Tengo
una relación un tanto ambivalente con Walt Disney. Por un lado, mi rojelia
formación me hace verle como un colonizador cultural, metiendo en la mente de
millones de crios de todos los países una forma de entender el mundo, la propiedad,
el dinero, el género, etc, genuinamente americana. Como decía aquel, mientras
el pato Donald ande sonriente por ahí, el sistema puede estar tranquilo. Si
alguien quiere profundizar más en este punto, os recomiendo aquel libro del
maestro Dorfmann, “Para leer al pato Donald” (qué hombre éste, siempre poniendo
en duda lo indiscutible, qué manía). En fin, Walt fue también un fachosete que
se chivó de todo el mundo ante el Comité de Actividades Antiamericanas.
Por
otro lado, tengo que reconocerle talento. O, por lo menos, talento para
rodearse de personas con talento, que no es fácil. Las cosas, sean inocentes o
no, se pueden hacer bien o mal, y éste las hacía muy bien. Muchos, en parte,
nos hemos criado con sus películas, y es cierto que nos han dejado huella. Y
una parte importantísima de estas películas era la música. Música que, en gran
parte, fue jazz o asimilados.
Pero
quería centrarme en un aspecto muy peculiar de las películas de Disney y de su
música: el maravilloso trabajo de los actores de doblaje mejicanos. Para los
que hemos crecido descacharrándonos con las expresiones de Pedro Picapiedra,
esos doblajes son míticos, y no entendemos determinadas películas o
determinados personajes sin ellos.
Para
muestra, tres botones. La primera es la archiconocida escena del rey Lui en “El
libro de la selva”. En la versión original, el gran Louis Prima puso voz al rey
(y le iba que ni pintado). El doblaje corrió a cargo de Flavio Ramírez, un
prodigioso imitador y comediante, que da una genuina lección. Pero es que a
Baloo lo dobló nada menos que Germán Valdés, más conocido como Tin Tan, una de
esas personas tocadas por la vara del talento, que sabía hacer absolutamente de
todo. Ahí va eso:
En
esta película, Baloo-Tin Tan canta también una curiosa canción de “decrecimiento”
que me encanta, “Necesidad vital”. Y nunca del trabajo hay que abusar, je, je.
La
pareja de dobladores también se encontró en “Los Aristogatos”, donde Flavio
puso su voz a ese Gato Jazz o Scat Cat, y Tin Tan se encargaba del prota,
Thomas O’Malley. La peli tiene momentos cursis donde los haya (a mí Duquesa me
parece estomagante a tope), pero esta escena, donde esa costumbre de los músicos
de jazz de llamarse unos a otros “cats” se vuelve literal, bien merece la pena.
Pues todo eso, colegas. Al final me ha salido un post estilo
Doctor Krapp. Seguro que eso es bueno, je, je.