lunes, 18 de febrero de 2008

Cuentos de los mandarines: el peso de la sabiduría

El mandarín Ku Ñao despertó de su siesta del burro (una cabezadita antes del aperitivo) un poco más temprano de lo habitual. Decidió entonces aprovechar el tiempo, que según dicen es oro, e hizo sonar el gong para llamar a su pupilo, el ignorante Par Di Yo:

¡GONG!

Sorprendentemente, Par Di Yo no acudió a la llamada. Sospechando la naturaleza de esta falta, Ku Ñao pateó el gong con todas sus fuerzas:

¡GONG! ¡GONG!

De inmediato, unos pasos precipitados se oyeron por el pasillo, y en la puerta apareció sofocado Par Di Yo, que apenas podía abrir los ojos. Esto, junto con el hecho de ser chino y tenerlos oblicuos, hacía que los ojos de Par Di Yo parecieran, más que ojos, dos puñaladas en un tomate.

- ¡Oigo y obedezco, Maestro!
- ¡Par Di Yo, rata de arrozal! ¿Será posible que estuvieras durmiendo en horas de trabajo?
- ¡Maestro, jamás osaría…!
- ¡Calla! ¡Si tienes marcados en la cara los ideogramas, de haber dormido sobre el Te Kla Do, pedazo de asno! Cierra otra vez los ojitos para que te aplique el toque del sueño de kung fu, Par Di Yo. Te despertarás en el I Nem.
- ¡Maestro, eso no! ¡Perdonad a este indigno esclavo! ¡Haré lo que sea para redimirme a vuestros ojos! – Par Di Yo se arrojó al suelo y comenzó a sollozar de forma conmovedora.
- ¡Levanta! – dijo Ku Ñao – Una vez más, voy a perdonar tu miserable vida, aunque no sé por qué soy tan generoso.
- ¡Gracias, Maestro, os juro que…!
- ¡Basta ya, Par Di Yo, no hagas que me arrepienta! ¿Has terminado el informe de consultoría que había que entregar para la empresa de Grandes Murallas?
- Está listo, Maestro.
- Bien. Tráelo para que lo revise. Les voy a colocar una factura caudalosa como el río Amarillo, je, je.

Par Di Yo salió a escape y regresó muy ufano con unos papeles, que depositó sobre la mesa de Ku Ñao:

- Maestro, no es mi intención pecar de soberbia, pero creo que encontrará que mi informe es magnífico. Grandes Murallas estará satisfecho.

Ku Ñao bajó la vista hacia el informe, y su corazón dejó de latir.

- ¿Qué es esto? ¡Si no tiene ni 20 páginas!
- ¡Exacto, Maestro! Sin embargo, cada palabra es pertinente. Soluciona de una forma sencilla y elegante todos sus problemas.
- ¡Sencilla! – bramó Ku Ñao - ¿Y tú crees que por una solución sencilla puedo cobrarles una factura del tamaño de la Ciudad Prohibida? ¡Oh! ¿Por qué he sido maldecido por los dioses con un idiota semejante?
- Pero, Maestro, si es lo que necesitan…

Ku Ñao adoptó la postura de la grulla para calmarse. A continuación, arrojó un cenicero de jade a Par Di Yo, que se agachó justo a tiempo.

- Par Di Yo, eres un zoquete. Los dioses debían estar borrachos cuando dispersaron tu estirpe sobre la tierra. ¿Qué hablas de solucionar problemas? ¡Lo que yo quiero es facturar! ¿O tú crees que las concubinas son gratis?
- Me consta que no, Maestro, pero…
- ¡Silencio! Pero mi paciencia es infinita, y voy a mejorar tu educación. Te voy a enseñar a hacer informes de consultoría. ¡Toma tu tabla y papel, y apunta!
- Sí, Maestro. Estoy listo.
- ¿Qué es lo primero y más importante para hacer un informe de consultoría sobre cualquier tema?
- Entiendo que conocer bien el tema, Maestro.
- Estás acabando con mi paciencia oriental, Par Di Yo. El conocimiento del tema no tiene ninguna importancia para un consultor que se precie. ¿O no me has visto a mí hablar durante horas de temas de los que no tengo ni la más repajolera idea?
- Constantemente, Maestro.

Ku Ñao miró con suspicacia a su pupilo, ya que le había parecido detectar cierto Ka Chon Deo.

- Quedamos, entonces, - dijo Ku Ñao - en que el conocimiento del tema no tiene que ver. De hecho, es mejor cuanto menos sepa.

Par Di Yo se quedó alucinado ante esta información:

- Maestro, ¿seguro que no os ha sentado mal el sake?
- ¡Silencio, insolente culebra de agua! Escucha, y toma nota del primer mandamiento sobre los informes de consultoría: cuanta menos idea tenga yo de qué demonios ocurre en la empresa del cliente, más folios produciré. Así, el peso en kilos del informe es directamente proporcional a mi ignorancia sobre el tema objeto del mismo. Esto es un mecanismo compensatorio. No sé nada, pero el mamotreto que entrego hace parecer que soy más sabio que el mismo Príncipe Chuan.
- Pero, Maestro, ¡el cliente se dará cuenta de…!

