Cierto día, el mandarín de mandarines, Ku Ñao, deambulaba por su suntuoso despacho cuando apareció por la puerta su discípulo Par Di Yo.
- Saludos y reverencias, Maestro – dijo Par Di Yo – Pero...Maestro, ¿estáis haciendo Tai Chi a estas horas?
- ¡Que Tai Chi ni que Ko-Ño, calamar de Formosa! Lo que pasa es que tengo tortícolis en mi imperial pescuezo, y tengo que moverme despacito y todo tieso para que no me dé el latigazo.
- Mis más graves condolencias, Maestro – dijo Par Di Yo, riéndose por lo Ba-Ji-Ni – Espero que vuestro imperial pescuezo recupere lo antes posible su elasticidad de junco.
- ¡Hum! ¿Hay algún asunto que requiera mi mandarinesca atención, Par Di Yo?
- Sí, Maestro, precisamente os traía las cuentas del mes pasado para que las revisarais. Los resultados son bastante buenos – esto dijo Par Di Yo y, con toda su mala intención, colocó el pergamino de las cuentas sobre la mesa, en el lado Chun-Go del pescuezo de Ku Ñao.
- ¿Pas-Ta? ¡A ver! – y Ku Ñao, en su avidez, se olvidó de la tortícolis y giró el cuello con la velocidad de una víbora del desierto - ¡Aaayyy! ¡Ganso traicionero, lo has hecho aposta!
- ¿Yo, Maestro? ¿A qué os referís?
- ¡Ay, ay! ¡Grrr! ¡Trae acá esas cuentas, a ver si me alivian! Oh, vaya, parece que no está mal, si exprimimos un poco más a los funcionarios y reduzco gastos en el papel higiénico, me puedo comprar otra pagoda. Pero...¡un momento! ¿Qué es esta partida de gastos, Par Di Yo, enorme cual la montaña Taishan?
- Maestro, está indicado, es la partida de pagos a proveedores.
- ¿Pagos a proveedores? ¿En mi mandarinato? ¿De qué hablas, Par Di Yo?
- Maestro, es obvio que necesitamos de los proveedores para nuestra producción. Luego, los proveedores envían sus facturas y nosotros las pagamos. Así son las transacciones.
- Par Di Yo, ciervo acuático, ¿me estás diciendo que cuando a ti te mandan una factura, tú coges y la pagas?
- Pues claro, Maestro, en el plazo que está establecido...
- ¡Ka-gón los tres mil discípulos de Confucio, uno detrás de otro! ¿Es que te has vuelto loco, Par Di Yo?
- Maestro, no digáis blasfemias, yo...
- ¡Que el melocotonero sagrado me dé paciencia! Te lo voy a explicar despacio para que lo entiendas, Par Di Yo. Dime, infausto patán, ¿qué se necesita para hacer funcionar un negocio?
- Se necesita dinero, Maestro.
- Efectivamente, Par Di Yo, pero sólo un descerebrado utiliza su dinero. Lo ideal es usar el dinero de los demás.
- Si, Maestro, para eso están los bancos....
- ¿Los bancos, Par Di Yo? Eso, en último extremo. A los bancos no se les puede timar, y a la gente sí. Para eso están los proveedores. Atiende, porque el secreto de la prosperidad y la riqueza es muy simple: consiste en no pagar las facturas.
- ¿En no pagar? Pero, Maestro, entonces los proveedores no nos servirán, o nos demandarán, o...
- Escucha, Par Di Yo, tienes menos sesos que una flor de loto. Tienes que saber que facturas puedes no pagar. Por supuesto, la de Te-Le-Fo-No tienes que pagarla, porque si no te lo cortan. Pero de un Prin-Gao de proveedor de pergaminos o de un freelance que te hace un apaño con un programita de software, esas ni hablar. ¿No te das cuenta que cada día que retrasamos el pago el proveedor nos está financiando?
- Pero, Maestro, entonces el proveedor dejará de trabajar con nosotros si incumplimos los plazos.
- No seas primo, Par Di Yo, hay más proveedores que chinos, nunca mejor dicho. Además, si estamos en época de crisis, los proveedores tienen buen cuidado en dejar de trabajar con nadie. De esto hemos de aprovecharnos. Y si nos demandan, pues ya veremos, pero seguimos ganando tiempo. Ya sabes que la justicia del Emperador es lenta cuál tortuga de concha blanda. Y un proveedor Prin-Gao nunca te demanda, porque la complicación suele superar la deuda, además de que se crea la fama de problemático. Ya ves que todos los cabos han sido atados, cabra azul del Himalaya.
- Maestro, pero entonces podemos crear un problema al proveedor. Si no le pagamos en los plazos que tiene estipulados, él a su vez no podrá pagar y....
- Es lamentable, pero es su problema. Para eso están los bancos, je, je, je.
- Pero, Maestro....
