sábado, 12 de septiembre de 2009

AlcoholicMan


Lechugino F. fue siempre un pringao. Ya al nacer, cuando se lo dieron, su madre dijo:


- ¡Uf, qué cara de pringao tiene este niño!


Y le puso Lechugino F. sólo para fastidiarle. Con ese nombre y siendo tan pringao, la vida de Lechugino no fue un lecho de rosas. Todo el mundo le vacilaba, nadie le hacía caso, y su jefe le echaba la bronca constantemente.


Un día especialmente asqueroso, Lechugino decidió emborracharse. Entró en la tienda de los chinos de debajo de su casa, con la intención de comprar güiski en cantidades industriales. Observó con sorpresa que tras el mostrador no estaba el chino habitual, sino un chino bajito que parecía un loro.


- ¿En qué puedo servirle, señor? – dijo el extraño chino.

- Quiero güisqui en cantidades industriales – dijo Lechugino.

- Oh, le recomiendo esta marca, señor. Es el mejor güiski de garrafa que tenemos.

- Oiga, no conozco esta marca tan rara. Deme…

- Lléveselo, señor, no se arrepentirá.


Como Lechugino era un pringao, y además el chino tenía algo que le daba mala espina, decidió dejar de discutir y llevarse el güisqui. Total, para tajarse, lo mismo da uno que otro. Pagó, subió a su casa, se echó hielo en un vaso de medio litro, y sacó la botella. La verdad es que era una botella rarísima, con unas letras y símbolos incomprensibles. En fin, la abrió, llenó el vaso hasta el borde y, como si una fuerza extraña tirará de su mano, se lo bebió del tirón.


Inmediatamente, Lechugino se puso malísimo. Se tiró al suelo agarrándose las tripas, y acordándose de la familia del chino. Sudaba como un energúmeno, temblaba, y para colmo le subió de inmediato una cogorza XXL. Con la habitación dando vueltas a toda velocidad, Lechugino se quedo inconsciente.


Cuando despertó, a la mañana siguiente, tenía la boca como un bebedero de patos y un mal cuerpo del copón. Lo peor es que cuando miró el reloj eran las ¡nueve y media! ¡Llegaba tarde a currar! Lechugino se levantó corriendo, se puso lo primero que encontró, y salió corriendo a la oficina, sin peinar ni nada.


Cuando llegó, Lechugino intentó pasar desapercibido, pero su jefe tenía un sexto sentido para los pringaos.


- ¡Lechugino! – oyó como un trueno cuando entró en la oficina - ¡A mi despacho!


Y allá que fue, entre las risitas de sus compañeros.


- ¡Lechugino! – repitió su jefe cuando entró en el despacho. Ni le dijo que se sentara ni nada. - ¿Le parecen horas? ¿Y por qué viene sin afeitar, y con esos pelos? ¡Menuda cara de desenterrao! ¿Será posible que un pringao como usted se haya ido de juerga? ¡Es usted un cretino de marca mayor, F.! ¡Le voy a echar la bronca durante cuarto de hora!


Lechugino F. sintió subir la adrenalina por sus venas. Estaba ya hasta los mismísimos de aquel lameluzo de su jefe. ¡Si no fuera tan pringao…! Le miró fijamente, con odio, y entre los vapores etílicos que aún le cubrían la mente deseó, deseó,…


Lechugino se quedó sin respiración. Su jefe había desaparecido, y en su lugar había…¡una botella de anís del mono! Lechugino era un pringao, pero comprendió rápidamente la situación. ¡El extraño güisqui le había dado superpoderes! ¡Podía convertir a la gente en botellas con su voluntad! Agarró la botella de anís del mono, se la metió debajo de la chaqueta, y salió del despacho. Ya no tenía tanta cara de pringao. Pero tenía que asegurarse. Vió entrar en el baño a uno de sus compañeros, un graciosillo que siempre le hacía pagar los cafés. Entró a escape detrás de él. Cuando salió, llevaba bajo la chaqueta, además de la de anis del mono, una botella de licor de café.


Salió de la oficina, se fue a su casa, y metió aquellas botellas en el mueble bar. ¡Madre mía! ¡Superpoderes! Aún asimilaba el hecho cuando sonó el teléfono:


- ¿Sí?

- Lechugino, soy tu madre. Sólo llamó para decirte que eres un pringao.

- ¿Ah, sí? ¡Espera un momento, mamá, que te voy a invitar a una copa!


Este fue el detonante que nubló por completo el juicio de Lechugino. A los diez minutos, la buena señora recibía la visita de su hijo, y a los once ya no era una señora, sino una botella de licor de los incas. Con el entendimiento trastornado, Lechugino se lanzó a un frenesí de venganza botelleril. Convirtió a su casero en un vino de Cómpeta, a un vecino plasta en Licor 43, y a un conductor de autobús grosero en coñac del malo. Luego se fue otra vez a su oficina y, ya que era una multinacional, convirtió a la gente en botellas de Cointreau, de Calvados, de Bayleys, de Triple Seco, de Benedictine, de licor de patata, de grappa,…se había convertido en un virtuoso de las conversiones alcohólicas.


