
- ¡Pom, pom, catapom! – sonaban los porrazos.
- ¿Será posible? ¿Quién será ahora? ¡Como sea otro que viene a contarme que Dios me ama, lo defenestro!
- ¡Pom, pom, catapom, chin-pom! – arreciaron los porrazos.
- ¡Ya voy, ya voy! ¿Quién es? – dijo Elvis Kindergarten sin abrir la puerta, ya que era un muchacho muy prudente.
- ¡Policia! ¡Abra la puerta!
Ni que decir tiene que Elvis Kindergarten sintió el espontáneo deseo de salir por la ventana, que es lo que uno siente cuando se encuentra con la policía en la puerta. Sin embargo, respiró hondo y trató de buscar rápidamente en su memoria si en alguna borrachera podía haber cometido alguna burrada que justificara esta aparición policial. Como no encontró nada, se relajó un poco y abrió una rendija.
- ¿Sí? ¿Qué desean?
- ¿Elvis Kindergarten?
- Sí, soy yo, ¿qué pasa?
- Venimos a hacerle entrega de esta notificación.
- ¿Qué es esto? ¡Tiene pinta de multa!
- Como que es una multa. Por permanecer ilegalmente en el país.
- ¿Ilegalmente? ¿Pero qué dice?
- Y aquí tiene una orden de expulsión. Tiene que salir echando patas en un mes. Usted es de Chorrivía, ¿no? Pues hala, echando lechugas para su país.
- ¡Yo que voy a ser de Chorrivía! ¿Es que se han vuelto locos? ¿De qué va esto?
- ¡Esta juventud no se entera de nada! ¿Es que no ha oído que hoy entraba en vigor la nueva ley del presidente Kafkaloni?
- Pues no, yo no veo la tele.
- ¿Es posible? ¿Y cómo se entera de lo que hace Belén Esteban?
- La verdad es que me la bufa Belén Esteban.
- ¡No se pase de listo, amiguete, a ver si todavía lo empapelo!
- ¡Perdón, perdón!
- ¡Grrr! ¡Decir que se la bufa Belén Esteban! ¡Atienda, mastuerzo! Sus padres son de Chorrivía, ¿no?
- Sí, pero llevan aquí la tira de años trabajando.
- Ya, pero no tienen la nacionalidad.
- Pero tienen permiso de trabajo.
- Como si tienen una etiqueta de Anís del Mono. No tienen la nacionalidad, así que usted, por ser su hijo, es chorriviano.
- ¡Si yo he nacido aquí!
- Eso da igual, porque la nueva ley dice que lo que cuenta es el derecho de sangre, no donde nace uno. Así que usted, aunque haya nacido aquí, es chorriviano porque sus padres lo son. Así que, puerta.
- ¡Pero si vivo aquí desde que nací! ¡No he estado nunca en Chorrivía! ¡Si ni siquiera hablo chorriviano!
- Pues mala suerte, pero tiene que aligerar en un mes. Hala, que seguro que en Chorrivia hace muchos amigos. Nos vamos, pero recuerde que si no se ha pirado en un mes, volveremos a por usted.
Elvis Kindergarten cerró la puerta. Respiró hondo, se rascó el culo, se subió los pantalones, sacó el kalashnikov del armario y se echó al monte, para que lo expulsaran por algo.
P.D.: ¿Ciencia-ficción? No, amiguetes, esto ya se ha planteado alguna vez, en Italia, sin ir más lejos. Ya sabéis, las personas pueden ser ilegales. El odio, en cambio, es legal.