Ku Ñao empezó a carcajearse vilmente de la afirmación de Par Di Yo:

- ¡Jo, jo, jo, jo, jo! Me subestimas, Par Di Yo.
- ¡Nunca, Maestro!
- ¡Calla y apunta una nueva perla de sabiduría! Cuando el informe es de un tamaño monstruosamente enorme, esto justificará que la factura sea monstruosamente grande. ¡No como esta birria que me has traído! ¿Tú crees que alguien pagaría un dineral por 20 folios, aunque sean la mayor maravilla del universo? Los honorables clientes sólo entienden conceptos sencillos, como “más grande, más caro”. ¡Coge de aquella estantería el informe que hicimos para la compañía de Patos de Pekín, y tráelo aquí!
- Sí, Maestro. ¡Buf! ¡Uf! ¡Aaaargh! – bufaba Par Di Yo bajo el peso de un descomunal mamotreto encuadernado en piel de dragón.
- Ponlo sobre esa mesa.

Con un esfuerzo sobrehumano, Par Di Yo, colocó el informe sobre una mesa de bambú. De inmediato, la mesa empezó a temblar y las patas a combarse hasta que, con un terrible crujido, la mesa se vino abajo.

- ¿Ves, Par Di Yo? La prueba de la mesa es definitiva para saber si tienes un buen informe de consultoría. Si la mesa no se rompe, aún no está listo. ¿Has entendido hasta aquí, Par Di Yo?
- Sí, Maestro.
- Bien, sigamos avanzando en la senda de la sabiduría. Aquí va otro principio muy importante de la filosofía mandarínica. El cliente nunca se dará cuenta de que no sé de que hablo, porque el cliente nunca supera el nivel máximo de estupidez.
- ¿Qué queréis decir, Maestro?
- ¿Tú crees que habría alguien tan estúpido en el mundo como para ponerse a leer ese monstruo de informe?
- Me tiembla la coleta sólo de pensarlo, Maestro. Para leer eso habría que ser más duro que un monje saolin.
- Exacto. El cliente podría leerse tu birrioso informe, pero no es tan estúpido como para leerse este, porque valora su salud mental. Además, la inmensa mayoría de los clientes son tan vagos como nosotros, Par Di Yo. Y esto es magnífico para nuestros planes, porque puedo estar seguro, al 99%, de que nadie leerá mi informe. De este modo, puedo poner en él lo que me dé la gana.
- ¿Cómo?
- Atiende, Par Di Yo. Por un lado tienes que tener un informe gigantesco. Esto sería malo, porque podría significar que tengo que trabajar. Pero, por otro lado, tienes la seguridad de que nadie lo va a leer. ¿Puedes imaginar una situación más magnífica? Puedo dar rienda suelta a mi imaginación.
- Me dejáis sin palabras, Maestro.
- He conocido algunos mandarines que introducían paquetes de folios en blanco en los informes, pero eso demuestra muy poca elegancia por su parte. No, no. Es el momento de una limpieza espiritual.
- ¿Ein?
- Un buen consultor agarra ahora todos los papelotes que tiene abarrotando los armarios y los grapa al informe. De esta manera, libera espacio a la par que genera el informe. Incluso cojo esos Kur-I-Ku-Lum que la plebe cree que tiene derecho a mandarme y los incluyo.
- Pero, Maestro, esos documentos son confidenciales.
- ¿Y dónde estará mejor resguardada la confidencialidad que en un informe que nadie leerá, Par Di Yo?
- Es cierto, Maestro. Había olvidado ese principio.
- Además, Par Di Yo, una ventaja de utilizar la basura acumulada para componer el informe estriba en que, aunque el cliente sea tan retorcido como Fu Manchú, y vaya a mirar una hoja de la parte media del mamotreto al azar, con el fin de comprobar si de verdad hemos hecho algo o nos hemos limitado a ponerle nuestro logo a la guía de teléfonos, existe una probabilidad del 95% de que encuentre palabras como “competencias”, “paradigma” o “gestión del conocimiento”, ya que los consultores las utilizamos continuamente para todo.
- Muy cierto, Maestro.
- Y también las utilizan los que me mandan propaganda y los candidatos que me envían su Kur-I-Ku-Lum. Por supuesto, el honorable cliente no entiende una estupidez del calibre de “constructo” o "factor primario", pero le suena a las estupideces que decimos habitualmente, con lo que da por bueno el informe, lo guarda en un cajón, dice que lo ha leído y que está muy bien, y nos paga.
- ¡Sublime, Maestro! Voy inmediatamente a vaciar los cajones para terminar el informe.
- ¡Par Di Yo, ven acá! – gritó Ku Ñao – Con razón dice el sabio que la estupidez es más peligrosa que las hordas mongolas. No he terminado aún contigo.
- Lo siento, Maestro.
- Nunca olvides las lecciones que has aprendido hoy. Jamás vuelvas a entregarme un informe útil.
- ¡Nunca más, Maestro!
- Y no olvides que no queremos solucionar los problemas del cliente. ¿No ves que si lo haces ya no tendrá necesidad de comprarnos? Lo que tenemos que hacer es agravar sus problemas, pero sutilmente, sin que lo note.
- Vuestra astucia es legendaria, Maestro. No lo olvidaré. Voy a hacer un informe del tamaño de un oso panda.
- Este es el espíritu, Par Di Yo. Pero esto no es todo, los informes tienen muchas más sutilezas, que veremos en otro momento. Ahora tengo la boca seca y me voy a apretar una Ma-Ho-U. Vete en paz.
- Mil gracias, oh Maestro.

