domingo, 31 de julio de 2011

Vacaciones

- ¡Troglo! – me dijo mi malvado loro, Puto Bocazas - ¿Dónde corchos está el post de que nos vamos de vacaciones? ¿Por qué no lo has subido todavía? ¡Que siempre lo dejas todo para última hora!
- Puto Bocazas, este año nos quedamos de vacaciones urbanas, así que...
- Así que nada, Troglo. El post hay que subirlo de todas, todas. Que se pierden las buenas costumbres. Y, a todo esto, ¿por qué este año no nos vamos a la playa a hacer el burro, que se me ha olvidado?
- Alguna escapadita haremos, Puto Bocazas, pero hay mucho que hacer por aquí. Además, acuérdate de que la revolución no avanza sin nosotros. Imagínate que te pilla la revolución social en el chiringuito. ¿Tú te imaginas a Bakunin con la sombrilla y el cubito?
- Está bien, Troglo, todo sea por la causa. Pero, ¿no tendrás pensado trabajar?
- No pienso dar golpe, Puto Bocazas.
- Así me gusta. ¿Y qué haremos para refrescarnos?
- Cubatita va, cubatita viene, y zambullida en la bañera.
- La estoy usando para destilar güisqui.
- A mi, plim. Échale hielo, y al agua, patos.
- Será al güisqui, loros, je, je.
- Pues eso.

¡CHOF!


Felices vacaciones, amiguitos.

viernes, 22 de julio de 2011

El misterio de la bestia nocturna


Era un día típico inglés, gris y desapacible. Cerca de los muelles, en la calleja llamada Gazuzing Street, había una actividad inusual. La policia había cortado la calle, y concentraba sus efectivos investigadores en “Cogorhouse”, un tabernucho de mala muerte que parecía haber sido atacado por un tornado la noche anterior. Fue entonces cuando, con la parsimonia en él habitual y dando furiosas chupadas a su pipa, llegó al escenario del crimen el famoso detective Troglo Jones, acompañado de su inseparable ayudante, el loro Putobocatson.

- Saludos, inspector Despistrade – saludó Jones – Parece que nuestro visitante nocturno ha vuelto a atacar.
- Pues sí, Jones – dijo el inspector, mirando con cierta desconfianza al famoso dúo – Parece que ha cogido carrerilla.
- ¿Qué ha ocurrido esta vez?
- A medianoche, asaltó y destruyó un bar en Very Eggs Square. Posteriormente, atacó al banquero Sir Emil Littleboot cuando éste llegaba a su domicilio.
- ¿Cómo se encuentra Sir Littleboot?
- Grave. Por lo visto, le propinó una colleja de tal categoría que le incrustó la calva en la barbilla. No sé si saldrá de esta. Después, tomó por asalto esta taberna. Y aquí le perdemos la pista.
- ¿Algún testigo?
- Varios, pero las mismas descripciones vagas e increíbles de siempre. Mirada terrible, voz aterrorizante, aspecto terrorífico,...Todos los que hemos interrogado concuerdan en que no es un ser humano, sino algún tipo de bestia salvaje, o un monstruo, con aspecto espantoso y feroz.
- Y una enorme facilidad para escabullirse, Despistrade.
- Cierto, Jones, cierto. En cuanto se da la alarma y nos ponemos en marcha, parece que se lo hubiera tragado la tierra.
- O el aire.
- ¿Qué quiere decir, Jones?
- Nada, inspector, nada. Cosas mías. Le quedo muy reconocido por la información, buenos días.

La singular pareja se alejó del lugar de los hechos, dejando al inspector con sus pesquisas. Ante el semblante caviloso de Jones, Putobocatson preguntó:

- ¿En qué piensa, Jones?
- En nuestro nocturno amigo, Putobocatson.
- ¿Cree que hay algo de cierto en eso de que es una bestia, un ser inhumano?
- Aunque parezca increíble, los indicios apuntan a ello, Putobocatson. Recuerde cuando atacó y desvalijó las destilerías. Aquellas marcas en la puerta...ninguna mano humana ni ningún instrumento deja esa marca. Era una marca de garra.
- ¿Garras, eh?
- Elemental, Putobocatson. ¿Y recuerda cuando descalabró al gobernador Cramps?
- ¿El hombre de los mil trajes? Sí, claro.
- Le atizó en la cabeza con algo duro, contundente y afilado. De nuevo, la marca no cuadra con ningún tipo de cuchillo o de instrumento que yo conozca. Creo que ese ser le mordió, o algo parecido.
- A ver si va a ser un unicornio, Jones, je, je.
- Dejesé de burradas, Putobocatson. No, nada de unicornios, mis conjeturas van por otro lado. Nuestro nocturno personaje debe tener una boca muy particular...
- Jones, a todo esto, ¿por qué seguimos dando vueltas por estos callejones?
- Porque seguimos pistas, Putobocatson. ¿O es que no ha visto en el suelo aquella botella que acabamos de pasar?
- ¿Una botella en el suelo? ¿Y qué? Estas calles están llenas de basura.
- Esa botella es de güisqui de garrafa “Livercracker”. Sólo en un tascucio como el asaltado “Cogorhouse” sirven ese güisqui infecto. Estoy seguro que nuestro amigo afanó esa botella, se la bebió y luego la tiró. Así que pasó por aquí.
- ¡Vaya!