- Pero nada, Par Di Yo, camello bactriano. A partir de ahora, cuando te llegue una factura, no la pagas hasta que el proveedor llame reclamándola. Y entonces tampoco la pagas, sino que le cuentas un cuento chino, nunca mejor dicho, como que no la has recibido, o un problema informático o lo que sea. Cuando la vuelva a reclamar, te disculpas y dices que se la vas a pagar, pero tampoco se la pagas. Después, no te pongas más al teléfono.
- ¿Y después?
- Sólo la pagaremos cuando veamos acercarse al honorable proveedor con una antorcha y un barril de pólvora. Entonces, con tu mejor sonrisa y amabilidad oriental, le dirás: ¿Cómo? ¿Es posible que aún no hayáis recibido el dinero? Puedo juraros que os lo envié hace unos días. Voy a buscar a los responsables de esto. Id en paz, que cuando lleguéis a vuestra casa seguro que ya lo habéis recibido.
- Me dejáis de piedra, Maestro.
- Así soy yo, Par Di Yo. Sabio entre los sabios. Ya sabes, para prosperar, lo mejor es no pagar.
- Así lo haré, Maestro. A partir de ahora no pagaré a nadie hasta que no me amenace con los 7.000 guerreros de Xian.
- Esto me place, Par Di Yo. Y ahora déjame, que tengo una cita con unas cuantas botellas de vino de arroz, remedio ancestral para la tortícolis.
- Oigo y obedezco, Maestro.
Y así fue como Par Di Yo aprendió el sorprendente secreto de la gestión financiera: no pagar al proveedor Prin-Gao. Y así lo recogieron los escribas para que tal sabiduría no se perdiera:
Si quieres estar forrado
de modo poco arriesgado
debes cobrar al contado
y pagar, en el juzgado.
- Saludos y reverencias, Maestro – dijo Par Di Yo – Pero...Maestro, ¿estáis haciendo Tai Chi a estas horas?
- ¡Que Tai Chi ni que Ko-Ño, calamar de Formosa! Lo que pasa es que tengo tortícolis en mi imperial pescuezo, y tengo que moverme despacito y todo tieso para que no me dé el latigazo.
- Mis más graves condolencias, Maestro – dijo Par Di Yo, riéndose por lo Ba-Ji-Ni – Espero que vuestro imperial pescuezo recupere lo antes posible su elasticidad de junco.
- ¡Hum! ¿Hay algún asunto que requiera mi mandarinesca atención, Par Di Yo?
- Sí, Maestro, precisamente os traía las cuentas del mes pasado para que las revisarais. Los resultados son bastante buenos – esto dijo Par Di Yo y, con toda su mala intención, colocó el pergamino de las cuentas sobre la mesa, en el lado Chun-Go del pescuezo de Ku Ñao.
- ¿Pas-Ta? ¡A ver! – y Ku Ñao, en su avidez, se olvidó de la tortícolis y giró el cuello con la velocidad de una víbora del desierto - ¡Aaayyy! ¡Ganso traicionero, lo has hecho aposta!
- ¿Yo, Maestro? ¿A qué os referís?
- ¡Ay, ay! ¡Grrr! ¡Trae acá esas cuentas, a ver si me alivian! Oh, vaya, parece que no está mal, si exprimimos un poco más a los funcionarios y reduzco gastos en el papel higiénico, me puedo comprar otra pagoda. Pero...¡un momento! ¿Qué es esta partida de gastos, Par Di Yo, enorme cual la montaña Taishan?
- Maestro, está indicado, es la partida de pagos a proveedores.
- ¿Pagos a proveedores? ¿En mi mandarinato? ¿De qué hablas, Par Di Yo?
- Maestro, es obvio que necesitamos de los proveedores para nuestra producción. Luego, los proveedores envían sus facturas y nosotros las pagamos. Así son las transacciones.
- Par Di Yo, ciervo acuático, ¿me estás diciendo que cuando a ti te mandan una factura, tú coges y la pagas?
- Pues claro, Maestro, en el plazo que está establecido...
- ¡Ka-gón los tres mil discípulos de Confucio, uno detrás de otro! ¿Es que te has vuelto loco, Par Di Yo?
- Maestro, no digáis blasfemias, yo...
- ¡Que el melocotonero sagrado me dé paciencia! Te lo voy a explicar despacio para que lo entiendas, Par Di Yo. Dime, infausto patán, ¿qué se necesita para hacer funcionar un negocio?
- Se necesita dinero, Maestro.
- Efectivamente, Par Di Yo, pero sólo un descerebrado utiliza su dinero. Lo ideal es usar el dinero de los demás.
- Si, Maestro, para eso están los bancos....
- ¿Los bancos, Par Di Yo? Eso, en último extremo. A los bancos no se les puede timar, y a la gente sí. Para eso están los proveedores. Atiende, porque el secreto de la prosperidad y la riqueza es muy simple: consiste en no pagar las facturas.
- ¿En no pagar? Pero, Maestro, entonces los proveedores no nos servirán, o nos demandarán, o...
