
Cuando el guardia abrió la puerta de la sala, un señor con gafas, portafolios y cara de tener prisa entró rápidamente:
- Muy buenas, el señor Cándido, supongo.
- Sí, soy yo.
- Soy Leguleyo Curtis, su abogado de oficio. ¿Cómo está?
- Bien, bien, mucho gusto en conocerlo.
- Bueno, si le parece vamos al asunto. A ver, los papeles. Parece que se le acusa de robar dos docenas de huevos. ¡Dos docenas, nada menos! ¡Uf!
- Tenía hambre.
- ¿Y pensaba comerse dos docenas de huevos? ¿Y que se le pusiera el colesterol por las nubes? El juez no se va a tragar eso, perdóneme.
- Bueno, no iba a comérmelos de una sentada.
- Ya. ¿Es consciente de que le pueden acusar de tráfico de huevos? Con esa cantidad, se puede pensar que iba a revenderlos en el mercado negro.
- Si es que tenía hambre.
- Lo veo mal, señor Cándido, pero bueno. A ver qué se puede hacer.
- Yo sé que robar está mal, pero es que la situación está muy achuchada.
- Bueno, robar está mal, pero la justicia no es dogmática tampoco, es flexible.
- ¿Sí?
- Claro, hombre. Realmente, no es que robar esté mal, depende. Es el juez el que decide quién puede robar, cuánto y cómo. Si hubiera chorizado usted miles de millones del contribuyente, pues hombre, es comprensible. Además, a ver quién se los reclama. Pero claro, dos docenas de huevos tienen dueño. Vamos a ver, pero lo veo crudo.
- Pues ahora que lo dice, me acuerdo yo cuando aquello del Santander y el señor Botín, que habían escaqueado 150.000 millones a Hacienda. 170 años de cárcel le pedían. Ni siquiera hubo juicio. ¿No podemos usarlo como precedente?
- Claro, hombre, pero no irá usted a comparar. Una cosa es ocultar 150.000 kilos, que me estoy poniendo cachondo sólo de decir la cifra, y otra cosa es robar dos docenas de huevos. ¿No ve que los jueces no entienden los números de más de tres cifras? Si son de letras. Además, una cosa es el señor Botín y otra un capullo, con perdón, como usted.
- Eso también es verdad.
- Bueno, pues eso, ya le digo que lo veo regular, regular, pero usted no se preocupe, que tampoco adelanta nada. Si al final, los años pasan volando.