
- ¿Se puede, doctor Yolando?
- ¡Ah, señor Peluche! Pase, pase. Siéntese, por favor.
- Bueno, doctor, supongo que tiene ya los resultados de mis análisis.
- Pues sí, señor Peluche. Lo lamento, pero creo que no tengo muy buenas noticias. Voy a tener que darle la baja.
- ¿Y eso, doctor?
- Verá, los resultados muestran la presencia de un alto nivel de gilipollez en su organismo. Gilipollez de tercer grado, para ser exactos.
- ¿Me está diciendo que soy gilipollas?
- Me temo que sí, señor Peluche. Es usted lo que llamamos un “gilipollas severo”.
- ¿Pero qué dice?
- Tranquilo, señor Peluche, no es para tanto. La gilipollez es una enfermedad muy extendida en estos tiempos, y rara vez es mortal, aunque es muy molesta, sobre todo para los demás. Por eso tengo que darle la baja, no puedo dejarle andar suelto por la oficina, podría ser peligroso. Además, la gilipollez es bastante contagiosa.
- ¡Esto no puede ser cierto! ¡Tiene que haber alguna solución!
- Bueno, señor Peluche, me temo que la gilipollez, en la mayoría de los casos, es una enfermedad crónica. Sólo se cura con un cambio de actitud o, en ocasiones, con una sarta de hostias, pero pocas veces es eficaz el remedio.
- ¡Esto es una pesadilla!
- No exagere, señor Peluche. La enfermedad es mucho peor para los que le rodean que para usted. Además, se puede llevar una vida normal siendo gilipollas. Sólo hay que reconducir la gilipollez para que no sea excesivamente peligrosa.
- ¿Usted cree, doctor Yolando?
- Pues claro que sí, hombre. Pero hay que actuar rápidamente. De momento, le voy a recetar un par de hostias, que le administraré aquí mismo.
¡ZAS! ¡ZAS!
- ¡Aayy! ¡Joder, qué daño!
- Vamos, señor Peluche, no sea chiquillo, si eso no es nada. Llévese esta receta, tiene que recibir un par de hostias antes de las comidas. ¿Entendido?
- Sí, doctor.
- Pues, hala. Mucho reposo en casa, procure leer algo y no se acerque a niños ni a mujeres embarazadas. Ánimo, hombre.
- Está bien, doctor Yolando. Gracias.
- Adios, señor Peluche. Y no se olvide de las hostias.
Pues esa noche, viendo la tele, el señor Peluche se enteró de que habían detenido al doctor Yolando. Resulta que el desalmado pretendía dar la baja a todos los gilipollas que encontrara en las empresas. Imagina, se quedarían semidesiertas. Además, esto se podría calificar de gilifobia, algo inaceptable. Así que, desde entonces, se practica la discriminación positiva con los gilipollas, procurando que ocupen puestos de responsabilidad. ¿A que lo de la crisis ya se entiende mejor?
P.D: No sé si se nota mucho que hoy he tenido una reunión de las gordas con mandarines empresariales.