada Familia. ¡Qué pulmones!


Pero llegó el día trágico para Hipopótamo Wilkinson, y del modo más inesperado. Durante una cena en su honor, nuestro héroe abrió su enorme bocaza para engullir doscientos kilos de ensalada, cuando se tragó por error un camarero. Todos los presentes empezaron a darle golpes en la espalda, intentando que lo expulsara pero, con ese corpachón, Wilkinson ni se enteraba. Quizá penséis que no era para tanto, que eso se podía haber disimulado un poco y tal, pero es que el incidente despertó los instintos de Wilkinson, y es que los hipopótamos son camarerívoros. Una vez que han probado un camarero, ya no pueden dejarlo. Así que Wilkinson se arrancó el smoking, y salió a la calle corriendo y bramando, o barritando, o lo que hagan los hipopótamos, dejando con los pelos de punta al resto de invitados. Nunca se le volvió a ver…o casi.


Porque aquí empezó la leyenda negra de Hipopótamo Wilkinson. En las noches de la ciudad se oían bramidos hipopotámicos, y los camareros empezaron a desaparecer. Ninguno estaba seguro. Fue una época terrible. Nadie se atrevía a ponerse un cubata, por si eso le daba la condición de camarero y le hacía entrar en el menú de Wilkinson.


Nunca pudieron capturarle y, aún hoy, la leyenda continúa. Cuando un camarero sale de su trabajo en una noche oscura, un escalofrio recorre su espalda, y mira hacia atrás, esperando no ver nunca los porcinos y crueles ojillos de Hipopótamo Wilkinson. ¿Qué no me creeis? Bueno, bueno, allá vosotros.

15 comentarios:

Mr Blogger dijo...

vaya por dios... ¿no podía comerse a los gorilas de las puertas?

Troglo Jones dijo...

Son demasiado indigestos, Mister, pero a buen hambre, no hay pan duro.

Abrazos.

jesusmoreno dijo...

pues no te pierdas al saxofonsita britanico alan wilkinson. tambienun soplador de pro. corrosivo especialmente en el trio junto al contrabajsita simon h fell y el bateria paul hession. free crudo. y un disco cojonuido "foom foom foom" en bruce fingers.

Troglo Jones dijo...

¿Eran familia, Artal, je, je? Estaré con las antenas atentas para localizar ese disco, gracias por la recomendación.

Saludos.

Ralph dijo...

No des ideas Troglo que igual le cambiamos el menú y lo contratamos para aligerar la lista del paro, a razón de 30 al mes tardaría bastantes añitos pero bueno si la experiencia funciona se puede buscar a más de su especie para hacerlo en menos tiempo. Saludos.

Armando dijo...

Y yo que pensé que llevaba a la bella a la recámara. Lamentable. Nunca faltan hipopótamos así in the mood.

Saludos

Troglo Jones dijo...

Saludos:

Ralph, reducir el paro siempre es bueno, aunque sean con medidas drásticas. Yo optaría por disfrazar de camareros a los políticos, su desaparición sería la medida más eficaz. Y todos contentos, incluido Wilkinson.

Armando, es que esa foto es de sus años de gloria, antes de convertirse en Mr. Hyde. Los hipopótamos, como los loros, son poco de fiar.

Abrazos.

Esther dijo...

ja ja ja ja qué historieta más divertida, lo he pasado muy bien leyéndola. Cada vez son más delirantes.

Besos de hipopótama!

Troglo Jones dijo...

Esther, ¿qué insinuas con lo de delirante, je, je? Me alegro que te guste. ¿Te imaginas como debe ser un beso de hipopótamo?

Besos.

Doctor Krapp dijo...

Parece mentira, Troglo, te creía más atrevido. En realidad estás contando la biografía de Sonny Rollins. Tiene muchas concomitancias con la que has escrito aunque como los doctores le pusieron a dieta de camareros tuvo los bemoles, nunca mejor dicho, de hacer una música maravillosa.

Troglo Jones dijo...

¿Qué dices, Doc? ¿Me acusas de hipopotamizar a Sonny Rollins? Je, je, juro que no pensaba en él. Wilkinson tiene personalidad propia. Pero a ver si lo de comer camareros y el talento musical van a estar relacionados.

Salud.

Lienzo tierra dijo...

Venga, venga, súeltalo. Qué enemigo camarero tienes al que estás intentando meter miedo en el cuerpo?
jejeje...

Troglo Jones dijo...

Mamen, yo, como buen mandarín, tengo muchos enemigos, je, je. Pero los camareros no suelen ser el gremio con el que peor me llevo, ya que son mis proveedores habituales. Es una pena que la llamada de la naturaleza les convierta en presa de hipopótamos saxofonistas, pero qué se le va a hacer.

Abrazos.

Hector Aguilera S. dijo...

Troglo, me has dejado lelo con tu imaginación, en la narración que has hecho de un hipopótamo que deduzco debe ser jazzista por lo ansioso, la fuerza de su soplido en su instrumento, por su virtuosismo y porque dejaba a los auditores con los pelos de punta.¿Crees tú que puede haber algún símil con los fanáticos del jazz?
Felicitaciones Troglo, creo que debieras escribir un libro con tus historias. Sin embargo echo de menos a Puto Bocazas, seguramente en esos momentos estaba pasando la curda por la ingesta exagerada de cubatas.
Saludos y un abrazo

Troglo Jones dijo...

Saludos, Hector. Gracias por tus palabras, aunque lo de los libros está difícil. A ver si nos dan una serie de la tele, je, je. ¿Echas de menos a Puto Bocazas? Se nota que no lo tienes en casa. Ya sabes que es bastante imprevisible y muy vago, así que no sabes cuando aparecerá en alguna historia o estará durmiendo la mona. Le daré recuerdos de tu parte, y al hipopótamo si lo veo.

Abrazos.