De repente, Jones se paró en seco. Dio un par de chupadas a la pipa, y se agachó.

- Fíjese, Putobocatson, mire esto.
- ¿Qué es? ¿Una huella?
- Nuestro monstruo debió de pisar ese charco, y ha ido dejando algunas huellas.
- ¿Qué clase de huella es esa?
- Elemental, Putobocatson. La de una garra.

Jones siguió caminando, hasta que la calle llegó a un punto en el que no había salida. Desembocaba directamente al borde del río.

- Parece que aquí acabó su viaje, Putobocatson. Ya no hay por donde seguir. A menos que...
- Jones, creo que deberíamos irnos ya. Está anocheciendo muy deprisa.
- Ya lo veo, Putobocatson. No se preocupe, sólo será un momento más. Dejeme ver...

Y entonces, ocurrió. A la vista de la luna, Troglo Jones empezó a temblar de pies a cabeza. Sus pies se transformaron en garras, su cara se estiró, convirtiéndose en un afilado pico, su cuerpo se cubrió de plumas y, con un esfuerzo supremo, sus brazos se transformaron en alas. La espeluznante transformación había terminado. La bestia estaba suelta de nuevo.

- ¡Putobocatson, me he convertido en un loro enorme!
- Elemental, Troglo. Te pasa todas las noches. ¡Eres un hombre-loro!
- ¿Qué me dices?
- La maldición del hombre loro empieza cuando un loro te arrea un picotazo en un martes y trece. A partir de entonces, cada noche te conviertes en loro y la armas, liándola pardísima en todos los garitos y atacando a prohombres y promujeres.
- ¿Y tú lo sabías?
- ¡Pues claro, si voy contigo cada noche, je, je!
- ¿Y la maldición incluye que cuando vuelvo a convertirme en humano por las mañanas pierda la memoria de mis andanzas?
- ¡Qué maldición ni niño muerto! Lo que pasa que te agarras unas tajás tan descomunales que luego no te acuerdas de nada.
- ¡Vaya! Sorprendente desarrollo de acontecimientos. Pero en fin, si estoy maldito y soy un hombre-loro habrá que tomárselo con flema británica y aprovecharlo, Putobocatson, así que vamos a liarla, je, je. Hoy me beberé hasta los floreros y luego pienso arrearle un picotazo de primera división a la presidenta Hope Aguirre.
- Je, je, me pido la coronilla.

domingo, 10 de julio de 2011

Facundo Cabral


Me entero de la extraña muerte de Facundo Cabral, o de su asesinato, debería decir, en Guatemala. He leído varias cosas contradictorias, aunque me inclino a pensar que, como ha dicho algún medio (de los que me fío, que son pocos) la víctima señalada no fuera él, sino quien le acompañaba. Bueno, imagino que las cosas se irán aclarando. O no.

Uf, a mí, Facundo Cabral me lleva a otro tiempo, a ese tiempo de cantautores sudamericanos, de un Zitarrosa, un Viglietti, Guarany, Yupanqui, Cortez a ratos. Qué tiempos aquellos, como diría aquel. Tiempos de cambio, de revoluciones. ¿Volverán? Quizá. Mientras esperamos, ahí va un recuerdo a Facundo. Supongo que su canción más conocida es aquella de “No soy de aquí, ni soy de allá”, pero creo que le define mejor este “Soy lo que soy”, con ese recitado al principio, antes de empezar a cantar, tan propio suyo. Pues así era Facundo, hombre de infancia durísima y que tuvo que vivir exiliado, como no. Que descanse.



Por cierto, el amigo Perrerac tiene más cosas sobre Facundo.

sábado, 2 de julio de 2011

Portadas que me gustan


Muy buenas. Ahora que no anda el loro cerca y Teddy Bautista está incapacitado para pedirme pasta, aprovecho para subir una portada de las mías. Esta es de “Cookin’”, del 56, el primero de aquellos cuatro albumes donde el quinteto de Miles de la época recogió todo su saber hacer. El diseño de portada es del amigo Reid Miles, veréis su firma, muy pequeñita, al lado de la del ilustrador Phil Hays, toda una leyenda a su vez.

Ese quinteto en plena forma ya sabemos de quién se componía: Miles a la trompeta, John Coltrane al saxo, Red Garland al piano, Paul Chambers al bajo y Philly Joe Jones a la batería. Dieron mucha guerra y de la buena. Aquí va “Tune-Up / When Lights Are Low”. A ver si nos refresca un poco. Y el enlace, que no se me olvide.