Quería contaros lo que pasó la noche que conocí a Cassandra Wilson.
La cosa fue así:
Yo había salido tarde de la oficina, como casi siempre, porque suelo quedarme dormido en el despacho con mucha facilidad. Era ya de noche, y la noche estaba muy rara. Ni llovía, ni dejaba de llover, pero la calle tenía como un brillo extraño. No había casi nadie, y yo caminaba algo más idiotizado de lo normal. No tenía muy claro por dónde andaba, quizá me había perdido. De repente, un taxi se paró a mi lado. Se abrió la puerta y ¿quién diréis que se bajó? ¡Sí! ¡Cassandra Wilson! ¡La misma!
- ¡Anda ya!
El autor de este anticlímax es Puto Bocazas, un loro que tengo en casa y que no me deja vivir. Le puse el nombre por su exuberante personalidad.
- ¡Calla ya, buitre! ¿Qué sabrás tú de contar historias? ¿Has escrito alguna, eh?
- ¡No he escrito ninguna porque no tengo manos, sólo alas! ¡Vas a flipar, anota mientras te dicto, ya verás que historia! “Era un noche como tantas…”
En este momento, y con sigilo, he tapado la jaula de Puto Bocazas con una toalla. Ahora, abro la ventana y tiro la jaula, eso sí, con mucho cuidado. Dicen que los loros viven 70 años. No, si yo puedo evitarlo. Así que, como decía, la noche que conocí a Cassandra Wilson la cosa fue así:
Cassandra se bajó del taxi, me miró así como de aquella manera, y con ese vozarrón me dijo:
- Hola, Troglo Jones. Te estaba buscando.
¡Fijaros que situación! ¿Qué hubierais dicho vosotros en mi lugar? Yo dije:
- Tanto gusto, señora.
Ya sé que es una idiotez, pero me hubiera gustado veros, con aquel mujerón mirandóos. Y dijo:
- Te necesito, Troglo, es cuestión de vida o muerte. Tengo que actuar esta noche y no tengo acompañante. ¡Tú tocarás el saxo para mí!
Y se me quedó allí, mirándome fijamente. ¡Y lo bien que hablaba español Cassandra Wilson, qué cosas! Yo hubiera tocado lo que me hubiera dicho, pero aquello era demasiado. Así que dije:
- ¿Lo qué?
Ya sé que no fue muy brillante pero, repito, me hubiera gustado veros. Ella dijo:
- ¡No hay tiempo!
Y me agarró del brazo y me metió en el taxi.
- Ahora tengo que vendarte los ojos – me dijo.
Y me los vendó, para que no supiera dónde íbamos. Dimos vueltas y vueltas, hasta que el taxi se paró. Ella me desató la venda y me dijo:
- Ven.
Y fui. Y entramos en un club de jazz. ¡Y qué club! ¿Os acordáis del de la peli de “Round Midnight”? Pues igualito. Y lleno de gente. Y cuando entramos, todos se pusieron a gritar como posesos. Y subimos al escenario, y Cassandra Wilson me dio un saxofón tenor, y me dijo:
- Toca conmigo.
Y yo le dije:
- ¡No puedo! ¡No puedo!– y me salió voz de Chiquito de la Calzada, que me pasa cuando me pongo nervioso. Ya sé que no es muy brillante, pero me gustaría haberos visto a vosotros. Y ella me dijo:
- Yo te daré el poder.
Y lo que me dio fue un beso de tornillo que me volvió loco. ¡Qué labios, hijos míos, qué labios! Y al instante noté que me entraba en los pulmones Dexter Gordon. Y después entró Sonny Rollins. Y a continuación, tenía a Lester Young, sí señores. Y entonces tuve que toser, porque me ahogaba con tanta gente en los pulmones.
Y entonces agarré el saxo y me puse a tocar. Y Cassandra se puso a cantar. Y tocamos “Some other time”. Y después, “You don’t know what love is”. Y “Shall we dance”. Y hasta “´Strange Fruit”. Y muchas más. Y yo tocaba como nunca había tocado, porque no había tocado nunca, la verdad, y ella cantaba como siempre había cantado, pero mejor, y la gente se volvió loca, y todos nos volvimos locos. Y cuando ya no podíamos más, después de horas y horas, paramos. Y la gente aplaudía, y aplaudía, y aplaudía. Y ella me dijo:
- Gracias, Troglo Jones. Me has salvado.
Y me miró con esa pregunta en los ojitos. Y yo dije:
- Cassandra, yo me debo a la Dirección de Operaciones – vale, esta es especialmente poco brillante, pero me gustaría haberos visto a vosotros. Y ella me dijo:
- Déjalo todo y ven conmigo.
Y, como decía mi abuelo, hay mujeres que quizá no son tan guapas, pero tienen algo. Bueno, realmente mi abuelo no decía nada, sólo fumaba celtas y refunfuñaba, así que esta frase debe ser mía. En fin, a lo que iba, que ella me dijo:
- Déjalo todo y ven conmigo.
Y yo dije:
- ¡Vale! – sí, sí, no pasará a la historia, pero fue lo más acertado que dije en toda la noche.