- Escucha, Par Di Yo, tienes menos sesos que una flor de loto. Tienes que saber que facturas puedes no pagar. Por supuesto, la de Te-Le-Fo-No tienes que pagarla, porque si no te lo cortan. Pero de un Prin-Gao de proveedor de pergaminos o de un freelance que te hace un apaño con un programita de software, esas ni hablar. ¿No te das cuenta que cada día que retrasamos el pago el proveedor nos está financiando?
- Pero, Maestro, entonces el proveedor dejará de trabajar con nosotros si incumplimos los plazos.
- No seas primo, Par Di Yo, hay más proveedores que chinos, nunca mejor dicho. Además, si estamos en época de crisis, los proveedores tienen buen cuidado en dejar de trabajar con nadie. De esto hemos de aprovecharnos. Y si nos demandan, pues ya veremos, pero seguimos ganando tiempo. Ya sabes que la justicia del Emperador es lenta cuál tortuga de concha blanda. Y un proveedor Prin-Gao nunca te demanda, porque la complicación suele superar la deuda, además de que se crea la fama de problemático. Ya ves que todos los cabos han sido atados, cabra azul del Himalaya.
- Maestro, pero entonces podemos crear un problema al proveedor. Si no le pagamos en los plazos que tiene estipulados, él a su vez no podrá pagar y....
- Es lamentable, pero es su problema. Para eso están los bancos, je, je, je.
- Pero, Maestro....
- Pero nada, Par Di Yo, camello bactriano. A partir de ahora, cuando te llegue una factura, no la pagas hasta que el proveedor llame reclamándola. Y entonces tampoco la pagas, sino que le cuentas un cuento chino, nunca mejor dicho, como que no la has recibido, o un problema informático o lo que sea. Cuando la vuelva a reclamar, te disculpas y dices que se la vas a pagar, pero tampoco se la pagas. Después, no te pongas más al teléfono.
- ¿Y después?
- Sólo la pagaremos cuando veamos acercarse al honorable proveedor con una antorcha y un barril de pólvora. Entonces, con tu mejor sonrisa y amabilidad oriental, le dirás: ¿Cómo? ¿Es posible que aún no hayáis recibido el dinero? Puedo juraros que os lo envié hace unos días. Voy a buscar a los responsables de esto. Id en paz, que cuando lleguéis a vuestra casa seguro que ya lo habéis recibido.
- Me dejáis de piedra, Maestro.
- Así soy yo, Par Di Yo. Sabio entre los sabios. Ya sabes, para prosperar, lo mejor es no pagar.
- Así lo haré, Maestro. A partir de ahora no pagaré a nadie hasta que no me amenace con los 7.000 guerreros de Xian.
- Esto me place, Par Di Yo. Y ahora déjame, que tengo una cita con unas cuantas botellas de vino de arroz, remedio ancestral para la tortícolis.
- Oigo y obedezco, Maestro.
Y así fue como Par Di Yo aprendió el sorprendente secreto de la gestión financiera: no pagar al proveedor Prin-Gao. Y así lo recogieron los escribas para que tal sabiduría no se perdiera:
Si quieres estar forrado
de modo poco arriesgado
debes cobrar al contado
y pagar, en el juzgado.
6 comentarios:
Sabio, muy sabio. Las administraciones llevan eso al pie de la letra, y quizá (solo quizá) por eso aún el país sigue adelante y tal con la cantidad de funcionarios que hay (y su famosa falta de rendimiento y competitividad)
Gracias, Mr.Blogger, y no te creas que son sólo las administraciones, ellos lo hacen oficialmente, los demás no te pagan extraoficialmente.
Un abrazo.
Al parecer, hasta en la web de RTVE mencionan a las agentes secreto:
http://www.rtve.es/deportes/20080808/
comienzan-los-juegos-pekin08/130591.shtml
Sí, sí, Guionista, no escarmientan, lo dijeron también en algún telediario. Una cosa es un gazapo, pero esto es el Coloso de Rodas de las cagadas.
Saludos.
Mr., pues los organismos públicos tienen fama de ser los únicos que pagan siempre y a tiempo. También he comprobado que, cuanto mayor es la empresa, peor suele funcionar. Aún recuerdo cuando se olvidaron de darme de alta en Recursos Humanos el verano pasado, que tardaron mes y medio y doce llamadas telefónicas (mías, por supuesto) en pasar mi mísera nómina de becaria. Además la mujer con la que tenía que hablar era una borde y me cogía el teléfono de mala gana. ¡Habría que ver lo que hacía ella si no le pagaran!
Hala, a pasarlo bien este verano.
Becaria, yo creo que todas funcionan igual. Conozco empresas medianas que no pagan ni aunque les pongas cabeza abajo.
A veces es uno el que tiene que ser borde. Yo me acuerdo una peña que no me pagaba, me daba largas, bla, bla. Y yo tan educadito, ya conoces mi paciencia oriental. Hasta que un día me levanté torcido, llamé por teléfono y me cagué en el Santo Imperio. Me pagaron ese mismo día, yo mosqueao acojono lo suyo. No siempre funciona, pero por lo menos te quedas a gusto.
Abrazos.
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