Por supuesto, no podía pasar desapercibido un tipo que arrastraba una carretilla llena de botellas y que iba por la calle convirtiendo a la gente en ron, cerveza negra, txacolí u orujo. Se dio la alarma a la policia, pero Lechugino consiguió llegar a su casa antes de ser detenido. Rodeado por las fuerzas del orden, y más loco que una cabra, Lechugino cogió un enorme embudo, abrió todas las botellas que antes eran personas y se las bebió a la vez. Hubo una tremenda explosión y…


Y entonces despertó. Tenía la boca como un bebedero de patos y un mal cuerpo del copón. Lo peor es que cuando miró el reloj eran las nueve y media y, además, seguía siendo un pringao. ¿O no?

14 comentarios:

Esther dijo...

jaaaaaaaaaaaa ja ja ja ja qué buena historia!! Genial! Ha valido la pena que sea tan larga.

No me ha gustado el último párrafo con moraleja. Para mi gusto te ha sobrado. ¿Tu no eres el revolucionario? je je

Yo me quedo justo antes de que Lechugino se despierte.


Unos cuanto besos de fin de semana.

Troglo Jones dijo...

Esther, ¿te parece poco revolucionario un vengador etílico, je,je? Imagina convertir a todos los políticos en lícores, y luego bebértelos. Aunque seguro que alguno te da úlcera, o por lo menos, gases.

Más que moraleja, es que me gustan los "bucles", esas historias que vuelven al principio y se podrían seguir contando eternamente. Aunque tiendo a abusar de ellos. Fíjate que pensé dejarla donde dices, pero...Y es que a veces uno se repite, qué le vamos a hacer. Y es que a veces uno se repite, qué le vamos a hacer. Y es que a veces uno se repite, qué le vamos a hacer.

Besotes.

Doctor Krapp dijo...

¡Qué mala leche te gastas, Troglo! Ni siquiera le das la más mínima opción al pringao para que se rehabilite y se convierta en un hombre de provecho Por cierto ¿cabe la posibilidad de que esos chicos de los "O'Seas" de Pozuelo hayan bebido algo semejante a lo que se tragó tu amigo?

Troglo Jones dijo...

Puf, Doc, no me metas al pobre y pringao Lechugino en el saco de los hombres de provecho, y menos de los pijoborrokas. Mira a ver si les puedes recetar algo, aunque no sé si tiene remedio la cosa. Mejor no sigo con este tema, que es fácil deslizarse con el lícor que hay por el suelo.

Abrazos.

Armando dijo...

Increible este pringao, Troglo. Tiene Swing de botella de trasero redondo. ¿En que convirtió al chino que se parece al PB?

Saludos

Troglo Jones dijo...

Armando, como en las peliculas de misterio, cuando intentas encontrar de nuevo la tienda, ya no aparece por ninguna parte. Y no digamos el güisqui, que el loro-chino se ha trasegado con contundencia. Ahora se balancea peligrosamente, cual botella de trasero redondo.

Abrazos.

jesusmoreno dijo...

un pringao, desde luego. ¿como se le ocurre aguar el guiski (no importa no fuera bueno) con hielo?.

Troglo Jones dijo...

Artal, seguro que lo que estaba adulterado era el hielo, je, je. Si es que hay que ser pringao.

Saludos.

Mr Blogger dijo...

A la última pregunta se responde con otra pregunta... ¿el pringao nace o se hace?

Troglo Jones dijo...

¿Existirá el gen del pringao, Mr.Blogger? Si lo descubrieran, igual se podía curar, je, je. ¿O es necesario el pringao en esta sociedad? Mucho me temo que es imprescindible, si no, no habría políticos ni banqueros. ¿A quién iban a timar?

Salud.

Ralph dijo...

Que poca cultura tenía, ni a uno lo convirtió en Vodka o en Ron de Caña, es lo que pasa con los pringaos je je je. Saludos.

Troglo Jones dijo...

Todo a su tiempo, Ralph, que no conviene mezclar tanto, je, je.

Saludos.

Lienzo tierra dijo...

Eh eh, a ver qué pasa, que os estoy vigilando.

Pues a mí me hubiera gustado que me convirtiera en una botella de Coca-Cola, que son la mar de sexys, aunque lo de los gases no sé cómo lo iba a llevar ¿eh?

Troglo Jones dijo...

Mamen, no te había visto por aquí, con tanta gente, je, je. La Coca-Cola es malísima, no tiene alcohol, asi que no mata los gérmenes.

Salud.