Y entonces Cassandra se acercó de una manera que me dio hasta miedo. Y cuando ya estábamos pegaditos, pegaditos, me caí de la silla y me di cuenta de que me había vuelto a quedar frito en el despacho. ¡Maldita sea mi suerte! Así que me levanté del suelo, me puse el sombrero (suelo llevar sombrero de copa), y me marché a la calle, pensando en mi sueño y en ella.
Así que, como veis, yo había salido tarde de la oficina, como casi siempre, porque suelo quedarme dormido en el despacho con mucha facilidad. Era ya de noche, y la noche estaba muy rara. Ni llovía, ni dejaba de llover, pero la calle tenía como un brillo extraño. No había casi nadie, y yo caminaba algo más idiotizado de lo normal. No tenía muy claro por dónde andaba, quizá me había perdido. De repente, un taxi se paró a mi lado. Se abrió la puerta y ¿quién diréis que se bajó? ¡Sí!
PD: Muchas gracias a Esther Cidoncha por prestarme esta maravillosa foto de Cassandra Wilson para este delirio. © ESTHER CIDONCHA CASTELLOTE
La cosa fue así:
Yo había salido tarde de la oficina, como casi siempre, porque suelo quedarme dormido en el despacho con mucha facilidad. Era ya de noche, y la noche estaba muy rara. Ni llovía, ni dejaba de llover, pero la calle tenía como un brillo extraño. No había casi nadie, y yo caminaba algo más idiotizado de lo normal. No tenía muy claro por dónde andaba, quizá me había perdido. De repente, un taxi se paró a mi lado. Se abrió la puerta y ¿quién diréis que se bajó? ¡Sí! ¡Cassandra Wilson! ¡La misma!
- ¡Anda ya!
El autor de este anticlímax es Puto Bocazas, un loro que tengo en casa y que no me deja vivir. Le puse el nombre por su exuberante personalidad.
- ¡Calla ya, buitre! ¿Qué sabrás tú de contar historias? ¿Has escrito alguna, eh?
- ¡No he escrito ninguna porque no tengo manos, sólo alas! ¡Vas a flipar, anota mientras te dicto, ya verás que historia! “Era un noche como tantas…”
En este momento, y con sigilo, he tapado la jaula de Puto Bocazas con una toalla. Ahora, abro la ventana y tiro la jaula, eso sí, con mucho cuidado. Dicen que los loros viven 70 años. No, si yo puedo evitarlo. Así que, como decía, la noche que conocí a Cassandra Wilson la cosa fue así:
Cassandra se bajó del taxi, me miró así como de aquella manera, y con ese vozarrón me dijo:
- Hola, Troglo Jones. Te estaba buscando.
¡Fijaros que situación! ¿Qué hubierais dicho vosotros en mi lugar? Yo dije:
- Tanto gusto, señora.
Ya sé que es una idiotez, pero me hubiera gustado veros, con aquel mujerón mirandóos. Y dijo:
- Te necesito, Troglo, es cuestión de vida o muerte. Tengo que actuar esta noche y no tengo acompañante. ¡Tú tocarás el saxo para mí!
Y se me quedó allí, mirándome fijamente. ¡Y lo bien que hablaba español Cassandra Wilson, qué cosas! Yo hubiera tocado lo que me hubiera dicho, pero aquello era demasiado. Así que dije:
- ¿Lo qué?
Ya sé que no fue muy brillante pero, repito, me hubiera gustado veros. Ella dijo:
- ¡No hay tiempo!
Y me agarró del brazo y me metió en el taxi.
- Ahora tengo que vendarte los ojos – me dijo.
Y me los vendó, para que no supiera dónde íbamos. Dimos vueltas y vueltas, hasta que el taxi se paró. Ella me desató la venda y me dijo:
- Ven.
Y fui. Y entramos en un club de jazz. ¡Y qué club! ¿Os acordáis del de la peli de “Round Midnight”? Pues igualito. Y lleno de gente. Y cuando entramos, todos se pusieron a gritar como posesos. Y subimos al escenario, y Cassandra Wilson me dio un saxofón tenor, y me dijo:
- Toca conmigo.
Y yo le dije:
- ¡No puedo! ¡No puedo!– y me salió voz de Chiquito de la Calzada, que me pasa cuando me pongo nervioso. Ya sé que no es muy brillante, pero me gustaría haberos visto a vosotros. Y ella me dijo:
- Yo te daré el poder.
Y lo que me dio fue un beso de tornillo que me volvió loco. ¡Qué labios, hijos míos, qué labios! Y al instante noté que me entraba en los pulmones Dexter Gordon. Y después entró Sonny Rollins. Y a continuación, tenía a Lester Young, sí señores. Y entonces tuve que toser, porque me ahogaba con tanta gente en los pulmones.
