
- ¡Pssst! ¡Pssst!
Pero no he visto nada al mirar alrededor. ¿Quién será?
- ¡Pssst! ¡Pssst! ¡Caballero! ¡Estoy aquí!
¡Hum! Esa voz viene de los arbustos que tengo al lado. Hay alguien escondido, pero no le localizo bien.
- ¿No hay nadie por ahí? ¿Puedo salir? – ha dicho la voz.
- Salga, hombre, que no hay nadie. ¿Qué le pasa?
Y entonces ha salido de los arbustos un dragón, con muchas precauciones. Me he quedado un poco sorprendido, porque es un dragón de unos 20 metros, con alas, escamas y todo. Y ha cogido y se ha sentado a mi lado en las escaleras.
- Perdone que le importune, caballero, pero es que me siento tan sólo, y la gente es tan cruel con los marginados…Cuando le he visto a usted, me he dicho, ese caballero parece una persona con quien se puede hablar. No sabe cuanto le agradezco que no haya salido corriendo, señor.
- ¿Usted no es de por aquí, verdad?
- No, caballero, tiene usted razón, supongo que se me nota en el acento. Soy un emigrante de Bhután.
- Hombre, claro, “la tierra de los dragones del trueno”.
- Sí, ya veo que es usted un hombre instruido, caballero. Es un sitio muy hermoso, no se crea, lleno de montañas y tradiciones. Un poco atrasado, pero muy bello. Tenía que haberme quedado allí. Yo tenía un buen trabajo, ¿sabe?, estaba muy solicitado porque era muy bueno rugiendo de forma atronadora. ¿Quiere que le haga una demostración? ¡Todavía estoy en forma!
- Bueno, me encantará oírlo.
Y el amigo ha soltado un rugido que se han caído las flores de los castaños de indias y han empezado a sonar las alarmas de todos los coches. ¡Hasta la escalera ha retumbado!
- ¿Eh? ¿Qué le parece?
- ¡Estoy impresionado! ¿Y qué le ha traído hasta aquí desde Bhután?
- ¡Ay, señor, es una historia triste! Pero perdóneme, soy un mal educado, aún no me he presentado. Me llamo Juan-Juan.
Y me extiende una garra descomunal.
- Encantado, Juan-Juan, soy el siempre bien parecido Troglo Jones.
- ¿Troglo Jones? ¡Creía que era una leyenda!
- A mí me pasaba algo parecido con los dragones.
- Me alegra mucho conocerle, señor Jones. Como le decía, yo vivía bien en Bhután, sin lujos, pero a gusto. Pero un infausto día cayó en mis garras una revista occidental…
- ¡Vaya por dios!
- Me puse a leerla, y no daba crédito a lo que veía. ¡Coches fastuosos, mujeres hermosas, pantallas de plasma, teléfonos móviles,…! Me quedé hipnotizado, Sr. Jones, y quise tener todo aquello. ¿Por qué no podía yo tenerlo?
- ¿Y qué pasó?
- Yo pensé que era un dragón muy atractivo. Podía ganarme la vida en publicidad, hacer cine,…¡ya me veía rico y famoso! ¡Occidente estaba lleno de oportunidades para un dragón emprendedor! Así que me puse en camino, un ratito andando, y otro volando.
- Es un viaje largo.
- Mucho, la verdad. Los dragones volamos, pero trechos cortos porque, al ser tan grandes, nos cansamos mucho. Fue un viaje muy duro, pero tenía tanta ilusión que lo hice con alegría.
- ¿Y que pasó?
- Bueno, caballero, supongo que lo que a tanta gente. Cuando llegué aquí, me di cuenta de que las cosas no eran de color de rosa. Resulta que era más barato hacer un dragón por ordenador que utilizar uno de verdad, en las películas o la publicidad. Y lo cierto es que mi currículo era muy limitado.
- Ya veo.
- Desde entonces, señor, voy de mal en peor. Nadie quiere darme trabajo, los dragones no tenemos salida en el mercado occidental. Sólo me contrataron para incinerar basuras una vez, pero el olor me ponía tan enfermo que me daban arcadas. ¿Qué tiran ustedes a la basura? Volvería a Bhután, pero estoy muy cansado, y no tengo dinero para el viaje. ¿No tendrá usted alguna chapucilla que yo pueda hacer, caballero? Aunque sea calentarle el café, ya sé que no puedo competir con el microondas, pero…
Y mi pobre amigo el dragón agacha la cabeza, y una lagrimilla se desliza a lo largo de su enorme hocico.
- Juan-Juan – le digo – lo siento, pero no tengo trabajo para ti. Pero creo que la solución está más cerca de lo que tú crees.
- ¿Usted cree? ¿Cómo? – me pregunta mientras se le iluminan los ojillos.
- Mira, amigo, nuestro más grave error es que olvidamos nuestros valores, y olvidamos lo que somos. ¿Publicidad, cine? ¡Tú eres un dragón, hostias! ¿Qué es lo que sabe hacer un dragón?
- Pues yo…
- ¡Incendiar aldeas, raptar princesas, cargarse a caballeros! Mírame a los ojos, Juan-Juan, y dime que no es eso lo que quieres hacer.
- Yo,..- me dice, con los ojillos bajos.
- Uno no puede negar su vocación, amigo. No puede negar lo que es. Y eso es lo que te pasa a ti, que has querido ser lo que no eres. Te has dejado deslumbrar por el oropel, y has olvidado tu esencia. ¡Recupera tu dragonez! Tienes que hacer aquello para lo que has nacido.
- Sí. ¡Sí! ¡Tiene razón, caballero, qué coño! – dice, mientras se yergue en toda su estatura - ¡Soy un dragón! – suelta, con un vozarrón que se habrá oído en Pamplona. - ¡Sí, sí, ahora lo veo claro! ¡Me traicioné a mi mismo, a lo que soy, por dinero! ¿Y yo para qué quiero dinero, siendo un dragón? ¡Señor Jones! – me dice, llorando a moco tendido - ¡No sé cómo darle las gracias!
- Bueno, hombre, bueno, no hay para tanto. Sé tú mismo, y ya está.
- Gracias, señor, siempre tendrá un lugar en mi corazón. ¡Voy a recuperar mi identidad!
Y ahí le he dejado, en la calle Cea Bermúdez, incendiando los edificios, aplastando coches y peatones, y comiéndose niños. Alguno pensaréis que no le he dado un consejo tan bueno, sobre todo por la masacre que está organizando y eso, pero ¡se le veía tan feliz a la criaturita! Y es que no hay como hacer lo que a uno le gusta.