sábado, 11 de febrero de 2012

Cuentos de los mandarines: la justicia inversa

Caminaba por los jardines de su mandarinato el mandarín Ku Ñao, solazando su espíritu con el canto de las oropéndolas, cuando apareció entre los arbustos su leal discípulo, el siempre reverente Par Di Yo:

- Saludos, Maestro, y que los dioses derramen sus bendiciones sobre vuestra mandarinez. Suerte que os encuentro, pues ya suponía que estabais vague…, digo, reflexionando profundamente sobre graves cuestiones. Me temo, Maestro, que tenemos un problema laboral.
- Par Di Yo, un día la impertinencia de tu atolondrada lengua te va a costar cara, ¡grrr! ¿Qué problema es ese, oriental Ce-Po-Rro?
- Maestro, parece que tenemos un problema de equidad interna. Algunos de los trabajadores del mandarinato tienen unas condiciones mejores que las de otros que realizan un trabajo similar, y estos últimos se quejan y apelan a vuestra infinita justicia.
- ¡Ah, la equidad y la justicia! ¡Los valores que equilibran la balanza de la vida! Tranquiliza a los Ku-Rri-Tos, Par Di Yo, que se hará justicia.
- ¡Sorprendido me hallo, Maestro! ¿Mejoraréis entonces las condiciones a los menos favorecidos?
- ¡Por supuesto que no, rufián comunista! Lo que haré será empeorar las condiciones de los más favorecidos, y todos contentos. Sobre todo yo, je, je, je.
- Maestro, mil perdones, pero esa justicia no acabo de verla muy clara.
- Par Di Yo, cenutrio de todas las Asias, ¿lo que demandan no es equidad e igualdad? Pues eso es lo que les doy, ya que hay dos formas de conseguir la igualdad: subiendo al de abajo o bajando al de arriba. ¿No es ésta una forma de acabar con las envidias? Ya no tienen que preocuparse de la inequidad, pues ahora el otro está igual de Jo-Di-Do que tú.
- Confieso, Maestro, que no había pensado en vuestro concepto de igualdad por debajo.
- Te falta imaginación maquiavélica, Par Di Yo. Si esto te sorprende, es que no te has leído la última reforma laboral del Emperador.
- ¡Prodigio de sabiduría, Maestro! El Emperador consigue convertir las paradojas en dogmas, lo absurdo en axioma. ¡Abaratar el despido fomenta la contratación! Entiendo pues, Maestro, que abaratar el divorcio debe fomentar el amor.
- Sin duda, Par Di Yo, al igual que abaratar las defunciones fomenta los nacimientos, porque la gente no tiene hijos pensando en lo caro que sale morirse. Así que ve a darles la buena nueva a los trabajadores, dragón escamoso, y recuérdales que ahora les puedo despedir objetivamente.
- ¿Y antes no, Maestro?
- No, Par Di Yo, antes sólo les podía despedir porque sí. Además ahora, como me sale tan barato, contrataré a mucha gente sólo para darme el gustazo de despedirles. ¡Vamos, vamos, circula, boniato de las nubes, que es mi hora de la siesta!
- Oigo y obedezco, Maestro.

Y así fue como Par Di Yo aprendió que las cosas siempre se pueden ver desde dos perspectivas, y que los mandarines siempre las ven desde la que les conviene. Y así recogieron los escribas esta sabiduría para que perdurara a través de los siglos:

No veo de justicia, amigo,
que tú estés bien y yo mal.
Más para arreglar mal tal
no me hacen indefinido,
te hacen a ti temporal.