
Cierta mañana, el mandarín Ku Ñao llegó a su despacho y llamó a su pupilo predilecto, Par Di Yo:
- ¡Par Di Yo! Deslízate cual serpiente veloz hasta mi despacho. Y tráeme un té con galletitas.
- ¡Sus deseos son órdenes, Maestro!
Mientras Ku Ñao bebía con delectación su té, al que había añadido un generoso chorrito de sake sin que lo viera Par Di Yo, preguntó a su acólito:
- Dime, Par Di Yo, ¿cómo están los ánimos entre los desgra…, entre los trabajadores del mandarinato?
- La verdad es, Maestro, que no están demasiado animados. Hay bastantes quejas por la carga de trabajo, y no hay mucho compromiso con la compañía. Me temo que bastantes de ellos están pensando irse a trabajar a otro lugar.
- ¡Ratas desagradecidas! Les das trabajo y un sueldo suficiente para no morirse de hambre, y así te lo pagan. La iniquidad humana no tiene límites, Par Di Yo. ¡Recuérdalo!
- Sí, Maestro, el trabajador es desagradecido por naturaleza.
- Así es. Pero todo tiene arreglo. He tenido una idea genial para devolver la motivación a esta colección de bueyes descerebrados, y que vayan a trabajar con alegría en el corazón y música en el alma. ¡Je, je, je! He inventado la pirámide invertida.
- Pero, Maestro, ¿es posible?
- Todo es posible para un mandarín, Par Di Yo. Han iluminado mi mente los escritos del gran Gu-Rú.
- Maestro, no me digáis que os creéis lo que dice Gu-Rú, si es una sarta de necedades, que…bueno, o quizá es que yo no lo he entendido bien – dijo Par Di Yo al ver que la cara del mandarín Ku Ñao iba arrugándose peligrosamente.
- Par Di Yo, un día voy a perder mi celestial paciencia y vas a aparecer en el I Nem.
- ¡Maestro, piedad, perdonad a esta rata miserable! – dijo arrodillándose Par Di Yo al oír mencionar el nefasto nombre del I Nem, tabú para los trabajadores de cualquier mandarinato.
- ¡Calla! Y deja de temblar cuál hoja de loto. Tráeme ahora mismo el OrGa-NiGra-Ma, despreciable patán.
- ¡Al instante, Maestro!
Par Di Yo regresó transportando un gran cuadro, en el que se representaba una pirámide. En la cúspide de esa pirámide aparecía la cara del Emperador. Justo por debajo aparecían los retratos de los mandarines más ilustres. Según se iba descendiendo por la pirámide, aparecían rostros de funcionarios de menor rango, hasta llegar a la amplia base de la misma, donde se acumulaban los trabajadores de menor nivel.
- Bien, Par Di Yo- dijo Ku Ñao – supongo que, a pesar de ser un despreciable ignorante, estás familiarizado con este OrGa-NiGra-Ma.
- ¡Por supuesto, Maestro! Recoge, en forma de pirámide, la estructura de la empresa, de arriba abajo.
- Bien. Ahora reúneme en el Salón de Ceremonias a todos los chupa…a todos los trabajadores. Les voy a meter una charla motivadora que ni con siete pipas de opio.
- ¿Ahora, Maestro?
- ¿Osas replicarme, Par Di Yo? ¡Vuela!
- ¡A la orden, Maestro!
Las órdenes de Ku Ñao fueron cumplidas a rajatabla, y los funcionarios del mandarinato fueron reunidos en el Salón de Ceremonias. Estaban expectantes ante las noticias que podrían darles. Entonces, apareció en el escenario del Salón la imponente figura de Ku Ñao, seguido por Par Di Yo, que transportaba el OrGa-NiGra-Ma. Colocó este sobre un atril, de forma que pudiera ser visto por todos.
- ¡Os saludo, honorables trabajadores!- tronó la voz de Ku Ñao.
- ¡Que las bendiciones caigan sobre tu cabeza! – contestaron todos los trabajadores a coro.
- Hijos míos, os he reunido aquí para haceros conscientes de lo importantes que sois para este mandarinato. Muchos de vosotros pensaréis que vuestro trabajo no es importante, que sólo sois una parte insignificante de un inmenso engranaje, un simple ladrillo en la Gran Muralla. Pero no es así. ¡Vuestro trabajo es de la más grande importancia!
Los funcionarios bullían inquietos, esperando las grandes revelaciones de Ku Ñao.
- Observad el OrGa-NiGra-Ma. Todos lo conocéis. El Emperador está en la cúspide de la pirámide, y vosotros abajo. ¡Pues bien, no es así!- berreó Ku Ñao.
- ¡Oh!
- ¡Uh!
- ¡Ah!
El asombro de los funcionarios era palpable ante las atrevidas palabras de Ku Ñao. El mandarín preguntó entonces:
- Decidme, ¡oh, funcionarios! ¿Cuál es la razón de ser de esta empresa?
- ¿El dinero? – apuntó el funcionario Jo Don.
- ¡Cretino miserable! – dijo furioso Ku Ñao- ¡Los CLIENTES! ¡Ellos son nuestra razón de ser, lo más importante! ¿Y dónde están los clientes?