Y así Par Di Yo aprendió que el tamaño sí importa. Y los escribas lo recogieron en estos versos:

Cuando un informe compones
y mucho quieres cobrar
hazlo grande de cojones
y no pongas ná de ná.

10 comentarios:

Esther dijo...

Muy muy bueno! O sea que el tamaño sí importa. Ya veo.

En fotografía, cada vez importa más el tamaño también. A fotografía más grande, más dinero puedes pedir, incluso los mismos galeristas recomiendan a sus artistas que las fotografías las positiven enormes. Si vas de galerías de arte, e incluso estos días a ARCO, verás que las fotografías son enormes deben medir por lo menos 2 metros o incluso 3 y 4 metros. Entonces se las valora mucho más. Y te compran hasta de museos importantes.

Eso aplícalo a todo el arte. Cada vez todo se hace más grande, esculturas, pinturas, arquitectura, fotografía.... Ahora mismo los grandes fotógrafos o otros artistas todas sus obras las producen en tamaños gigantescos. Los grandes arquitectos están obsesionados con los rascacielos. Los escultores sólo piensan en el tamaño de su escultura...

Es un buen paralelismo entre Arte y Consultoría del Arte.

Esther dijo...

Troglo jones, si yo hiciera una exposición con fotografías a tamaño de 2 y 3 metros te aseguro que me hago famosa y vendo mis fotos! ja ja ja Y no es broma lo digo totalmente en serio. Ya lo dice Ku Ñao: la estupidez es más peligrosa que las hordas mongolas!

Erradizo dijo...

El hermano de Ku Ñao (Kon Ku Ñao) debe trabajar en mi plantación. Si el documento no es lo suficientemente extenso exige varias cosas:

- doble espaciado
- tamaño de letra superior
- márgenes más amplios

Y para que quede buena constancia, 4 copias, así nos ahorramos el mal trago de tener que regar árboles...

Si es que sólo piensan en el bien de todos...

Saludos

Troglo Jones dijo...

Yo una vez hice un informe que había que moverlo con grúa. Desde entonces ya no he hecho ninguno más, sólo le cambio el nombre a la portada.

Pues sí, Esther. La imbecilidad no tiene límites. A veces uno se aprovecha de esto, pero no sé si merece la pena. Pero yo creo que, antes o después, te harás famosa y venderás tus fotos. Ya sabes que aquí te patrocinamos.

La estirpe de mandarines está muy extendida, Sr. Erradizo. Entre nosotros es muy habitual el uso del pleonasmo, figura literaria que consiste en añadir palabras a las frases sin añadir nada al significado, sólo para darles "fuerza". Como en "todos y cada uno de nosotros" o "lo vi con mis propios ojos". Nunca usas dos si puedes usar ocho.

Abrazos varios.

Lienzo tierra dijo...

Qué sabio es Ku-ñao. Por aquí también anda parte de la estirpe de los mandarines. El otro día oí la frase:

-"Pero no hagais esa pieza super-perfecta, hacedla para que falle y así nos pidan que la reparemos y nos pidan repuestos y esas cosas...De esa forma les facturaremos más.

Ojos como platos se me quedaron.

Qué penita de mundo corrompido. Me voy a ir al monte a ser ermitaña y a meditar.

Por cierto...¿para qué demonios sirve una consultora?. Mejor no me lo digas, sé la respuesta.

C'asco de vida.

Troglo Jones dijo...

C'est la vie! Yo estas cosas las oigo varias veces al día. De todas formas, a mí ya me queda poquito. ¡pero que largo se me está haciendo!

¿Las consultoras? Un día me explayaré. Tu pregunta es demasiado profunda.

Saludos.

Esther dijo...

Te queda poco? Es que lo vas a dejar? Cuidado! Tienes otra forma de ganarte la vida en perspectiva? Ya ves que me preocupo. Que luego la vida es muy dura. Un abrazo. Y perdón si hago preguntas que no debo hacer, no contestes si no quieres.

Troglo Jones dijo...

No te preocupes, la cosa está más o menos controlada. Ya iré informando. Y puedes preguntar lo que quieras. Muchas gracias por el interés.

Lienzo tierra dijo...

Pero no acabarán las historias del mandarinato ¿no?, que yo ya me he enganchado :-(

Troglo Jones dijo...

Eso jamás en la vida.