Para los que trabajamos en el área de consultoría, especialmente en el área de recursos humanos, no pasa desapercibida la presencia entre nosotros de la estirpe de los Mandarines. Son gente encumbrada, listos de cojones, cuya principal actividad es escribir libros y artículos, y proferir continuos disparates en público y en privado. La soberbia de los mandarines es inversamente proporcional a su nivel de sentido común. Normalmente, no entienden un pijo de personas, ya que su egoismo es ilimitado, pero pontifican un montón de buenas intenciones que ellos son los últimos en cumplir. Lo curioso es que esta casta, sin la cual el progreso quizá sería posible, se conoce desde muy antiguo. De hecho, un antiquísimo manuscrito chino que obra en mi poder por azares del destino, escrito por un agudo observador de la realidad llamado Ka Pu Yo, recoge una serie de relatos protagonizados por algunos de los mandarines más notorios de aquel tiempo. Por su interés, iré transcribiendo algunos de esos relatos para ilustración de la masa. Cualquier parecido con la realidad empresarial de cualquiera es pura coincidencia.
Consérvate bueno.
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