- ¿Con la competencia? – volvió a intervenir Jo Don.
- ¡Descerebrado abyecto! ¡Están AQUÍ! – Y Ku Ñao señaló un punto por debajo de la base de la pirámide- ¡Sois vosotros los que atendéis directamente a los clientes! Y, si los clientes son lo más valioso, lo más importante, entonces…
Y Ku Ñao, con un grácil movimiento de muñeca, dio la vuelta al OrGa-NiGra-Ma, quedando la ancha base en la parte superior y la cúspide en la inferior.
- ¡Oh!
- ¡Uh!
- ¡Ah!
Dijeron los funcionarios.
- …entonces – continuó Ku Ñao - ¡Vosotros sois los más importantes de la empresa! ¿Lo entendéis, hijos míos? Vosotros sois los que aseguráis la supervivencia de este mandarinato, los verdaderamente importantes. Todos los demás, desde los mandarines hasta el Emperador, están aquí únicamente para ayudaros en vuestra sagrada misión, a vuestro servicio. ¡Esta es la verdadera forma de mirar el OrGa-NiGra-Ma!
¡El murmullo en las filas de los funcionarios era cada vez mayor! ¡Las palabras de Ku Ñao habían despertado gran excitación! El mandarín empezaba a felicitarse por el éxito que iba a tener su charla motivadora cuando pidió la palabra el funcionario Bo Ka Za.
- Maestro,…
- Dime, hijo mío.
- ¿Nosotros estamos, entonces, en la parte más alta de la pirámide?
- Esta es la verdad, Bo Ka Za.
- Entonces hay algo que se me escapa, Maestro – dijo Bo Ka Za, rascándose la cabeza.
- ¿Qué es ello, hijo mío’
- ¿Por qué, entonces, los que estamos en la parte más alta de la pirámide somos los que menos cobramos?
El mandarín Ku Ñao se quedó paralizado como si hubiera sido alcanzado por un rayo. Y sólo acertó a contestar:
- ¡Eh! ¡Uh! ¡Oh!
Y se desató un gran revuelo en el Salón de Ceremonias. Una carcajada, estruendosa cual eructo de dragón, retumbó por la estancia.
- ¡Jo, jo, jo! ¡Jua, jua, jua! ¡Muy bueno, Bo Ka Za! ¡Ahí le has dao!
El funcionario Ka Chon Do pidió la palabra y dijo:
- Como yo soy el último mono en esta empresa debo estar en el punto más alto del organigrama. Creo que lo justo es que se me traiga en palanquín al trabajo.
- ¡Jo, jo, jo! ¡Jua, jua, jua! – se descojonaron los funcionarios.
Revuelo general. Par Di Yo no pudo reprimir más tiempo una carcajada, que rogó a los cielos no hubiera sido escuchada por Ku Ñao.
- Como yo hago el trabajo de nivel más ínfimo y, por tanto, el más importante- dijo Be Ka Rio – creo que lo justo es que reciba tres concubinas más.
- ¡Jo, jo, jo! ¡Jua, jua, jua!
- Ya que está a nuestro servicio, ¿alguien puede avisar al Emperador de que me traiga un Ku Ba Ta Tres Delicias? Es para atender al cliente más motivado aún – soltó Jo Don.
- ¡Jo, jo, jo! ¡Jua, jua, jua! ¡Ji, ji, ji! – los funcionarios se retorcían por el suelo de risa ante esta tremenda irreverencia.
- ¡BASTA! – dijo Ku Ñao, con la cara desfigurada por la ira. Al tiempo, aplicó una certera patada de kung fu al OrGa-NiGra-Ma, devolviéndolo a su posición original, con la cúspide en la parte superior - ¡Pedazos de asno, no entendéis nada, no estáis preparados para la gestión moderna! ¿Así pagáis mis intentos de motivaros? ¡Pues a seguir como antes! ¿Estáis contentos?
- Quizá sea lo mejor, Maestro – se oyó una voz entre las filas de funcionarios.
- Sí, podemos pasar que nos exploten, pero que también nos bacilen con pirámides invertidas es un poco excesivo – dijo otra.
Ku Ñao no pudo reprimirse y lanzó una antigua maldición manchú:
- ¡KaGon To Do! ¡Todo el mundo a trabajar, la reunión ha terminado!
Los funcionarios desfilaron rápidamente, escuchándose aún alguna risilla. Cuando el Salón de Ceremonias se hubo vaciado, dijo Ku Ñao:
- ¿Tú has visto, Par Di Yo? Con estas bestias no se puede hacer nada. No tienen espíritu, ni entienden la nueva gestión. Es echar margaritas a los cerdos. ¿A dónde vamos con esta juventud?
- Verdaderamente, Maestro, no aprecian los esfuerzos que se hacen por ellos.
- ¡Exacto, Par Di Yo! En fin, lo mejor es que me eche una siesta para serenarme, y recuperarme del contacto con estos animales. ¡Y quita de mi vista esa pirámide!
- A la orden, Maestro.
Y así la pirámide volvió a ser lo que nunca había dejado de ser. Y los escribas dejaron constancia de este suceso en los versos de rigor: