viernes, 27 de julio de 2012

La maldición



Lorencio Lechónides era un hombre de orden y buenas costumbres. Pagaba los impuestos con resignación, votaba en todas las elecciones a partidos conservadores tirando a paleozoicos, usaba corbatas discretas y arreglaba el país en el bar a base de mano dura.

Pero, una mañana, Lorencio se levantó de la cama incómodo. Había dormido bastante mal. Se dirigió hacia la cocina para tomar un vasito de agua y poner en la radio algún insigne predicador, cuando se dio cuenta de que respiraba de un modo muy raro, emitiendo unos extraños silbidos agudos. Imaginaros su asombro cuando, al ir a tocarse la nariz se encontró con que ya no tenía nariz, sino una especie de probóscide rígida y alargada, una especie de trompa, pero de algo parecido a la madera.

Su cerebro se paralizó durante un momento. ¿Qué estaba pasando? Inmediatamente, se le pasó por las meninges que esto fuera algún complot de los comunistas o del lobby gay, pero hasta a él le pareció demasiado absurdo. Lorencio se rascó la cabeza, asombrado.

Y en estas estaba cuando se dio cuenta de que se estaba rascando la cabeza ¡con la pata de atrás! Porque, efectivamente, Lorencio se percató de que ahora tenía cuatro patas. Como comprenderéis, esto ya pasaba de castaño oscuro, así que Lorencio salió corriendo velozmente sobre sus cuatro patas al cuarto de baño, y tuvo que empinarse sobre las patas traseras para verse en el espejo. Lo que vió en él hizo que soltará una exclamación de asombro que sonó como un desafinado fa a través de su probóscide. ¡Se había convertido en un perroflauta!

¿Cómo era posible? ¿Sería cierta la leyenda de que si te roza un indeseable con sus rastas te conviertes en perroflauta los días de sol? ¿Sería un efecto secundario de ver día tras día la sonrisa radiactiva y oir la voz como de tragar helio del ministro de Hacienda? No lo sabía, pero Lorencio sintió la urgentísima necesidad de ir a echar una meadita a la puerta del Congreso, así que salió aullando para allá, y hasta ahora. Y eso fue lo que pasó, más o menos.

sábado, 7 de julio de 2012

La gran evasión


- ¡Je, je! ¡Lo voy a conseguir! Cuidadito ahora, silencio. Seguro que está durmiendo la mona, así que abriré la puerta sigilosamente y me escaquearé sin ser visto. Despacito, muy despacito…
- ¿Vas a algún sitio, Troglo?

¡Es la espantosa voz de mi loro, Puto Bocazas! El malvado bicho cuelga de la lampara que tengo justo encima, cabeza abajo como los murciélagos, y me mira con sus astutos ojillos.

- ¡Te tengo dicho que no me des estos sustos, Puto Bocazas! Iba a bajar la basura y eso, je, je.
- Ya veo, y por eso llevas una maleta en cada mano y varias garrafas de viaje. ¿Intentando darme esquinazo para irte de vacaciones, eh?
- ¡Está bien, lo confieso! Anhelaba pasar unos días de paz y descanso, disfrutando del paisaje, de las garrafas para mí sólo y perfeccionando el clarinete.
- No sé de qué tienes que descansar, Troglo, si trabajas menos que el chapista del coche fantástico, no hay más que ver tu producción de posts. ¿Perfeccionando dices? Je, je, tu técnica digital es tal que parece que tocas con manoplas, Troglo, y sueltas unos pitidos ultrasónicos capaces de poner los pelos de punta a una manada de ballenas en el Índico.
- Las ballenas ni tienen pelos ni van en manadas, Puto Bocazas.
- ¿Tú qué sabes, Troglo? ¿Las has visto tan de cerca que sabes que no tienen pelos? Porque a veces, cuando te acercas, ves bigotes que no habías visto de lejos.
- Esta conversación se está volviendo surrealista, Puto Bocazas. ¡Súbete al hombro de una vez y vámonos, que este año vamos a la montaña!
- ¿No afectará la altura a la densidad del güisqui? Coge un par de garrafas más, por si acaso. ¡Yo conduzco, que me sé un atajo!

La que me espera.

P.D: Nos vamos unos días de vacaciones, amiguetes. No estaré muy lejos de los amigos que van a Luz, aunque un poco más acá. Luego, no sé si volveré o me volveré a ir si puedo hacerle la envolvente al loro. A ver si descanso y me pongo las pilas. Echo de menos escribir y visitar y leer blogs, y prometo enmendarme. Y esta vez va en serio, je, je.