Y entonces agarré el saxo y me puse a tocar. Y Cassandra se puso a cantar. Y tocamos “Some other time”. Y después, “You don’t know what love is”. Y “Shall we dance”. Y hasta “´Strange Fruit”. Y muchas más. Y yo tocaba como nunca había tocado, porque no había tocado nunca, la verdad, y ella cantaba como siempre había cantado, pero mejor, y la gente se volvió loca, y todos nos volvimos locos. Y cuando ya no podíamos más, después de horas y horas, paramos. Y la gente aplaudía, y aplaudía, y aplaudía. Y ella me dijo:
- Gracias, Troglo Jones. Me has salvado.
Y me miró con esa pregunta en los ojitos. Y yo dije:
- Cassandra, yo me debo a la Dirección de Operaciones – vale, esta es especialmente poco brillante, pero me gustaría haberos visto a vosotros. Y ella me dijo:
- Déjalo todo y ven conmigo.
Y, como decía mi abuelo, hay mujeres que quizá no son tan guapas, pero tienen algo. Bueno, realmente mi abuelo no decía nada, sólo fumaba celtas y refunfuñaba, así que esta frase debe ser mía. En fin, a lo que iba, que ella me dijo:
- Déjalo todo y ven conmigo.
Y yo dije:
- ¡Vale! – sí, sí, no pasará a la historia, pero fue lo más acertado que dije en toda la noche.
Y entonces Cassandra se acercó de una manera que me dio hasta miedo. Y cuando ya estábamos pegaditos, pegaditos, me caí de la silla y me di cuenta de que me había vuelto a quedar frito en el despacho. ¡Maldita sea mi suerte! Así que me levanté del suelo, me puse el sombrero (suelo llevar sombrero de copa), y me marché a la calle, pensando en mi sueño y en ella.
Así que, como veis, yo había salido tarde de la oficina, como casi siempre, porque suelo quedarme dormido en el despacho con mucha facilidad. Era ya de noche, y la noche estaba muy rara. Ni llovía, ni dejaba de llover, pero la calle tenía como un brillo extraño. No había casi nadie, y yo caminaba algo más idiotizado de lo normal. No tenía muy claro por dónde andaba, quizá me había perdido. De repente, un taxi se paró a mi lado. Se abrió la puerta y ¿quién diréis que se bajó? ¡Sí!
PD: Muchas gracias a Esther Cidoncha por prestarme esta maravillosa foto de Cassandra Wilson para este delirio. © ESTHER CIDONCHA CASTELLOTE
7 comentarios:
¿No son curiosas las cosas que le pueden pasar a uno por la calle?
Yo con que me hubiera cantado 'You don't know what love is' me habría conformado, pero, tío, qué bueno.
Me ha gustado sobre todo esa frase de "tuve que toser, porque me ahogaba con tanta gente en los pulmones". Genial. Te enlazo, con tu permiso.
Un saludo.
Ayyy (suspiro). ¡Qué bello es soñar!. Bonito delirio Señor Troglo.
Es que ahora que me he enterado que eres profesor te tengo que llamar de usted. No lo puedo evitar. Me pasa como a algunas personas con las batas blancas, que ya te veo como una "figura" de prestigio. ;-)
Saludos:
Félix, bienvenido again, me alegro que te guste. La verdad es que a mí me pasan muchas cosas de estas, ya os contaré. Hombre, es un honor que me enlaces. ¿Pagas derechos de autor, o algo?
Mamen, es normal que me veas como a una figura de prestigio, soy uno de los chiflados más prestigiosos que conozco. Pero lo de ser profesor (en mi caso a tiempo parcial) le puede pasar a cualquiera, las malas compañías y eso.
Gracias, como siempre, por vuestra visita y vuestros comentarios.
Me encanta la historia, es fantástica. Me he reído un montón. Me gusta que seas humano, inteligente y con humor.
Muchísimas gracias por utilizar esta foto. Si te parece bien y no es inconveniente puedes quitar el © de dentro de la imagen. Quedará mejor la foto. Y el © se puede poner en la postdata junto a tu agradecimiento. Pero si puede ser, si no déjalo así. Es que no me gusta que se pise la imagen con texto.
Es una historia preciosa de verdad. Ójala te hubiera ocurrido de verdad y no fuera un sueño, pero piensa que a veces los sueños son más reales que la realidad. Seguro que aquel beso de tornillo fue real. Un abrazo.
Pues hecho. A mí tampoco me gusta que las fotos tengan texto.
Muchas gracias a ti por prestárme esta foto tan buena. Me alegro que te guste la historia. Para eso se hacen las historias, uno se divierte haciéndolas, pero le gusta que haya gente que las lea.
Un abrazo.
Cómo me he reído. Genial. Y maravilloso final.
El ¡Anda ya! me da una idea de tu procedencia.
En la primera ocasión que tenga, te enlazaré en mi blog.
PD.- Me lo recomedó un amigo
Saludos, amigo Millass. Y saludos al amigo que te recomendó. Aquí tienes otro amigo. ¡Vaya lío de amistades!
¿El ¡Anda ya! da idea de procedencia? Tendré que tener más cuidado con lo que digo, no sea que me detecte Hacienda.
Bueno, bienvenido, me alegro de que te hayas reído. Prometo visitarte.
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