martes, 10 de marzo de 2009

Delirio laboral esperanzador

- ¡Prrttt! ¡ZZzmm! ¡Señor Escafoides Pandehigo, por favor, acuda al despacho del director! ¡Señor Escafoides Pandehigo, al despacho del director!


El siniestro aviso de los altavoces hizo que todos los trabajadores de la planta giraran acongojados la cabeza hacia el cubículo donde transcurría la absurda vida laboral del chupatintas de tercera Escafoides Pandehigo. En los tiempos que corrían, esa llamada no podía significar nada bueno. Sin embargo, Escafoides se levantó muy tranquilo, se ajustó la corbata, y se dirigió al despacho del director.


- ¿Da su permiso?

- ¿Eh? ¡Hombre, adelante, Escafoides, pase, pase! ¿Qué tal está?

- Bien, señor Flatulencias. ¿Y usted?

- Bien, bien, pero siéntese, je, je. ¿Qué tal su señora?

- Soy soltero, señor Flatulencias.

- ¿Ah, sí? Je, je, claro, claro. Usted era aficionado al fútbol, ¿verdad?

- No, señor Flatulencias.

- ¿No? ¡Qué raro! Ejem, ¡je, je! Bueno, bueno. Pues verá, amigo Escafoides. Quería hablar con usted porque ya sabe cuanto le apreciamos y valoramos su trabajo en esta compañía. Así que le voy a echar a la puta calle.

- ¿Cómo dice?

- Ya sabe, Escafoides, je, je, la crisis...La empresa no va bien. Este año incluso he tenido que dejar de hacerme los calzoncillos de oro. No sabe cuanto le agradecemos, y bla, bla, ya sabe, hala, adiós.

- Yo paso.

- ¿Qué dice?

- Que no me piro.


El director miró perplejo a Escafoides.


- Escafoides, si yo le digo que se vaya, se tiene que ir.

- De eso, nada. ¿Dónde lo pone?

- ¡Grrr! ¡Pues no sé dónde, pero así es!

- Pues yo paso de irme.


El director estaba alucinado. Nunca había visto una cosa parecida, así que llamó al abogado de la empresa:


- ¡Oiga, Picapleitos, escuche, aquí tengo un tío que no se quiere pirar! Sí, que le he dicho que a la puta calle y me ha dicho que no. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Cómo que no lo sabe? ¿Que no hay precedentes? ¡Grrr! ¿Quiere que le largue a usted o qué? ¡Ya hablaremos!


El director colgó dando un porrazo y se dirigió a Escafoides:


- Vaya, Escafoides, confieso que nunca se nos había dado esta situación, que le dijera a alguien que se fuera a la puta calle y me dijera que no. No entra en mis coordenadas mentales, así que no sé qué hacer.

- Pues no me pienso ir.

- ¡Venga, hombre! ¿Qué es usted, un anarquista? ¡Piense en sus hijos!

- Yo no tengo hijos.

- ¡Pues en los míos!

- Usted tampoco tiene.

- ¡Piense en el bien de la empresa!

- Y una mierda. Yo no me pienso pirar.

- ¡Grrrr! ¡Esto es altamente irregular, Escafoides! ¡Vuelva a su puesto! ¡Tendré que despedir a otro que dé menos guerra!


¡Demasiado tarde! La estrategia de Escafoides corrió como la polvora entre todos los empleados y así, cuando llamaban a uno y le decían que se fuera, decía que no. Y la empresa estaba confusa y no sabía qué hacer, a ver qué hace uno en este caso, si nunca había pasado. Y don Flatulencias se tuvo que joder. Y ojalá esta historia pudiera ser verdad.

14 comentarios:

Ralph dijo...

Troglo me tenías que haber contado esta historia un par de añitos antes, me hubiese sido de más utilidad. Lastima que no sea tan fácil escapar de las garras del IN-EM, es peor que HACIENDA, o será que ya lo tenemos asumido igual que la visita al dentista una vez al año como mínimo je je je

Troglo Jones dijo...

Bueno, Ralph, ¿cómo sabes que no funciona si no lo has intentado, je, je? Sí, ojalá fuera tan fácil.

Abrazos.

Armando dijo...

El mundo de los negocios está lleno de paradojas. Su gestión es compleja y el factor humano sumamente sensible. Si amigo. Hay tantas lecciones en este post, que podrían derivar en acciones creativas.

Saludos

Troglo Jones dijo...

Hola, Armando. Por eso da tanto juego, las paradojas y contradicciones son constantes, algunas tan evidentes que parece imposible no verlas. Muchas gracias por tu visita y tu comentario.

Abrazos.

Esther dijo...

jelou troglo,

pues a mi, al contrario que a tu amigo Escafoides, en dos ocasiones distintas de dos trabajos distintos quisieron hacerme fija, después de estar dos años en la empresa, y las dos veces dije que no. Y me marché. Y es que soy demasiado salvaje para acoplarme al mundo empresarial y cumplir con horarios. Me siento como un pájaro enjaulado. Me gusta ir por libre. Escafoides hace bien. Pero no es mi estilo. Como dice Armando, el mundo de los negocios está lleno de paradojas.

Bon día.

Troglo Jones dijo...

Pues ya sabes que estoy totalmente de acuerdo, Esther. A mí tampoco me va, tengo que ir por libre. En ocasiones, un despido puede ser una oportunidad, aunque está claro que, para mucha gente, es una putada.

Abrazos.

Doctor Krapp dijo...

Huyyyy Troglo le veo blandito y utópico ¿Dónde está aquel viejo Troglo ácido, trágico y anarcoide?
Debe ser la crisis.
Buen texto.

Troglo Jones dijo...

Tranqui, Doc. Hay que dejar que se confien.

Salud.

obidantenobi dijo...

Que mas tendrás guardado por ahí para que tengamos que confiarnos Troglo?
Miedo das...

Troglo Jones dijo...

Dani, las mentes malvadas nunca descansan, je, je, je (risa maquiavélica).

Gracias por venir. Salud.

Lienzo tierra dijo...

Pues a mí por suerte nunca me han echado de ningún sitio. Me he ido yo que da muuuuuuuuuuuuucho más gustazo.

De todas formas si no te dan un escrito no puedes abandonar, que luego te pueden acusar de abandono de puesto de trabajo. Yo creo que tampoco me iría, jaja.

Troglo Jones dijo...

Mamen, no te había visto. Hombre, lo de irse uno está bien, pero también está bien probar que te echen un poco, ¿o no? Bueno, que no está el horno para bromitas.

Je, je, siempre me ha hecho gracia lo del "abandono de puesto", como si fuera un perrito.

Abrazos.

Mr Blogger dijo...

Al señor flatulencias le basta con no pagar...

Troglo Jones dijo...

Eso sí, Mister, pero entonces nos basta con darle un palizón del quince. Yo me lo pensaba, je, je.

Salud.