miércoles, 23 de junio de 2010

Portadas que me gustan


Bueno, volvemos con el dúo Francis Wolff a las fotos y Reid Miles al diseño de portada, para este disco del 62. Mirar qué feliz se ve a Horace Silver con las geishas, je, je, qué sinvergonzón. En fin, una portada que transmite alegría y luz, y es que la luz del sol naciente había que aprovecharla.


Acompañan a Silver y su piano su grupo habitual, Blue Mitchell a la trompeta, Junior Cook, que tenía un muy buen día, saxo tenor, Gene Taylor al bajo y Joe Harris a la batería. Y esta pieza, larga pero que se hace corta, se llama “Sayonara Blues”, del propio tío Silver. Pues eso, sayonara.



sábado, 19 de junio de 2010

Lucidez

Al día siguiente, no murió nadie.


Así comenzaba “Las intermitencias de la muerte”, de José Saramago. Hoy, sin embargo, la muerte sigue con su trabajo y se ha llevado a mucha gente, entre otros, a José Saramago. Alguien que estoy seguro que no pretende ser un muerto más importante que ningún otro muerto. Como no quiso ser más importante que otros vivos.


Alguien me dijo una vez que Saramago siempre escribía el mismo libro. ¿Y qué otro libro se puede escribir? ¿Se puede hablar de otra cosa que no sea la dignidad, la justicia, el dolor? ¿Se puede hablar de algo que no sea el hombre? ¿Se puede hacer algo más necesario que intentar hacer ver a los ciegos?

domingo, 13 de junio de 2010

Portadas que me gustan


Esta portada es canela fina. Blanco y negro, y destacando ese color “blue”. Preciosa. Lo malo es que no sé quién la realizó, así que tendréis que echarme un cable. Es un disco del 56, uno de mis favoritos, creo que el último como líder de Serge Chaloff. En la portada aparecen sus acompañantes, Sonny Clark, Joe Jones y Leroy Vinnegar.


Parte de aquellos míticos “Four Brothers” (dicen que era la única persona capaz de sacar de sus casillas a Woody Hermann), Serge, el mago del saxo barítono, el hombre de vida disoluta, ya estaba físicamente mal en esta grabación, aunque oyéndole tocar, nadie lo diría. De hecho, creo que ya tenía que desplazarse en silla de ruedas. Murió un año después, de cáncer, con 34 años. Nos dejó su música. Para muestra, este botón, “Stairway to the Stars”. Relajaos.



miércoles, 9 de junio de 2010

Confesión

Debo confesar que soy un plagiador. Todas las estupideces que escribo se las copio a Gilípides de Río, un escritor del siglo XXV. Incluida ésta que estáis leyendo ahora mismo. Esto es muy original, aunque parezca que no. Se me ocurrió cuando me di cuenta de que a los escritores del pasado ya los había copiado todo el mundo, estaba la cosa demasiado trillada. Y entonces, eureka, lo vi claro, coño, el futuro, el futuro es un filón. A esos todavía no les ha copiado nadie. Y no te pueden denunciar, porque todavía no han nacido. Así que me dije, manos a la obra, y todo eso. La verdad es que, ya puestos, podía haber escogido un escritor un poco menos penoso, pero es que los buenos usan palabras largas y raras, y eso me fatiga mucho al copiar.


Ya veis, sin embargo, que la cosa no es tan sencilla. Como sabe que le copiaré cualquier cosa, porque soy muy vago para ponerme a buscar, Gilípides ha escrito esta “Confesión” para que la copie y así hacerme confesar. Eso me pasa por copión. No puedo evitarlo.

lunes, 7 de junio de 2010

Algunas veces

Algunas veces siento muy cerca esta poesía del mejicano Juan de Dios Peza. Abrumadoramente cerca. Más de lo que me gustaría:


Viendo a Garrik -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
"Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz..." y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
- Sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho... mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.

- Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik podréis curaros.


-¿A Garrik? -Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!


-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más... ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.


Por suerte, son sólo algunas veces.